Roberto Astaburuaga: “Hipersexualización a la chilena”

Hace unas semanas, un profesor me comentó cómo los niños de cuarto básico veían y compartían pornografía en sus celulares al interior de los colegios. No es una novedad. Hace mucho tiempo que ocurre y en todo tipo de establecimientos educacionales. Destruida su inocencia y pervertida la sexualidad, quedan reducidos a consumidores cada vez más ansiosos de nuevo y peor contenido. Pero quitarles el celular no sirve. Basta que salgan a la calle, a las plazas, y vean lo que Chile les ofrece.

La normalización de la perversión sexual sigue sin tocar fondo. Los últimos cuatro años han entregado ejemplos horribles sobre la impunidad de quienes promueven y realizan todo tipo de actuaciones “disidentes”. 

El 24 de octubre de 2019, se realizó una marcha contra la dictadura sexual en las afueras de la Casa Central de la Universidad Católica, usando vibradores en una explícita performance sexual. En septiembre de 2021, el Consejo Nacional de Televisión recibió más de 600 quejas por la “rutina” en el programa Las Gansas que consistía en un acto post pornográfico sadomasoquista: a una activista transgénero le sacaron un rosario de su ano. Sodoma y Gomorra.

Pero el 2022 fue el destape total. En marzo, el mural del Parque San Borja con imágenes de sexo explícito de un colectivo erótico; en agosto, el show de transformistas denigrando la bandera nacional en un acto del Apruebo en el que participaban niños; en noviembre, se despachaba la Ley de Presupuesto, para que pocos meses después, María José Olea, periodista de FNM, denunciara el traspaso de $485.000.000 a tres fundaciones “culturales”, para pagar actos de porno trans. El año terminó con el destape de las tesis de pedofilia de la Universidad de Chile dedicadas “a los niños y niñas de deseo inquieto, para que alguna vez puedan tocarse y ser tocados sin miedo ni culpa” y “a los pedófilos de deseo culposo, para que exorcicen su malestar y sus temores por amar a quienes aman”. 

En febrero de 2023, el Ministro de Educación llamaba a una alfabetización en sexualidad y avanzar en su agenda ideológica. Marzo de 2023 comenzó con la noticia del financiamiento del Gobierno al colectivo “Las Clito”, titulado “Aprende a dibujar una clítoris” y recopilar información anatómica para promover diálogos sobre educación sexual integral en adolescentes, mujeres y personas con vulva. En abril, estalló el caso de los cuadernos Colón con orientaciones sobre las identidades sexoafectivas, incluyendo bisexual, queer, transexual, intersexual, etc. Abril terminó con una mujer semidesnuda durante un show, con niños presentes, en que ejecuta pasos de twerking del centro de salud de Talcahuano. “Breve”, pero incompleto resumen.

¿Qué piensa un niño que ve todo esto? ¿Cuál es el impacto que sufre? ¿Qué se puede hacer para comenzar a desandar el camino de la relativización y volver al respeto y cuidado de la moral y buenas costumbres?

En la Convención Constitucional la convencional Orellana, al comentar una norma sobre libertad religiosa, señalaba que se había decidido excluir deliberadamente los conceptos de moral y buenas costumbres porque “no deben ser considerados como motivos para restringir o limitar derechos precisamente por su característica subjetiva” o por ser conceptos difíciles de especificar. Estos son los resultados de darle la espalda al sentido común cuando demuestra que el exhibicionismo sexual pervierte, la ideología de género adoctrina y la corrupción moral aniquila a una sociedad. 

Chile sigue preso de una revolución sexual que solo se profundiza y ante la cual pocos se oponen. Y se está robando la inocencia de nuestros hijos desde la más tierna infancia. Ninguna ley ni (nueva o no) Constitución es el antídoto perfecto.

Se requiere un cambio en los corazones y un repudio al liberalismo y progresismo que nos han sumido en este basural de hedonismo. Un basural afirmado por películas y teleseries cada vez más eróticas, publicidad que cosifica cada vez más a la mujer, literatura para sonrojarse solo con el título y un largo etc. Una normalización cultural de la sexualidad deshumanizada.

Cuanta razón tenía San Juan Pablo II y sus 129 catequesis sobre la Teología del cuerpo al decir que el error de la cultura contemporánea no consiste en una exagerada apreciación del cuerpo y de la sexualidad, sino de ignorar y tergiversar el valor de la sexualidad. Si quienes promueven y realizan actos denigrantes como los mencionados, entendieran realmente lo que significa la verdadera sexualidad, comprenderían el daño que están causando al tratarla como un bien de consumo. 

Los niños ya no pueden esperar más. Y muchos ya han perdido su inocencia por culpa de los pervertidos, pero también por silencio de los tibios.

>> Ver columna en El Líbero

Roberto Astaburuaga: “Hipersexualización a la chilena”

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Scroll hacia arriba