Les dejamos a continuación la columna de Vicente Hargous, Investigador de nuestra Corporación publicada el 21 de mayo en El Mostrador.
―«Lo que pasa es que no sabes economía: así funciona el mercado». Respuesta usual de los paladines del neoliberalismo frente a quienes osan criticar el mecanismo principal que mueve las estructuras de su sistema: la usura. Una burda falacia ad hominem (tildar de ignorante al disidente) seguida de otra más elaborada, cuya frecuencia revela los puntos ciegos de la derecha liberal y la estrechez de visión de ella para comprender fenómenos sociales, al procesar toda su complejidad con códigos económicos (similar a la ceguera de la izquierda progresista para comprender la centralidad de la familia en el orden social).
―«La economía es así: todas las inversiones usan intereses». Eso es falso; también existen, por ejemplo, inversiones mediante compras de acciones. Pero más allá de ese detalle, la economía no lo resuelve todo. Ella tiene, desde luego, un lugar en esta discusión: describe ciertos procesos sociales, es decir, estudia lo que de hecho suele ocurrir en las conductas económicas (libres) de las personas, ciertas tendencias, con modelos de predicción matemáticos. Este conocimiento es real, pero incompleto, pues toda acción humana, voluntaria, puede ser justa o injusta. Los economistas afirman la tendencia a que los acreedores actúen de una manera determinada si se les prohíbe cobrar intereses más altos a los pobres (el «interés por riesgo», usura que clama al Cielo por su aberrante injustificación), pero de ahí no se sigue ―ni es posible que se siga― que lo que de hecho ocurre sea justo. De esta manera, que el interés tenga un impacto económico nada dice de su licitud: lo esencial a cada acción humana en materias económicas está definido por la justicia o injusticia del intercambio (no sólo de la «justicia social», tan repudiada por los liberales, sino por estricta justicia conmutativa).
―«Esta es una cuestión técnica: así funciona el sistema económico»: ¿y el narcotráfico? Contribuye a la libre circulación de los bienes, ¿es ético por eso? un narco puede comprar autos, casas, viajes y muchos bienes, que contribuirían a fomentar la producción económica… genera beneficios sociales, pero ¿cuánto daño genera a la familia, a la juventud y a la salud física y mental de las personas? Son cosas distintas, pero el argumento que se usa en el caso del préstamo a interés también se podría usar para justificar el narcotráfico.
―«Así es la economía: el interés por riesgo es necesario para que funcione»: ¿y la esclavitud no era necesaria en la Antigüedad? Es verdad que la economía chilena en su estado actual debe permitir la usura para presentar de manera competitiva sus portafolios de inversión, pero la esclavitud también era central en cualquier economía de la Antiguedad: las galeras funcionaban con esclavos remeros, las construcciones de ciudades y carreteras también usaban esclavos, al igual que la extracción de materias primas y un largo etcétera. Prohibir la esclavitud habría significado un encarecimiento de costos y una pérdida considerable de posición frente a otras naciones o ciudades, es decir, una pérdida económica (y más aún, prohibirla de la noche a la mañana habría llevado a un verdadero colapso económico)… pero eso, ¿justifica la esclavitud? ¿Dónde quedaría, así, la dignidad de la persona? El caso de la esclavitud no es idéntico al del préstamo a interés, por supuesto, pero de hecho se ha buscado justificar la esclavitud en otras épocas por razones económicas.
Esta falacia economicista ―«así funciona, así es, así se hace»― es una muestra de la conocida falacia naturalista, según la cual se extrae una conclusión normativa (un imperativo) a partir de premisas descriptivas. La pregunta no es si, de eliminarse una práctica injusta ―la usura―, se encarecen o no los costos o si hay pérdidas, sino si estamos frente a una economía humana. Al igual que con la esclavitud, es necesario retroceder paulatinamente hasta que la usura sea prohibida una vez más, para que tenga lugar una auténtica restauración del orden social y, usando las palabras del Papa Francisco, de una economía verdaderamente humana.