Columna publicada por El Líbero, el 10 de mayo, 2020
Desde distintos sectores se han pronunciado severas acusaciones contra Sergio Micco, director del INDH, por haber dicho una verdad no sólo del sistema jurídico, sino de la misma naturaleza humana: “no hay derechos sin deberes”. Así como existen unos derechos humanos, existen también ciertos deberes correlativos a ellos. Esta conclusión, se desprende de las mismas definiciones de ‘derecho’ y ‘deber’ y, por otro lado, de su fundamento natural.
Un gran malentendido —que se ve en las críticas lanzadas por los funcionarios del INDH, por la Comisión Chilena de Derechos Humanos y por la diputada Carmen Hertz— puede provenir de los tecnicismos de la disciplina del Derecho Internacional de los Derechos Humanos. Los derechos no se ven restringidos por el Derecho Internacional que los protege. Los derechos esenciales que emanan de la naturaleza humana, que nuestra Constitución reconoce, son los derechos humanos. Además, el INDH tampoco está limitado por estos tecnicismos del Derecho Internacional, ya que sus estatutos se refieren a su objeto como “la promoción y protección de los derechos humanos (…) establecidos en las normas constitucionales y legales” (art. 2°), y no sólo en los tratados internacionales.
Siendo derechos naturales, existen ciertos deberes naturales correlativos a estos derechos. Los derechos son los que cada ser humano tiene por su misma dignidad inherente y esencial, y no por su cuna, su sexo, ni su posición económica. Así lo reconoce expresamente nuestra Constitución, cuando dice que ellos “emanan de la naturaleza humana” (art. 5°). Por tanto, existe una Ley Natural, que establece un orden de justicia del que surgen los derechos, en virtud del cual es ilícito matar directamente a una persona inocente, atentar contra la honra de una persona mediante injurias, dañar la propiedad ajena, y es obligatorio (aunque no siempre coactivamente) aportar a la comunidad a la que uno pertenece. Todos estos son deberes naturales.
«Los deberes no son requisitos para ejercer un derecho en cada caso concreto, pero sí son necesarios para que el sistema entero funcione.»
Un punto que hacía falta recordar en nuestros días, también mencionado por el Director del INDH, son los deberes que tenemos para con la comunidad política. La persona humana está llamada al don, a la entrega a otros, antes que a la exigencia involucrada en cada derecho. Por eso, es muy sano recordar que somos seres sociales —nacemos en una familia y en una comunidad política— y debemos dar un poco de lo que hemos recibido. Sin deberes no podríamos hacer efectivos los derechos, porque del cumplimiento de ciertos deberes depende que todos podamos vivir en paz. Los deberes no son requisitos para ejercer un derecho en cada caso concreto, pero sí son necesarios para que el sistema entero funcione. Estos deberes son de solidaridad, “empeño firme y perseverante por el bien común”, como dijera Juan Pablo II. Por mucho que no sea exigible de manera coactiva, la solidaridad es un deber que debe ser recordado, porque sin ella el orden social se pierde en medio de un entramado de relaciones individualistas que se carcomen unas a otras por la envidia y el odio. Lo que vimos el 18-O, al igual que en la fiesta de 400 personas en Maipú, fue precisamente una muestra de adónde nos lleva el individualismo reinante, donde cada uno busca su propio bienestar —no importa si lo busca como fruto del propio esfuerzo o de la acción del Estado— sin procurar a la vez el bien integral de los demás y de la patria misma.
Por todo esto, hay que aplaudir de pie a Sergio Micco, que ha sido capaz de recordarnos esas verdades incómodas, en uno de los momentos en los que más las necesitamos.