En este breve testimonio, nuestro director, Tomás Henríquez, recuerda sus primeros años de Comunidad y Justicia como Director ejecutivo.
Cuando miembros del equipo ejecutivo de Comunidad y Justicia me abordaron para pedirme que escribiera estas líneas sobre el inicio de nuestro proyecto, la primera palabra que vino a mi mente fue “providencia”. Creo que ese es indudablemente el concepto que mejor describe el tránsito de nuestra organización desde su fundación a la actualidad. Una historia absolutamente marcada por la conminación del Evangelio a buscar el reino de Dios y su Justicia, y confiar en que todo lo demás será añadido por su Providencia.
El primer y más claro ejemplo de cómo la providencia ha empujado la construcción de Comunidad y Justicia vino en su etapa embrionaria. En 2013 teníamos claro que el éxito del proyecto dependía de que uno de sus fundadores pudiera dedicarse a tiempo completo a buscar apoyos para su subsistencia, al mismo tiempo que realizar nuestro trabajo de abogacía de interés público en tribunales, el Congreso y ante el resto de la administración del Estado. Pero eso exigía recursos para partir.
«Cuando miembros del equipo ejecutivo de Comunidad y Justicia me abordaron para pedirme que escribiera estas líneas sobre el inicio de nuestro proyecto, la primera palabra que vino a mi mente fue “providencia”. Creo que ese es indudablemente el concepto que mejor describe el tránsito de nuestra organización desde su fundación a la actualidad.»
El directorio de la época tuvo la visión y la confianza en Dios para propiciar que yo, como primer director ejecutivo, pudiera renunciar a mi trabajo y ser el primer miembro del equipo ejecutivo de la corporación. Una vez que se había ahorrado el salario de un mes -gracias a los aportes de los directores y nuestro primer donante, el profesor Mario Correa Bascuñan-, el compromiso adoptado fue que yo aceptaría la tarea, a cambio de que los directores donarían de su propio bolsillo el dinero para cubrir los siguientes meses, si es que no encontraba fondos por mi cuenta. Así se gatilló mi llegada a la dirección ejecutiva a tiempo completo. Y como algunos saben, los directores de Comunidad y Justicia nunca tuvieron que recurrir a sus propios fondos para la supervivencia de la Corporación desde aquel entonces. Desde ese día y en adelante, nunca nos ha faltado para pagar el salario justo a todos quienes han tenido la valentía y generosidad para trabajar acá.
Durante estos 8 años, la historia siempre ha sido la misma. La confianza en Dios y la consagración de nuestro trabajo a él, rogándole para que sepamos conocer y amar su voluntad, incluyendo el sostener a la corporación (siempre le hemos pedido a Dios que, si no es su voluntad que Comunidad y Justicia siga, lo destruya), ha resultado en que, incluso en los momentos más difíciles, el dinero necesario siempre ha aparecido de alguna u otra forma. Eso mismo nos ha llevado desde nuestra primera oficina de una sola pieza (cuyos muebles de oficina consistían en tablones y retazos de madera comprados en Homecenter y apernados artesanalmente) y sin puerta del baño, a las actuales oficinas, infinitamente más cómodas. O al paulatino crecimiento del equipo ejecutivo, que nos ha permitido aumentar nuestra presencia en el Congreso Nacional o la cantidad de horas hombres dedicadas a cada proyecto.
Por supuesto, la Providencia no se ha materializado a través de la aparición mágica de fajos de dinero desde la nada. Ella se ha traducido, en realidad, en la generosidad exhibida por ustedes, quienes leen estas líneas, que han confiado primero en una idea, y luego en el trabajo exhibido, para darnos la oportunidad y bendición de levantarnos todos los días y trabajar por defender la justicia y el reino de Dios. Por eso y mucho más, ¡Gracias!