Dos ciudades

En esta editorial, nuestro director ejecutivo Álvaro Ferrer reflexiona sobre la actual crisis social en la que estamos inmersos y en los caminos que debemos emprender para salir de ella, apoyado en los llamados que San Juan Pablo II hizo en su visita a nuestro país. Un sencillo homenaje a uno de nuestros patronos en el día de su fiesta.

Las imágenes de la irracional conmemoración del 18 de octubre confirmaron, por enésima vez, el profundo desorden mental y moral que constituye la principal pandemia que infesta el alma de Chile. La violencia desatada es signo de un corazón sin amarras, a la deriva, zarandeado por la ideología y la ausencia de vínculos personales, de esos que sólo teje la familia y consolida la vida política.

La genuina caja de Pandora no es tanto aquella que revela las recurrentes pillerías –técnica y legalmente justificadas– de cierta burguesía avara y desvergonzada, sino, sobre todo, la falta de autoridad que libera los demonios que habitan en una naturaleza herida -y sistemáticamente consentida e infantilizada por los medios de desinformación y deformación social- que se rebela ante ciertas injusticias privando a los demás de lo suyo y arrasando lo común.

Esta perversión del orden parece haber llegado para quedarse, al menos hasta que las tibias y abstractas rasgaduras de vestiduras sean reemplazadas por la encarnación de una dura disciplina. No me refiero sólo a la indispensable y hasta ahora ausente fuerza legítima. Ella no basta. El desorden es más profundo, y una tregua puramente coactiva jamás logrará la paz.

Y es que apaciguar no equivale a amar. De nada sirve poder transitar por el espacio público sin barricadas ni desvíos si se circula en soledad, ya que la segura y autosuficiente coexistencia geográfica no repara, sino que agrava el problema causado por el liberalismo.

¿Cómo construir una ciudad, un espacio para la plenitud compartida? La respuesta es categórica y única: amistad.

El gurú de las sandalias, privatizando la sociabilidad natural y atrincherándola frente a la Gracia, dirá que eso es mucho para una ciudad terrena y que debemos, como niños, conformarnos y moderar nuestros deseos en los brazos de nuestra madre. “La ciudad de Dios es para el más allá”, dice esa deficiente antropología y tibia teología que tergiversa a san Agustín. Escrutopo dio consejos parecidos a Orugario, aunque con menor disimulo, explicitando que el amor de sí también puede disfrazarse de amor a Dios so pretexto de guardar distancia e independencia total entre las dos espadas.

La benevolencia, sin embargo, ya corre por nuestras venas. Es la actividad propia de todo lo actual. Es el realismo de lo real, el optimismo metafísico que nos golpea en la cara al contemplar nuestra naturaleza capaz de sonreír y donarse en este valle de lágrimas. La enemistad natural es para con la serpiente, no entre nosotros. Y, no obstante, Escrutopo sugiere a Orugario saber aprovechar esta humana y natural inclinación al don para embaucarnos y, así, embarcarnos en un esfuerzo pelagiano, convenciéndonos de intentar construir la ciudad a punta de voluntarismo y técnica –como pretenden los programas de gobierno mundano, globalistas y nacionalistas por igual- para que así ignoremos por completo el elefante dentro de la habitación: el combate es ante todo espiritual.

Lo dijo fuerte y claro San Juan Pablo II –cuya memoria celebramos hoy– a los jóvenes chilenos en el Estadio Nacional: “En el corazón de cada uno y de cada una anida esa enfermedad que a todos nos afecta: el pecado personal, que arraiga más y más en las conciencias, a medida que se pierde el sentido de Dios. ¡A medida que se pierde el sentido de Dios! Sí, amados jóvenes. Estad atentos a no permitir que se debilite en vosotros el sentido de Dios. No se puede vencer el mal con el bien si no se tiene ese sentido de Dios, de su acción, de su presencia que nos invita a apostar siempre por la gracia, por la vida, contra el pecado, contra la muerte. Está en juego la suerte de la humanidad: “El hombre puede construir un mundo sin Dios, pero este mundo acabará por volverse contra el hombre, ¡contra el hombre!».

El eclipse del sentido de Dios es la causa principal de las tinieblas donde que campea nuestra miseria y la barbarie que nos atemoriza y enfurece. Gabriela Mistral decía que “la humanidad es todavía algo que hay que humanizar”. El problema es intentar humanizarla sin redimirla, como asumen los refundacionistas constituyentes y los frívolos burgueses. Ni la Constitución ni el bienestar material podrán redimir nada porque el desorden del alma se instala cuando nuestro anhelo de Infinito procura saciarse con meras criaturas. Y este pecado personal siempre trasunta en pecado social: de cara al Bien Común no existen vicios meramente privados. Como decía el Papa: “De ahí que tengamos que ver las implicaciones sociales del pecado para edificar un mundo digno del hombre”. Es el pecado –personal, social, estructural– la principal afrenta a la dignidad humana. “La dignidad se hará costumbre” gracias a la única violencia que vale la pena sembrar: la fuerza incontrarrestable y atractivamente irresistible de la santidad.

Santidad, palabra tabú que da urticarias a los progres, perturba a los mediocres y saca una que otra carcajada burlona en los acomodados y despreocupados que desprecian el heroísmo; palabra necesaria, más que nunca, para retomar el rumbo extraviado a la ciudad definitiva; palabra incomprensible e irrealizable sin fundamento en la Palabra que da la vida y sentido al mundo, sin la cual se acorta el horizonte en un carpe diem que hastía y desespera. Como repetía Léon Bloy, “sólo existe una tristeza, y es la de no ser santos”. La ciudad terrena o es de Dios o es un infierno, el mismo que magistralmente describió C.S. Lewis en El Gran Divorcio: parcelas de máxima abundancia, pero infinita tristeza en radical soledad.

La crisis de Chile es la ausencia de santos. Seamos entonces santos, ¡seamos santos!, del único y maravilloso modo posible conforme a la síntesis que nos dejó san Juan Pablo II: “Al contacto de Jesús despunta la vida. Lejos de El sólo hay oscuridad y muerte. Vosotros tenéis sed de vida. ¡De vida eterna! ¡De vida eterna! Buscadla y halladla en quien no sólo da la vida, sino en quien es la Vida misma. Este es, amigos míos, el mensaje de vida que el Papa quiere transmitir a los jóvenes chilenos: ¡Buscad a Cristo! ¡Mirad a Cristo! ¡Vivid en Cristo!”.

San Juan Pablo II en su vista a Chile, en uno de sus momentos más memorables durante su discurso en el Estado Nacional.

Una reclamación que no fue

Ante la aprobación de los plebiscitos dirimentes en el Reglamento de Participación Popular, un grupo de convencionales decidió interponer la acción de reclamación prevista en el artículo 136 de la Constitución, pues se trataría de un acto de la Convención que alteraría el procedimiento para la elaboración de normas constitucionales. En efecto, la Convención actuó fuera de su competencia al arrogarse atribuciones que la Constitución no le entregó. En la redacción del escrito, colaboramos con un borrador en el que se detallaba cómo se configuraba el vicio y el perjuicio, el cual se usó como base fundamental para el escrito definitivo.

Sin embargo, no se logró el objetivo pues sólo se pudo contar con la firma de 38 convencionales, faltando 1 para completar el requisito exigido por la Constitución.

La falta de esa firma debe ser una señal de alarma para los que quieren que se respete el Estado de Derecho, ya que hemos visto que las divisiones políticas han sido más fuertes que el patriotismo.

Lanzamiento de nuestro documento «Límites: el problema del poder constituyente»

Este mes presentamos un nuevo documento redactado por Ignacio Suazo y Vicente Hargous, miembros del equipo de investigación de nuestra Corporación, en el cual abordan la esfera de competencia propia de la Convención y cómo actuar en caso de que ella no sea respetada. En medio de la discusión constitucional en la que nos encontramos, este texto cuestiona la difundida tesis de ciertos sectores políticos, según la cual la Convención sería el cauce del poder constituyente originario, con la idea refundacional de un nuevo pacto social. Esto como si la Convención fuese absolutamente soberana, con todas las consecuencias prácticas que se ven implicadas en esa visión. Frente a esta postura, nuestro informe señala la existencia de ciertos límites jurídicos que tiene la Convención, que van desde algunos marcados por tratados internacionales, la naturaleza de las cosas, pasando por el acuerdo del 15 de noviembre, hasta el texto de la Constitución vigente. No es, sin embargo, un texto puramente teórico, pues busca además reflexionar también sobre las posibles vías de reclamación ante eventuales extralimitaciones de la Convención Constituyente.

Asistieron al lanzamiento de este informe la Convencional del distrito 22, Ruth Hurtado, el profesor de Derecho Constitucional de la UC, Alberto Vergara, y el ex decano y actualmente profesor de la Facultad de Comunicaciones de la Universidad de los Andes, Juan Ignacio Brito. Durante dicho evento, los tres expositores hicieron presentes las extralimitaciones que a su juicio ya se han producido al interior de la Convención, así como también el rol preponderante que jugará la opinión pública para que la Convención, al menos por razones políticas, respete su propia esfera de competencia y no se exceda en el ejercicio de sus funciones.

Próximamente lanzaremos un video promocional con una síntesis de este interesante encuentro.

Puedes acceder a nuestro informe haciendo click aquí.

Inadmisibilidad de veto

A continuación les dejamos disponible esta carta al director de Daniela Constantino, publicada por La Tercera el 1 de septiembre. En ella Daniela reprocha la irracionalidad de aprobar la inadmisibilidad del veto presidencial al Proyecto de Garantías de la Niñez.

SEÑOR DIRECTOR

Ayer, con 23 votos a favor y 18 votos en contra, el Senado de la República declaró inadmisible el veto al proyecto de ley sobre Garantías de la Niñez.

El artículo 32 de la Ley Orgánica del Congreso establece que un veto será admitido cuando tenga relación directa con las ideas matrices del proyecto de ley vetado o cuando las ideas contenidas en el veto hubiesen sido consideradas en el menaje respectivo.

En el presente caso, de la simple lectura y análisis del veto se desprende que guarda directa relación con las ideas matrices de este proyecto. Defender lo contrario es simplemente incomprensible.

No obstante, el Senado, al igual que la Cámara de Diputados, declaró inadmisible la totalidad del veto sin ofrecer ningún argumento jurídico o racional en tal sentido. Esto es gravísimo pues, a través de subterfugios, incumple la ley, demostrando, otra vez, que cuando el enfoque es ideológico entonces el fin sí justifica los medios.

Daniela Constantino Llaven

Asesora Legislativa

Corporación Comunidad y Justicia

Acerca de la Pascendi

Este jueves 8 de septiembre, la Iglesia no sólo celebra la fiesta de la natividad de la Virgen María, sino también en aniversario número 114 de la promulgación de la Encíclica Pascendi, donde el Papa San Pío X crítica el modernismo. Y para entender a qué se refiere este pontífice con «modernismo», les dejamos una pequeña selección de extractos de la citada encíclica.

“Al oficio de apacentar la grey del Señor que nos ha sido confiada de lo alto, Jesucristo señaló como primer deber el de guardar con suma vigilancia el depósito tradicional de la santa fe, tanto frente a las novedades profanas del lenguaje como a las contradicciones de una falsa ciencia. No ha existido época alguna en la que no haya sido necesaria a la grey cristiana esa vigilancia de su Pastor supremo; porque jamás han faltado, suscitados por el enemigo del género humano, «hombres de lenguaje perverso»1Hch 20,30 «decidores de novedades y seductores»2 Tit 1,10, «sujetos al error y que arrastran al error».»32 Tim 3,13. (Intro.)

«Hablamos, venerables hermanos, de un gran número de católicos seglares y, lo que es aún más deplorable, hasta de sacerdotes, los cuales, so pretexto de amor a la Iglesia, faltos en absoluto de conocimientos serios en filosofía y teología, e impregnados, por lo contrario, hasta la médula de los huesos, con venenosos errores bebidos en los escritos de los adversarios del catolicismo, se presentan, con desprecio de toda modestia, como restauradores de la Iglesia, y en apretada falange asaltan con audacia todo cuanto hay de más sagrado en la obra de Jesucristo, sin respetar ni aun la propia persona del divino Redentor, que con sacrílega temeridad rebajan a la categoría de puro y simple hombre.» (Párr. 1)

“(…) ellos traman la ruina de la Iglesia, no desde fuera, sino desde dentro: en nuestros días, el peligro está casi en las entrañas mismas de la Iglesia y en sus mismas venas; y el daño producido por tales enemigos es tanto más inevitable cuanto más a fondo conocen a la Iglesia. Añádase que han aplicado la segur no a las ramas, ni tampoco a débiles renuevos, sino a la raíz misma; esto es, a la fe y a sus fibras más profundas. Mas una vez herida esa raíz de vida inmortal, se empeñan en que circule el virus por todo el árbol, y en tales proporciones que no hay parte alguna de la fe católica donde no pongan su mano, ninguna que no se esfuercen por corromper. Y mientras persiguen por mil caminos su nefasto designio, su táctica es la más insidiosa y pérfida. Amalgamando en sus personas al racionalista y al católico, lo hacen con habilidad tan refinada, que fácilmente sorprenden a los incautos”. (Párr. 2)

“Los modernistas establecen, como base de su filosofía religiosa, la doctrina comúnmente llamada agnosticismo. La razón humana, encerrada rigurosamente en el círculo de los fenómenos, es decir, de las cosas que aparecen, y tales ni más ni menos como aparecen, no posee facultad ni derecho de franquear los límites de aquéllas. Por lo tanto, es incapaz de elevarse hasta Dios, ni aun para conocer su existencia, de algún modo, por medio de las criaturas: tal es su doctrina. De donde infieren dos cosas: que Dios no puede ser objeto directo de la ciencia; y, por lo que a la historia pertenece, que Dios de ningún modo puede ser sujeto de la historia.” (Párr. 4)

“El tránsito (…) [de la inmanencia vital al agnosticismo] es como sigue: natural o sobrenatural, la religión, como todo hecho, exige una explicación. Pues bien: una vez repudiada la teología natural y cerrado, en consecuencia, todo acceso a la revelación al desechar los motivos de credibilidad; más aún, abolida por completo toda revelación externa, resulta claro que no puede buscarse fuera del hombre la explicación apetecida, y debe hallarse en lo interior del hombre; pero como la religión es una forma de la vida, la explicación ha de hallarse exclusivamente en la vida misma del hombre. ”(Párr. 5)

“¡Cúmulo, en verdad, infinito de sofismas, con que se resquebraja y se destruye toda la religión!” (Párr. 10)

“Ciegos, ciertamente, y conductores de ciegos, que, inflados con el soberbio nombre de ciencia, llevan su locura hasta pervertir el eterno concepto de la verdad, a la par que la genuina naturaleza del sentimiento religioso: para ello han fabricado un sistema «en el cual, bajo el impulso de un amor audaz y desenfrenado de novedades, no buscan dónde ciertamente se halla la verdad y, despreciando las santas y apostólicas tradiciones, abrazan otras doctrinas vanas, fútiles, inciertas y no aprobadas por la Iglesia, sobre las cuales —hombres vanísimos— pretenden fundar y afirmar la misma verdad4Gregorio XVI, enc. Singulari Nos, 25 junio 1834.. Tal es, venerables hermanos, el modernista como filósofo.” (Párr. 11)

«El filósofo [modernista] afirma: el principio de la fe es inmanente; el creyente añade: ese principio es Dios; concluye el teólogo: luego Dios es inmanente en el hombre. He aquí la inmanencia teológica. De la misma suerte es cierto para el filósofo que las representaciones del objeto de la fe son sólo simbólicas; para el creyente lo es igualmente que el objeto de la fe es Dios en sí: el teólogo, por tanto, infiere: las representaciones de la realidad divina son simbólicas. He aquí el simbolismo teológico. (párr. 18)

«así los sacramentos se ordenan al sentimiento religioso: nada más. Hablarían con mayor claridad si afirmasen que los sacramentos se instituyeron únicamente para alimentar la fe; pero eso ya lo condenó el concilio de Trento5Sess. 7. De sacramentis in genere can. 5: «Si alguno dijere que estos sacramentos no fueron instituidos sino sólo para alimentar la fe, sea excomulgado».» (Párr. 20)

«Algo hemos indicado ya sobre la naturaleza y origen de los libros sagrados. Conforme al pensar de los modernistas, podría no definirlos rectamente como una colección de experiencias, no de las que estén al alcance de cualquiera, sino de las extraordinarias e insignes, que suceden en toda religión. (…) Eso cabalmente enseñan los modernistas sobre nuestros libros, así del Antiguo como del Nuevo Testamento.» (Párr. 21)

«(…) así como se dice que la Iglesia nace de la colectividad de las conciencias, por igual manera la autoridad procede vitalmente de la misma Iglesia. La autoridad, pues, lo mismo que la Iglesia, brota de la conciencia religiosa, a la que, por lo tanto, está sujeta: y, si desprecia esa sujeción, obra tiránicamente. Vivimos ahora en una época en que el sentimiento de la libertad ha alcanzado su mayor altura. En el orden civil, la conciencia pública introdujo el régimen popular. Pero la conciencia del hombre es una sola, como la vida. Luego si no se quiere excitar y fomentar la guerra intestina en las conciencias humanas, tiene la autoridad eclesiástica el deber de usar las formas democráticas, tanto más cuanto que, si no las usa, le amenaza la destrucción.» (Párr. 22)

«Hay aquí un principio general [para los modernistas]: en toda religión que viva, nada existe que no sea variable y que, por lo tanto, no deba variarse. De donde pasan a lo que en su doctrina es casi lo capital, a saber: la evolución. Si, pues, no queremos que el dogma, la Iglesia, el culto sagrado, los libros que como santos reverenciamos y aun la misma fe languidezcan con el frío de la muerte, deben sujetarse a las leyes de la evolución. No sorprenderá esto si se tiene en cuenta lo que sobre cada una de esas cosas enseñan los modernistas.» (Párr. 25)

“Pretenden asimismo que se debe variar la influencia del gobierno eclesiástico en los negocios políticos y sociales, de suerte que, al separarse de los ordenamientos civiles, sin embargo, se adapte a ellos para imbuirlos con su espíritu.”(Párr. 37)

“Piden que el clero se forme de suerte que presente su antigua humildad y pobreza, pero que en sus ideas y actuación se adapte a los postulados del modernismo.”(Párr. 37)

“¿Qué queda, pues, intacto en la Iglesia que no deba ser reformado por ellos y conforme a sus opiniones?” (Párr. 37)

“(…) cuando tratamos del modernismo, no hablamos de doctrinas vagas y sin ningún vínculo de unión entre sí, sino como de un cuerpo definido y compacto, en el cual si se admite una cosa de él, se siguen las demás por necesaria consecuencia. Por eso hemos procedido de un modo casi didáctico, sin rehusar algunas veces los vocablos bárbaros de que usan los modernistas.” (Párr. 38)

“Pero, por ahora, baste lo dicho para mostrar claramente por cuántos caminos el modernismo conduce al ateísmo y a suprimir toda religión. El primer paso lo dio el protestantismo; el segundo corresponde al modernismo; muy pronto hará su aparición el ateísmo.” (Párr. 40)

«Inadmisibilidad de veto»

Les dejamos a continuación una carta de nuestra integrante del equipo legislativo, Daniela Constantino, publicada este jueves 2 de septiembre. En ella se critica (una vez más) el mal uso que se hace de la inadmisibilidad a los vetos presidenciales.

SEÑOR DIRECTOR

Ayer, con 23 votos a favor y 18 votos en contra, el Senado de la República declaró inadmisible el veto al proyecto de ley sobre Garantías de la Niñez.

El artículo 32 de la Ley Orgánica del Congreso establece que un veto será admitido cuando tenga relación directa con las ideas matrices del proyecto de ley vetado o cuando las ideas contenidas en el veto hubiesen sido consideradas en el menaje respectivo.

En el presente caso, de la simple lectura y análisis del veto se desprende que guarda directa relación con las ideas matrices de este proyecto. Defender lo contrario es simplemente incomprensible.

No obstante, el Senado, al igual que la Cámara de Diputados, declaró inadmisible la totalidad del veto sin ofrecer ningún argumento jurídico o racional en tal sentido. Esto es gravísimo pues, a través de subterfugios, incumple la ley, demostrando, otra vez, que cuando el enfoque es ideológico entonces el fin sí justifica los medios.

Daniela Constantino Llaven

Asesora Legislativa

Corporación Comunidad y Justicia

Una victoria en la lucha por la vida de los más débiles

El mes de agosto estuvo marcado por muchos debates de enorme relevancia para la dignidad humana. El más relevante de todos fue el fin de la discusión en la Comisión de Mujer de la Cámara de Diputados acerca del proyecto de ley de aborto libre hasta las 14 semanas, el cual afortunadamente fue rechazado. Nuestra Corporación participó activamente sugiriendo invitados, exponiendo ante la comisión y asesorando directamente a algunas diputadas involucradas. 

A diferencia de lo que muchas veces suele ocurrir en otros proyectos tan relevantes como este, en este caso vimos con alegría que la comisión rechazó en general el proyecto de ley, el 9 de agosto recién pasado. En el marco de dicha sesión, hubo intervenciones notables de varias diputadas ―de distintos sectores políticos― que defendieron con valentía y firmeza la vida del que está por nacer. Así, la diputada María José Hoffmann (UDI) señaló que “la guaguita, la persona en gestación, es un ser vivo de naturaleza humana desde su concepción, es decir, es un ser humano distinto a la madre”, destacando además que eso no tiene que ver con fundamentos de tipo puramente religioso. 

Por su parte, la diputada Karin Luck (RN) agregó que “la importancia que siempre le hemos dado a la vida parte precisamente por protegerla desde sus etapas más vulnerables, y que (…) ese valor no es algo que podamos ir recortando (…) o eliminando de acuerdo a los cambios políticos, sociales y económicos: es algo que tenemos que defender siempre”. 

La diputada Francesca Muñoz (RN) incorporó en su intervención que este proyecto se dirige a avanzar hacia el aborto libre, “eliminando la protección que la ley otorga a los más indefensos”, siendo que el centro de la discusión “debe estar en la protección de la mujer y su hijo o hija que está en el vientre”; finalizó sus palabras señalando que “el aborto nunca será la solución”. 

La diputada Ximena Ossandón (RN) explicitó que “este no es un tema de religión”, sino que “tiene relación con la concepción que uno tenga y el valor que uno le dé a la vida”; además, “estar contra el aborto no es estar contra la mujer, de ninguna manera: (…) es ponerse siempre del lado del más frágil, del niño que está por nacer y también de esa mujer que se está enfrentando a una situación tremendamente compleja”. 

A continuación, la diputada Joanna Pérez (DC) se refirió a que “siempre he defendido la vida, desde su concepción hasta su término, (…) y por tanto también respetamos siempre los derechos humanos y hemos sido muy categóricos en aquello, buscando siempre resguardar el derecho a la vida”. 

Por último, la diputada Virginia Troncoso (independiente), señaló al votar en contra que “el aborto nunca va a ser una solución para la mujer”, y que aquí lo que falta es educar acerca de “lo que significa un aborto”.

Este rechazo no significa que el proyecto termine su tramitación, sino que constituye una recomendación de la Comisión de Mujer para que la Sala de la Cámara rechace esta iniciativa. Viene a ser un antecedente político de enorme relevancia en lo sucesivo.

Si te interesa revisar la sesión completa, puedes verla aquí.

Exposición ante la Comisión de Derechos Humanos de la Convención Constitucional

Este 17 de agosto, nuestro Director Ejecutivo, Álvaro Ferrer, expuso ante la ya mencionada comisión sobre la fiilosofía subyacente que debiese orientar la redacción del reglamento en cuestión.

Honorables miembros de la Comisión de DDHH Convención Constitucional de Chile Muy buenas tardes.

Agradezco a esta Comisión la oportunidad para exponer. Comparezco en representación de la Corporación Comunidad y Justicia, y en mi calidad de profesor de Filosofía del Derecho:

1. En 1905 se escribió lo siguiente: “Supongamos que se produce en la calle una gran agitación por alguna cosa, digamos por un farol de gas que muchas personas de influencia desean hacer desaparecer. A un fraile franciscano, que es el espíritu de la Edad Media, se le pide opinión sobre el particular, y él empieza a decir en la forma árida de los escolásticos: «Consideremos ante todo, hermanos míos, el valor de la Luz. Si la Luz es buena en sí…» Al llegar a este punto, lo echan, algo disculpablemente, al suelo. Toda la gente quiere ganar el farol, el farol queda derribado en diez minutos, y todos se felicitan mutuamente por su practicidad nada medieval. Pero resulta que después las cosas no marchan tal fácilmente. Algunos habían derribado el farol porque querían la luz eléctrica; otros, porque necesitaban hierro viejo; otros, porque deseaban la obscuridad, porque sus actos eran malvados. Algunos no dieron suficiente importancia al farol, otros le dieron demasiada; unos actuaron sólo porque querían inutilizar un servicio municipal, los demás por destruir algo. Y se produjo la guerra en la noche, dándose palos de ciego. Así, gradual e inevitablemente, hoy, mañana o el día siguiente, vuelve la convicción de que el fraile franciscano estaba al fin y al cabo en lo cierto, y que todo depende de cuál es la filosofía de la Luz. Sólo que aquello que habríamos podido discutir a la luz del farol de gas, ahora vamos a tener que discutirlo en la oscuridad”. La cita es de Chesterton en su libro Herejes. La oscuridad se instala cuando se abandona la pregunta sobre qué son las cosas, reemplazándola por la voluntad de dominación.

2. Conviene hacer un alto y preguntarse en materia de derechos humanos cuál es su filosofía subyacente… porque la experiencia nos ha enseñado, una y otra vez, que las malas ideas se visten de “ángel de luz”… instalándose por medio de una retórica rimbombante, grandilocuente, hoy incuestionable, axiomática y, a veces, sofista.

3. Este es el problema nada menos que del discurso de los derechos humanos. Conviene, entonces, examinar brevemente –sobre todo de cara a la redacción de un texto constitucional- si tal discurso nos permite discutir a la luz del farol de gas o, en cambio, en una oscuridad ideológica. A este respecto, quiero plantear una crítica y una propuesta.

4. El tiempo no me permite desarrollar la crítica más que a través de ciertas preguntas: a. Las proclamaciones de libertad e igualdad universales, ¿coinciden con las exigencias de justicia en concreto, encarnada en las relaciones de personas reales y no ideales? b. Las declaraciones de los derechos subjetivos (usualmente de inspiración racionalista y emancipadora que irónicamente se arrodilla ante la diosa llamada autonomía), ¿en qué se distinguen de meros deseos y aspiraciones cuya exigibilidad jurídica viene determinada por el poder transitorio que impone una mayoría contingente? c. Los catálogos cada vez más extensos de derechos que pretenden limitar la intervención estatal, ¿no concentran paradojalmente la totalidad del poder en el Estado garante, cuyas limitaciones no son más que las que él mismo decida darse en representación de la soberanía? d. En cuanto a la persona, ¿el discurso promueve el arquetipo del individuo soberano que escribe el guión de su propia vida amparado por las fronteras y límites de derechos que aseguran el reinado de su propio metro cuadrado, o la persona consciente de que la justicia no consiste en andar por la vida exigiendo y reclamando, sino en dar al otro lo que es suyo? e. Y respecto a las relaciones sociales y la vida en comunidad, ¿el discurso promueve el revanchismo de la eterna victimización, o la solidaridad que, de la mano del perdón, nos hace a todos responsables de todos de cara a un bien común?

5. Estas –y muchas otras- son preguntas básicas para revelar cuál es la “filosofía” que inspira el discurso vigente de los derechos humanos.

6. Sus consecuencias son reales y concretas; doy algunos ejemplos: bajo su advocación –llenándonos la boca (y a veces los bolsillos) con el mantra de la libertad, la igualdad y la fraternidad- es justo matar directa y deliberadamente a personas inocentes, indefensas y no nacidas; es justo obligar a quien en conciencia se opone a participar en ese acto; es justo que los niños desconozcan la autoridad de sus padres; es justo desechar a los enfermos terminales; es justo obligar a todos a subordinarse por completo a la percepción subjetiva de quien no se identifica con su corporeidad y biología; es justo que toda reunión afectivo-sexual sea reconocida como familia y tenga iguales derechos; es justo congelar y manipular personas humanas indefensas para satisfacer los deseos de terceros o de la ciencia; es justo usar el cuerpo de otro como un simple medio para el goce individual; es justo acallar -o cancelar- a cualquiera que por sus circunstancias se haya ubicado al lado equivocado de la historia -esa historia que a posteriori redacta la ortodoxia dominante-; es justo el enriquecimiento de uno a costa del empobrecimiento del otro pues basta la voluntad exenta de vicios en el imperio de una economía cuyo ethos es la prescindencia de toda ética -salvo, claro está, aquella utilitarista y pragmática-; es justo, en definitiva, legitimar las conductas a partir de ellas mismas pues la regla y medida no es otra que la propia autonomía, el deseo, el yo, mientras no dañe a terceros.

7. Pero, curiosamente, el mismo discurso de los derechos humanos considera injusto prohibir los actos contrarios a los antes referidos, e incluso, respecto de varios de ellos, considera injusto pensar y expresar el pensamiento en la dirección contraria. ¿Libertad de pensamiento y expresión; libertad de cátedra? Sí, pero mientras se subordine a la tolerancia intolerante. ¿Libertad de conciencia y religión? Sí, también, pero recluida al ámbito estrictamente privado, pues los monoteísmos auto convencidos de su verdad serían incompatibles con la razón pública en un Estado laico que cuando se trata de cristianos y católicos es rabiosamente laicista.

8. Como dice el jurista francés Gregor Puppinck en su reciente libro “Mi deseo es la ley”: “Los derechos humanos así entendidos deberían llamarse “los derechos del individuo contra todos”, porque funcionan según el principio liberal e individualista de la primacía del bien particular sobre el bien común. Su propósito es defender por principio la libertad individual indeterminada contra los obstáculos sociales. Estos obstáculos son cualquier cosa que limite la capacidad de los individuos para actuar desde el exterior”.

9. Se ve que esta retórica de los derechos humanos es servil y funcional a una sola agenda. No existe neutralidad. No existe imparcialidad. No existe igual consideración y respeto. Como dice Villey, los derechos humanos así entendidos son falsas promesas cuya abstracción los convierte en irreales, impotentes, indecentes, indeterminados, inciertos e inconsistentes, salvo, claro está, que quien los reclame e invoque suscriba la direccionalidad unívoca y maniquea del pensamiento ideológico conforme al cual, siempre, unos son más iguales que otros.

10. ¿Cómo se evita esta suerte de esquizofrenia? La respuesta es la propuesta: recuperando el sentido común. Como decía Chesterton, abandonando utopías y contemplando la realidad que nos mira a la cara, rescatando un concepto lastimosamente perdido hace mucho: encarnación.

11. No me refiero al dogma de fe, en el cual creo. Me refiero a la primacía de la persona humana. De la persona real, de carne y hueso, con cuerpo y alma, que existe por el don y para el don, cuyo anhelo profundo no es erigirse en individuo autónomo y aislado, soberano de derechos subjetivos, sino en cuidadano: único e irrepetible, de dignidad inconmensurable, y que con otros y para otros, alcanza su mayor realización espiritual y material en la vida en común.

12. Los derechos humanos son de la persona y a ella pertenecen. No a ideas o ideologías, ni a agendas ni comités, sean nacionales o internacionales. No son exclusivos de cierto sector oprimido o reprimido, o reconocido o galardonado. Son de todos, pues de lo contrario no son humanos, serían de nadie.

13. Los derechos humanos se fundan en la naturaleza humana de la persona humana. La redundancia es intencional y necesaria. Los derechos humanos son de cada individuo de la especie humana, sin excepción, por el hecho de ser tal. Son pre-positivos. No dependen de ningún acuerdo ni pacto ni revolución ni refundación. Se reconocen, no se crean ni se negocian.

14. Y porque son de la persona, entonces, a ella sirven y han de servir. Pero en la realidad, no en el papel. La primacía de los derechos humanos no depende, por tanto, de su consagración en la norma fundamental o vértice de la pirámide, sino de la primacía de la persona y su dignidad. De toda persona y su dignidad intrínseca, y no de algunas por sus características accidentales y contingentes, como su posición o posesión, como su poder o influencia, como su victimización o persecusión.

15. Esta es la propuesta encarnada de los derechos humanos: a. La que procura el bien integral de la persona -de cada persona, de toda persona incluyendo su dimensión espiritual y trascendente, sin reduccionismos inmanentistas y materialistas; b. La que distingue entre persona y sus actos, y respecto a éstos, a su vez, entre buenos y malos, justos e injustos, legítimos e ilegítimos; c. La que, habiendo distinguido, defiende lo que es justo y no lo meramente popular; d. La que sabe ponderar, deliberar y decidir sobre acciones humanas concretas, no sobre la posición abstracta que tal o cual derecho -es decir, tal o cual papeltiene sobre o bajo otro; e. La que persigue la comunión y no la exclusión; f. En definitiva, la que por ser conforme a la persona promueve el Bien Común, los modos de relación virtuosos, y sobre todo, la amistad.

16. Y este es el requisito de la propuesta: menos abstracción y más encarnación. Más sentido común. Es preciso recuperar el discurso de los derechos humanos, abandonando la retórica de la emancipación racionalista-ilustrada, reemplazándola por la fundamentación realista, ordinaria, natural. El esfuerzo no es menor: las palabras son signos de los conceptos, y éstos lo son de la realidad. Por ello es que la manipulación de las palabras nos puede alejar tanto de lo real: el lenguaje, así, se trasforma en la cárcel del pensamiento. Pensar los derechos humanos en clave encarnada requiere una profunda liberación.

17. Decía Cervantes: la pluma es lengua del alma: cuales fueren los conceptos que en ella se engendraren, tales serán sus escritos… Espero y confío que esta Convención logre escribir un texto constitucional engendrado con la mejor pluma: la del alma de Chile, donde no se respetan abstracciones utópicas sino a las personas, su naturaleza corpóreo-espiritual y los derechos esenciales que emanan de ella.

«Fracasados»

Sólo es posible sopesar adecuadamente nuestras acciones a la luz de los fines hacia los que ellas tienden. Teniendo esto en mente, nuestro director ejecutivo, Álvaro Ferrer, escribe una reflexión sobre el verdadero sentido del éxito, a la luz de la fiesta de la Asunción.

En su poema “La balada del caballo blanco” (1911), Chesterton (otra vez) nos muestra -como decía El Principito- que lo esencial es invisible a los ojos; que nuestros éxitos (no tanto así los fracasos) apenas rozan la superficie de la realidad; que debemos librar las batallas (especialmente las que nadie más da) con perspectiva trascendente porque, como él repetía, “la única manera de no perder la lógica es conservando la mirada teológica”.

Allí, el derrotado rey Alfredo le pregunta a la Madre de Dios si la victoria será suya: “shall we come home at last?1“¿Volveremos a casa al final?” La respuesta de María es chocante para nuestra cultura aburguesada, exitista y pusilánime:

But the men signed of the cross of Christ
Go gaily in the dark.2“Pero los hombres inscritos en la cruz de Cristo.
Van alegremente en la oscuridad.»

(…)

«But you and all the kind of Christ
Are ignorant and brave,
And you have wars you hardly win
And souls you hardly save. 3“Pero tú y todos quienes son de Cristo.
Son ignorantes y valientes, Tú tienes guerras que arduamente has de ganar.
Y almas que arduamente has de salvar.”

(…)

«Night shall be thrice night over you,
And heaven an iron cope.
Do you have joy without a cause,
Yea, faith without a hope?» 4«La noche será tres veces noche sobre ti.
Y el Paraíso, una copa de hierro.
¿Tienes alegría sin causa?
Sí ¿Fe sin esperanza?”

Las palabras de la Virgen son fiel reflejo del misterio del mal en el mundo, donde la oscuridad se impone y parece que el triunfo -a diario- es del desorden, la injusticia, la aberración y la tontera. Con ello -y no a pesar de ello- el futuro debe enfrentarse con valentía y alegría -¡contento, Señor, contento!- como corresponde a todo buen caballero, aunque no se vea por dónde y el cálculo políticamente correcto concluya que la huída -el rodeo que no hizo el buen samaritano- es el camino razonable para conservar la apariencia y una frívola despreocupación autocomplaciente.

Fue así como el rey emprendió la batalla, sin certezas humanas -salvo que la contienda era desigual- sin prometer victorias ni consuelos, ni bonos ni reconocimientos; con un currículum lleno de fracasos y derrotas; sólo de la mano de María:

«Out of the mouth of the Mother of God
Like a little word come I;
For I go gathering Christian men
From sunken paving and ford and fen,
To die in a battle, God knows when,
By God, but I know why.«
(…)

«I am that oft-defeated King
Whose failure fills the land,
Who fled before the Danes of old,«
(…)

«But out of the mouth of the Mother of God
I have seen the truth like fire,
This—that the sky grows darker yet
And the sea rises higher.»5“De la boca de la Madre de Dios
Como una palabrita vengo yo;
Porque voy juntando hombres cristianos,
De pavimento hundido y vado y pantano,
Para morir en una batalla, Dios sabe cuando
Por Dios, pero sé por qué.
«Yo soy ese Rey a menudo derrotado
Cuyo fracaso llena la tierra,
Que huyó ante los daneses de antaño,
Pero de la boca de la Madre de Dios
He visto la verdad como fuego,
Esto–que el cielo se oscurece aún más
Y el mar sube más alto”.

La batalla de Ethandune estaba perdida y en el instante previo a la derrota total, el rey volvió a ver a María y presenció como Ella logró lo imposible. La batalla fue ganada nada menos que con la conversión del rey enemigo. Así (no hay otra fórmula) se alcanzó la paz.

Nuestra vida es este campo de batalla. Chesterton pensaba que sólo así recuperaremos su belleza: plantándonos firmes de cara a la realidad, separando la paja del trigo, logrando que el mal y el bien se distingan y reconozcan como lo que son: irreductiblemente contrarios, uno accidental, el otro substancial. Y el realismo frente a la realidad, sin perjuicio del optimismo metafísico, muestra que marchamos a pie firme al despeñadero, con alegrías vanas y sin causa, confiados sin genuinas esperanzas, enfrentando bárbaros y barbaridades cuyo objetivo decidido no se oculta tras el arcoíris que se extiende al compás de un pseudo orgullo, de la mano del para nada inocentón “mari mari” que subvierte la tradición y el cristianismo en que ella se funda y sostiene.

Nada humano servirá de consuelo, por segura que resulte la posición y abundante la posesión. Todo es Gracia. Y sin embargo, se espera de nosotros nuestro mejor esfuerzo. Nuestros cinco panes y dos peces. Nuestras miserias, caídas y derrotas. Nuestra fidelidad en lo poco. Día a día dar el buen combate revestidos con la armadura de Dios que es dejarse abrazar por ella, María.

En la fiesta de la Asunción miremos a la Madre de Dios, recordemos que estamos de paso, que nuestro destino es trascendente y que vale la pena todo esfuerzo y fracaso humano -pasado, presente y futuro- porque la batalla final ya fue ganada: Cristo resucitó.

«Objetos o sujetos de derecho» por Rosario Corvalán

Este sábado 31 de agosto, La Tercera publicó una carta a nuestra integrante del Área Legislativa, Rosario Corvalán. En ella responde al abogado Nicolás Ibañez, quien -a través del mismo medio- el jueves 29 realizó dos objeciones a quienes se oponen al Proyecto de Ley de Garantías de la Niñez.


Señor director:
En su carta del jueves, Nicolás Ibáñez repite parte de los eslóganes que se han usado en el
Congreso para argumentar a favor del proyecto de ley de Garantías de la Niñez. Señala que
el proyecto permite “dar trato de sujetos de derecho a niños, niñas y adolescentes”. Dicha
aseveración carece de sentido jurídico y lógico, porque tanto el derecho internacional como
interno han reconocido hace años la calidad de sujeto de derechos de todas las personas,
existiendo incluso cuerpos legales que protegen específica y especialmente a los niños,
además de principios generales del derecho que buscan ese mismo objetivo, como el
principio de su interés superior.
Luego, menciona que quienes nos oponemos al proyecto caemos en el error de entender
como opuestos la autonomía progresiva y la autoridad de los padres. En realidad, ese es
precisamente el error de quienes impulsan el proyecto, pues se pretende consagrar un
catálogo de supuestos derechos que protejan al niño de la autoridad de los padres, como si
la autonomía progresiva fuese una especie de proceso de liberación de ese yugo autoritario.
El interés superior del niño exige que se respete el derecho preferente y deber de sus
padres a educarlos, sin limitaciones legales ni ideológicas a priori.


Rosario Corvalán Azpiazu
Área legislativa Corporación Comunidad y Justicia

Scroll hacia arriba