Llevamos varios meses escuchando nominaciones, apoyos, estrategias, sondeos, primarias, relatos y equipos de los posibles candidatos presidenciales para el próximo año. En cuanto al contenido de un programa presidencial y de medidas algo más concretas, no se ha dicho tanto, quizás buscando seguir con los diagnósticos para “conectar” con la ciudadanía. De lo que se ha escuchado poco y nada es del mal llamado “tema valórico”, salvo un par de excepciones.
Podrán ser muchos o pocos votantes a los que les importe; podrán comunicar su postura temprano o tarde; podrán hacerse cargo o esquivar el tema; podrán hablar o callar; podrán tener una postura de “avanzar, mantener o retroceder”. Pero la pregunta aparecerá: ¿Qué le proponen Carter, Kaiser, Kast o Matthei a Chile en temas como el aborto, la eutanasia o los tratamientos transafirmativos a niños?
Sin duda, es lamentable que la importancia de estos temas dependa de la contingencia electoral y no de la gravedad propia que tienen. O que referirse a ellos sólo se hará bajo el prisma de los “bolsones electorales” que se deben asegurar o, al menos, no espantar. Sin embargo, estos tres temas, al menos, pueden ser abordados de dos maneras, que no son excluyentes: disminuir y eliminar el mal que atenta contra ellos o promover y proteger el bien que atenta contra ellos.
El siguiente Gobierno tendrá que hacerse cargo del legado inmoral que está dejando Boric y el Frente Amplio: ampliar el aborto (llevamos más de 5.000 niños no nacidos asesinados) y restringir la objeción de conciencia; aprobar (o no) el proyecto de ley de eutanasia, como si la decisión de pesar la propia vida no fuese una “elección” esencialmente cruel, que nadie jamás debería ser forzado a tomar; y tener una política nacional para hormonizar a niños desde los 9 años, que ya debe bordear los mil casos.
Por otro lado, cada tema plantea sus propios desafíos, en cuanto a promover aquello que promueven como bueno y deseable para la persona y para la sociedad. La crisis de natalidad exigirá medidas concretas -y no cuñas ni tweets, tan abundantes como inútiles- para que, ante la llegada de un nuevo integrante, el Estado ofrezca su ayuda en sus, al menos, primeros mil días de vida. La crisis del abandono y soledad de los adultos mayores, población que crecerá cada vez más, exigirá redestinar recursos financieros y humanos para que reciban una atención acorde a su dignidad, en donde los cuidados paliativos sean la única opción, y no terminar en un genocidio canadiense; y la crisis de salud de los miles de niños a los que les dijeron que si se sentían del sexo opuesto, no había problemas con empezar a meterse hormonas, para ofrecerles una política pública basada en la ciencia y no en la ideología.
Ojalá que los presidenciables se pronuncien sobre estos temas de Estado y los votantes tengamos claridad no sólo sobre qué piensan según lo que aparezca en la entrevista dominguera de turno, sino qué es lo que proponen y cómo se harán cargo.