La siguiente carta, publicada este viernes 3 de julio por El Mercurio, es un excelente aporte al debate sobre el Proyecto de Ley de Garantías de la Niñez. La invitamos a leer a continuación.
Señor Director:
Respecto del interesante debate sobre los derechos de los niños y la autorización de estos para asistir a marchas “pacíficas”, quisiera compartir una preocupación.
Todos hemos visto cómo tantas marchas que comienzan pacíficamente terminan no siéndolo, al ser instrumentalizadas por violentistas. ¿Quién asume la responsabilidad por la seguridad de esos niños si sus padres ya carecen de autoridad? ¿Cuánto más se complejizará la acción policial ante la presencia de niños desprotegidos?
La extrema polarización, que tanto daño le ha causado a nuestro país en los últimos 50 años, puede encontrar tierra fértil en esas personitas aún en proceso de maduración. Para un niño vulnerable ir a una gran marcha significa hacerse parte de algo épico, emocionante, donde la adrenalina lo puede llevar a repetir consignas ajenas odiando apasionadamente a quienes se les opongan. Si se vuelve violenta, aún más delirante e inolvidable podrá ser la aventura para un niño aún incapaz de medir los riesgos cuya inmadurez lo puede llevar a tomar, abrazando tempranamente banderas que, sin entender del todo, le hacen sentirse parte de algo más grande, una causa, una tribu.
La temprana ideologización, cuando es principalmente emocional más que racional, se transforma en una especie de fe, una religión contra la cual la razón nada puede. Es un camino filoso que estamos comenzando a ver con formuladores de políticas que confían cada vez más en sus emociones personales para tomar decisiones que deberían basarse solo en la razón y en aquellos marcos legales y jurídicos acordados que son la base de nuestra estabilidad institucional.
Si hasta ahora nos ha costado tanto entendernos, cuando incluso la pandemia y el hambre no han sido razón suficiente para dejar de perder el tiempo en zancadillas y en dispararnos a los pies, incapaces de dejar ideologías de lado para enfrentar la adversidad unidos como nación, ¿qué futuro podemos esperar si dejamos a las futuras generaciones a la deriva sin la orientación y valores familiares? Es cierto que la violencia intrafamiliar es una lacra para el país, pero no es excusa, podemos luchar por erradicarla sin exponer innecesariamente a nuestros frágiles niños.
No sigamos sembrando las semillas de la violencia, soledad y antagonismo. Cuidemos a los niños, que son el futuro de nuestra nación.