Para el feminismo, pareciera que los últimos años han sido del todo o nada. Envalentonadas con la ley de aborto en tres causales en 2017, apostaron a doblar la apuesta y tantear un proyecto de ley de plazos de aborto en 2021, pero les fue mal. Paralelamente en la Convención, apostaron por consagrar el aborto libre como un derecho fundamental y restringir, si es que no eliminar, la objeción de conciencia personal e institucional. Pero a los chilenos no les gustó y les mandaron un portazo. Mismo portazo, no tan estruendoso, que recibió la propuesta del Consejo, y aunque las feministas intentan atribuírselo a que las tres causales son intocables, el sector de la derecha que votó por el En Contra impide esa interpretación.
Creen que el partido está “empatado”: ni más ni menos que las tres causales. Constatando que estuvo en riesgo ese “avance histórico y civilizatorio”, la lucha no puede continuar sin consolidar lo ganado. No pueden avanzar con el aborto sea por la vía de causales o por la de plazos. Así lo ha reconocido la ministra Orellana, aunque el programa de Gobierno diga otra cosa y deba soportar el látigo de las compañeras boquiabiertas por el gobierno más feminista, pero absolutamente inútil en cuanto a lograr legalizar el aumento de asesinatos de niños no nacidos. Importante recordar eso: el aborto es la destrucción, vía desmembramiento con tenazas u otros métodos, de un niño inocente e indefenso, cuyo único pecado es existir.
Como la agenda no puede desaparecer (“que la derecha ultrafascista nos quita derechos, que los conservadores negacionistas, etc.”), sedientas, buscan una nueva víctima. Y la encontraron, aunque estaba bajo el radar desde la discusión legislativa y la sentencia del TC: objetores. ¿Qué es eso de objetar la decisión una mujer? ¿Cómo han osado a subordinar la voluntad de la mujer a la obediencia de la conciencia? ¡Malditos obstructores! Aunque quizás deberían ocupar el lenguaje inclusivo y decir ¡Malditas obstructoras!
Un estudio de 2021 de la Facultad de Medicina de la Universidad de Chile señala que el 63,8% de los objetores son mujeres: entre los profesionales médicos, el 38% de los gineco-obstetras y el 43% de los anestesistas objetores, son mujeres, pero el 88% de los profesionales no médicos y el 95% de los técnicos de enfermería que son objetores son mujeres. Un dato del que no hay noticias es el sexo de los niños no nacidos que son abortados, pero es necesario saber si las feministas han impulsado una cuestión realmente paradójica: el femicidio fetal.
La objeción de conciencia es la última garantía de que una persona pueda vivir coherentemente respetando sus convicciones. Pero al feminismo esto le importa poco y nada. Dicen que están de acuerdo con la objeción de conciencia, pero que es “demasiado amplia”, “que se presta para abusos” y “que impide que la ley sea eficaz”. Así, la doctrina se ha encargado de ir cerrando el cerco sobre los objetores, proponiendo nuevas trabas y dificultando su ejercicio, sea aumentando los requisitos para ser declarado objetor, reducir la cantidad de profesiones que pueden declararla, eliminar la objeción de conciencia del sistema público de salud, prohibición de la objeción de conciencia institucional, etc. A lo anterior se suman las iniciativas que buscan “educar” a los profesionales de salud en la aplicación de la ley. Al final, es la intolerancia contra quienes no piensan como ellas y actúan de forma coherente.
El feminismo abortista consolida su rojo camino con la coerción del espacio más sagrado de la persona: su conciencia.