Las enmiendas presentadas por los consejeros de derecha sobre el derecho a la vida del niño que está por nacer han provocado una hecatombe en el progresismo y la izquierda, acudiendo a todo tipo de calificativos para manifestar su oposición. Así, proteger al no nacido es volver al oscuro Medioevo, retroceder en “avances civilizatorios” o vulnerar los “derechos de las mujeres” (abortistas). Sobre esto último, conscientemente, no se han referido a un elemento común de tales enmiendas de la derecha, que es la protección a la madre, y que la misma derecha tampoco ha salido a explicar con fuerza.
Los “derechos de las mujeres” siempre ha sido una bandera de la izquierda, como si todas las mujeres de Chile estuviesen de acuerdo con el contenido de esas pretensiones, como si existiese una especie de deuda moral y política que los autorizara a arrogarse la vocería de la mitad de la población.
Podrán apoyarse en las encuestas, que dicen que un gran porcentaje de los chilenos apoya las tres causales de le ley de aborto, pero sería interesarte ver los resultados de una encuesta que preguntara si optan por una de esas tres causales o por una solución que se haga cargo realmente del problema de fondo, porque ninguna de éstas soluciona el problema que antecede al aborto. Es, precisamente, a este segundo sentido al que apuntan las enmiendas de la derecha: preocuparse de las madres de Chile, especialmente de aquellas con embarazos vulnerables.
Las enmiendas de Republicanos y Renovación Nacional recogen la idea ya planteada en la Comisión Experta de proteger la “maternidad”. Sin embargo, la UDI propone una redacción mejor: “La madre gozará de especial asistencia y protección durante el embarazo y después del parto”. Esta coincidencia de intenciones en las enmiendas permite abrir la discusión para atender el fondo del problema, buscando ayudar a la madre en las dificultades propias del embarazo, yendo incluso más allá, resguardándola luego del parto, según la forma que la ley determine y como lo demuestra el trabajo de fundaciones que ayudan a madres con embarazos vulnerables y que las socorren en los primeros tiempos de la crianza de sus hijos.
Ya no es sólo proteger al niño no nacido, sino que, de forma armónica, la Constitución se hace cargo de la situación abordando los distintos elementos que la componen, siempre buscando la máxima protección constitucional posible. Cuando de parte de la izquierda se propone, bajo el eufemismo de los “derechos sexuales y reproductivos” (más) aborto, la derecha tiene la oportunidad de ofrecer una alternativa no sólo mejor, sino que coherente con sus principios, innovadora constitucionalmente y que sea una norma habilitante para una legislación y regulación administrativa que, paso a paso, permita ayudar realmente a las madres.
¿Qué avance más civilizatorio que atender a esas madres con embarazos vulnerables, para seguir adelante con su embarazo que ver en la sociedad y en el Estado una ayuda real y no una falsa solución? ¿No es acaso la norma que protege al no nacido y a la madre un avance en la defensa de los derechos humanos?
Creo que sí. Creo que muchos chilenos también. Y creo que muchas madres lo agradecerían. Pero depende de los consejeros constitucionales que la Constitución apueste por las madres de Chile.
Roberto Astaburuaga
Abogado de Comunidad y Justicia