Author : Comunidad y Justicia

Vicente Hargous: “Política y religión”

Hoy 29 de junio es el día de San Pedro y San Pablo, cuyo feriado nacional tuvo lugar el lunes pasado. Su establecimiento como feriado nacional se explica porque el Estado de Chile quiso agradecer a Juan Pablo II por la mediación que evitó un conflicto armado con Argentina. El año 2021 se propuso -desde la izquierda y la derecha- derogar dicho feriado, para sustituirlo por un día dedicado a los pueblos indígenas.

En un comienzo parecía impopular oponerse a dicha medida, y no se alzaron contra ella políticos ni miembros de las élites… pero sí gente de condición humilde -sobre todo pescadores- cuya devoción no sabe del mito del progreso que presuntamente avanzaría de modo irreversible. Iván Flores (DC) lo destacó en su intervención el proyecto de ley: “No olvidemos que San Pedro y San Pablo no son sólo dos santos (…); son el ancla al que los pescadores y la gente de mar se aferra cuando tiene que salir a buscar el sustento. Es a ellos, a sus patronos, a quienes les pide que el mar sea generoso, que el mar les permita regresar con vida”.

El Estado liberal moderno implica una separación entre el pueblo y la política de partidos. Puede pasar -y así ocurre frecuentemente- que las élites políticas no comprendan las inclinaciones populares. Es cierto que muchas personas no son creyentes, y algunas sostienen hoy relatos morales que en otros tiempos eran impensables. Pero también es verdad que una parte no menor de las clases populares todavía vive con un sentido de trascendencia marcadamente religioso y tradicional, que no solamente se siente excluido del debate público, sino incluso atropellado. Desde el pedestal de la investidura de un cargo parece que el laicismo cosmopolita multicultural exigiría dejar atrás las tradiciones cristianas (particularmente las católicas), sin siquiera preguntarse qué sienten los cristianos -siguen siendo una parte muy considerable de la población- frente a la mentalidad de limitar al máximo su representación, sus expresiones culturales y su relevancia en el espacio público.

La religión no es solamente un asunto más en la vida de una persona, como la pertenencia a un equipo de fútbol, porque la espiritualidad es una dimensión profunda por la que la persona se comprende a sí misma y al mundo: lo trascendente no es un aspecto subjetivo, sino el fundamento mismo de todo lo real (por mucho que exista debate sobre tan difíciles asuntos en nuestra época, eso no les resta relevancia). Y cuando una persona canaliza dicha dimensión a través de la religión (y no de una mera creencia personal) le da un sentido a su vida y a su participación en la comunidad política. Dicho sentido es, hasta cierto punto, necesario para la plenitud humana (no en vano la Constitución vigente se refiere a la “mayor realización espiritual posible” de la persona, como un elemento del bien común).

Pero además la religión aporta múltiples externalidades positivas. Es cierto que el sentido trascendente no requiere de ellas para que sea necesario promoverlo y resguardarlo, pero sí es pertinente mencionarla para convencer a ciertos intelectuales obcecados en un laicismo sin arraigo popular. La forma de vincularse con el mundo de una persona cristiana que encarna vitalmente su fe impone a su conciencia exigencias religiosas (no puramente legales) para buscar el bien común, ser un ciudadano honesto y recto, cuidar a los más débiles, cumplir con sus deberes cívicos… en fin, aunque no cumpla con dichas exigencias (la religión no asegura a nadie el ser inmaculado), le entrega al ciudadano motivos para obrar bien.

Los beneficios sociales de la religión podrían ya inferirse de ahí por simple sentido común, y a nivel individual hay estudios recientes que confirman, de manera fehaciente, las ventajas que aporta la religión, incluso respecto de la salud física. Ya en 2001 un grupo de investigadores de la Mayo Clinic llegaron a concluir que quienes participan regularmente de algún culto tienden a tener tasas más bajas de mortalidad, menos ingresos hospitalarios e incluso una mejor función cardiovascular. En un sentido similar apuntan múltiples estudios posteriores a 2018 de Doug Oman, profesor de la Facultad de Salud Pública de la Universidad de Berkeley, y de David DeSteno, profesor de la Facultad de Psicología de la Northeastern University. Los estudios muestran de manera consistente que las personas que asisten regularmente a alguna iglesia -o al menos que adhieran a alguna religión (Dervic et al., 2004)- tienen menos probabilidades de suicidarse (Kay & Frances, 2006), entre otros múltiples beneficios para la salud mental (DeSteno, 2021).

Los datos nos muestran el aporte de la religión en la vida de las personas; la experiencia nos dice la necesidad de un sentido trascendente para la plenitud humana; y el sentir popular clama por un mayor reconocimiento de las propias raíces en su vertiente religiosa.

Frente a este panorama, el debate al interior del Consejo Constitucional debería plantear un modelo positivo, en el que la libertad religiosa no se agote en una mera tolerancia del Estado hacia las religiones (ni mucho menos a una igualación entre religiones y creencias, como ocurre con el anteproyecto de los expertos), sino que tienda a una promoción estatal de la libertad religiosa -sin coacción para adherir a una religión específica-, al mayor despliegue del hecho religioso y, sobre todo, a un reconocimiento explícito de la relevancia pública de la religión.

*Vicente Hargous es abogado de Comunidad y Justicia.

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¡Llegó la hora de firmar!

Los invitamos a firmar por nuestras cuatro Iniciativas populares de norma (IPN) para la eventual nueva Constitución, que buscan respetar y proteger los valores fundamentales de un orden político justo.

 Para firmar una IPN, solo tienen que seguir estos pasos: 

1. Entrar al link de la IPN que quieren apoyar: 

2. Hacer clic en el botón “Apoyar”. 

3. Hacer clic en el botón “Entrar”, luego en el botón “Iniciar sesión” y usar su RUT y Clave Única. 

4. Hacer clic en el botón “¡Confirmo mi Apoyo!” y listo.

Para que sean válidas, se requieren 10.000 firmas digitales de al menos cuatro regiones. Recuerden que se puede firmar un máximo de 10 IPN. 

Les pedimos que nos apoyen con sus firmas y que difundan estas iniciativas entre sus contactos. Tenemos pocos días para firmar (entre el 23 de junio y el 7 de julio). 

Roberto Astaburuaga: “Recepción de Iniciativas Populares de Norma”

SEÑOR DIRECTOR:

Se habilitó la plataforma para apoyar Iniciativas Populares de Norma (IPN) que serán resueltas por el Consejo Constitucional. Durante el proceso anterior, la Convención desechó una serie de iniciativas, como la protección del derecho a la vida del niño que está por nacer, la libertad religiosa y el derecho preferente de los padres a educar a sus hijos. Iniciativas por esas mismas causas fueron presentadas para este proceso. Esperamos que esta vez sí exista un compromiso de apoyo por parte de los consejeros respecto de los bienes fundamentales para un orden político justo.

Roberto Astaburuaga

Comunidad y Justicia

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Roberto Astaburuaga: “Hora de firmar las IPN”

Desde el viernes 23 de junio, el segundo proceso constitucional, al igual que el primero, puso a disposición de la ciudadanía cuatro mecanismos de participación para dar su opinión sobre el texto elaborado por los expertos e intentar incidir en el borrador final. Uno de estos mecanismos es la iniciativa popular de norma (IPN) que consiste en una propuesta de norma constitucional patrocinada por 10 mil firmas para que sea conocida y votada por el Consejo Constitucional. Y es importante firmarlas porque hay temas que no fueron resueltos por la Comisión Experta.

Uno de los antecedentes del éxito del 4S fue el rechazo a las IPN. Muchas de las IPN estaban asociadas a temas tradicionalmente ligados a la derecha (libertad de enseñanza, propiedad de los fondos de pensiones, derecho a la vida del no nacido, autonomía del Banco Central, etc.), y el éxito en la cantidad de firmas se fundaba en la desconfianza al trabajo de los convencionales producto del riesgo en que quedaban los bienes fundamentales que las IPN buscaban proteger. Tanto el riesgo como la desconfianza aumentaron al no aprobarse las IPN que habían logrado las firmas necesarias.

En el caso actual, algunas organizaciones ya han adelantado su conformidad o disconformidad con el anteproyecto. Por ejemplo, la organización que promueve la autonomía del Banco Central señaló que no consideró necesario presentar una IPN por estimar que el anteproyecto contiene los elementos esenciales que defendieron el año pasado. Desde la izquierda, y por una razón completamente distinta, también hay organizaciones que han decidido no participar. Así, la Coordinadora Feminista 8M, que promovió mediante una IPN el deber del Estado de garantizar una educación integral no sexista en el sector público y privado o un debido proceso con enfoque de género, señaló que no presentaría una nueva IPN por considerar que el anteproyecto no tiene una mirada feminista y busca continuar el modelo de la constitución vigente.

Pero el riesgo sigue presente. Hay temas fundamentales no resueltos por los expertos y que los consejeros deben tener a la vista. Así ocurre, por ejemplo, con el reconocimiento del derecho a la vida del niño que está por nacer (se presentaron más de 20 para reponer la protección original), la consagración explícita del derecho preferente y deber de los padres de educar a sus hijos (más de 10 iniciativas) o la protección del bien superior de los hijos. En estos tres casos, la discusión se conecta con la contingencia nacional y suele escaparse del debate constitucional propiamente tal, pues se trata de asuntos en los que existe una mirada antropológica que muchas veces ha sido objeto de dura discusión entre los políticos. 

Así surgen distintos desafíos. Los promotores de las IPN deben demostrar la necesidad y urgencia de lo que proponen y alcanzar las 10 mil firmas; los ciudadanos deben informarse y firmar aquellas IPN que promueven y defienden los bienes fundamentales para un orden político justo, y los consejeros deben analizar y votar las IPN que les sean presentadas. Ese es el desafío de los 14 días que ya comenzaron a correr. 

Roberto Astaburuaga Briseño es abogado de Comunidad y Justicia.

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Vicente Hargous: “La conciencia de Schindler”

“No he hecho lo suficiente”. La voz de la conciencia de Oskar Schindler lo acusa implacablemente. “Si hubiera salvado a más…”. No hizo nada malo, y eso es precisamente lo que le remuerde la conciencia: no hizo todo lo que pudo para salvar más vidas de judíos polacos, en el marco de la política de extermino de la Alemania Nazi. Salvó muchas, por cierto, y eso está bien, pero no hizo todo lo que pudo. En esta escena de la película Schindler’s List (1993) la actuación de Liam Neeson muestra con una fuerza extraordinaria el carácter inviolable -¡sagrado!- de la dignidad de la persona humana.

La defensa de la vida de cada ser humano, de cada individuo de la especie humana, justifica todo esfuerzo, por exagerado que pueda parecer, se eleva por sobre los cálculos mezquinos de las consecuencias partidistas de las élites, por sobre los precios de los éxitos y las peleas de egos de los protagonistas del curso de la esfera pública. “Si no hubiese hecho esto, habría salvado a diez más… diez personas ¡diez personas más!”. Schindler salvó a muchos, muchísimos, más de mil, pero al final vio claro que podría haber salvado a más.

La aberrante práctica de poner un precio a cada vida humana le hace ver que todo es nada si se compara con el valor invaluable de una sola persona. “Si hubiese hecho esto, habría salvado a una persona más… ¡una más!”. No hizo todo lo que pudo para salvar a más personas. Se dio cuenta de que, muchos o pocos, cada ser humano ¡cada uno! valía ese esfuerzo extraordinario que no hizo, ese esfuerzo para salvar a más, aunque fuera a uno más… “Podría haber salvado a una persona más, y no lo hice”.

“Podría haber salvado a más”. ¿Y qué tiene que ver esto con nuestro querido Chile? Tenemos a la fecha una norma inicua -que no es ley, sino pura fuerza– que permite matar seres humanos inocentes -los más inocentes de todos, que son los niños que no han nacido-, sin más requisitos que la voluntad de su madre y la concurrencia de alguna de las famosas tres causales. Frente a este panorama se presenta -¡por fin!- la oportunidad de restablecer el orden de la justicia, pues la composición del Consejo Constitucional da al sector pro-vida votos suficientes.

A los consejeros los presionarán y los están presionando para no derogar la ley de aborto, definida tras un doloroso y largo debate democrático. Les dirán que van a apresar a las mujeres enfrentadas a situaciones dramáticas. Pero nadie pretende encerrar en la cárcel a una mujer que en un caso realmente complejo se vea presionada hasta el punto de no serle exigible una conducta alternativa conforme a derecho -y esa es la razón por la que, antes de la ley de aborto en tres causales, no existían mujeres presas por causarse un aborto-, pero sí que el aborto sea una conducta ilícita, un hecho claramente sancionado por la protección irrestricta de los niños que están por nacer. Algunos podrían mantener la norma vigente sobre protección de la vida del que está por nacer (que ya interpretó el Tribunal Constitucional permitiendo el aborto), o dejando una protección especial del no nacido con otra fórmula, pero la pregunta que deben hacerse los consejeros debería apuntar únicamente a salvar más vidas y a hacerlo ahora.

“Podría haber salvado a más”. ¿Cuántos niños más tienen que morir por la tibieza de quienes no quieren parecer extremos?… ¿Dejarán que sigan matando inocentes para mostrarse moderados? ¿Qué harían si fuesen víctimas del exterminio Nazi? ¿Cuál es la diferencia? ¿No son incluso más inocentes todavía los niños no nacidos? No hay posturas intermedias: salvarlos o dejar que sigan muriendo. Ojalá los consejeros, sobre los que pesa la grave responsabilidad de salvar vidas, no lleguen al final de la película lamentándose como Oskar Schindler: “podría haber salvado a más”.

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Roberto Astaburuaga explica las iniciativas populares presentadas por Comunidad y Justicia 

Conoce las cuatro propuestas que buscan enmendar el anteproyecto de nueva Constitución para defender los valores fundamentales de un orden político justo.

Este jueves, en el programa Punto de encuentro del Canal ISB, de la Diócesis de San Bernardo, nuestro abogado Roberto Astaburuaga habló sobre las cuatro iniciativas populares presentadas por de Comunidad y Justicia que buscan respetar y proteger los valores fundamentales de un orden político justo: el derecho a la vida del niño que está por nacer, la familia, el derecho preferente de los padres de educar a sus hijos y la libertad religiosa.

Para que estas propuestas sean consideradas por los Consejos Constitucionales, se requiere el apoyo de al menos 10.000 personas que firmen digitalmente en la plataforma www.secretariadeparticipacion.cl Además, estas firmas deben provenir de al menos cuatro regiones del país.

“En este borrador es necesario hacer cambios importantes que protejan la vida del no nacido, a los padres, a las familias y la religión” Roberto Astaburuaga Abogado de Comunidad y Justicia.

Roberto Astaburuaga: “5 años y más de 4.000 abortos”

Entre septiembre de 2017 y el 31 de marzo de 2023, se han realizado 4.073 abortos. El Departamento de Estadísticas e Información del Ministerio de Salud, a través de actualizaciones cada tres meses, desde el 2018 hasta marzo de 2023 ha contabilizado un número total de 4.038 “casos constituidos”, o más bien, 4.038 niños asesinados antes de nacer (1.230 en la causal 1, 1.985 en la causal 2 y 823 en la causal 3); debiendo sumar los 35 abortos realizados entre septiembre y diciembre de 2017 (la ley fue promulgada el 14 de septiembre de ese año). Es decir, un promedio de 2 abortos diarios, considerando los 5 años y medio de vigencia de la ley.

Otro dato del registro del Minsal es el promedio de la edad gestacional, que varía mínimamente entre las causales 1 (riesgo de vida para la madre) y 2 (malformación fetal). Para el primer caso, el promedio es de 19 semanas, mientras que en la segunda causal es de 20. Ya un niño en el vientre de su madre a las 15 semanas de gestación tiene un corazón que late y un sistema nervioso central (6 semanas), ya se succiona el pulgar (4 semanas), bosteza y tiene uñas y dedos (10 semanas), sensibilidad en casi todo el cuerpo, salvo espalda y parte posterior de la cabeza (12 semanas) y a partir de las 16 semanas la madre comienza a detectar los movimientos generales del feto. Todas estas son manifestaciones fruto de un desarrollo intrínseco que demuestran que es una persona. No se trata de un montón de células, sino de un ser humano que oye, ve, respira y cuyo corazón late hace mucho tiempo.

Pero las cifras chilenas son una minucia comparada con la carnicería de Bernard Nathanson, el famoso “Rey del Aborto”, posteriormente converso y líder provida. Él mismo se declaró responsable de 75.000 abortos, entre ellos, uno de sus hijos. Pero el activismo de Nathanson no fue solo en la medicina, sino también en el campo de las leyes. En 1967, junto con Lawrence Leitner -autor de un libro que exigía el aborto a solicitud de los pacientes y atacando leyes- y tres personas más, fundaron a Asociación Nacional para el Repudio de las Leyes Antiaborto, un grupo de acción política que comenzó a cosechar éxitos rápidamente. En 1969 lograron la derogación de la ley que prohibía el aborto en el estado de Nueva York, que regía desde 1829, y, como un efecto dominó, le siguió la derogación de un sinnúmero de leyes. El broche de oro fue la sentencia de Roe vs. Wade, en 1973, dictada sólo cuatro años después del inicio de su activismo, pero fueron necesarios 50 años para revertirla en Dobbs vs. Jackson. Nathanson se bautizó el 9 de diciembre de 1996 y murió el 21 de febrero de 2011. Sin embargo, a fines de la década de los ochenta, luego de ver la realización de un aborto gracias a una máquina de ultrasonido, cambió radicalmente su posición y desarrolló la teoría del vector de la vida reconociendo la existencia de la vida humana desde la concepción.

Nathanson, mejor que nadie, tenía muy claro el significado del aborto. En 1992, a través de una carta pública, señaló que se debía “finalizar para siempre este infinitamente triste y vergonzoso crimen contra la humanidad”.

Volviendo al plano nacional, el intercambio de cartas en El Mercurio entre los profesores Corral y García se ha centrado en el significado de la palabra protección respecto al no nacido, pero es evidente que omitir, mantener o reforzar dicho reconocimiento o protección no ha sido suficiente. Hay que dar un paso, valiente sin duda, pero es necesario acabar con esta injusticia gravísima y ofrecer a las madres verdaderas alternativas. 4.073 niños no las pudieron conocer… y no queremos llegar ni superar los 75.000 de Nathanson.

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Álvaro Ferrer: “La ley del aborto”

Señor Director:

Para evitar el improbable caso en que el violador demande visitas a la mujer que violó existen múltiples caminos razonables distintos y menos barbáricos que matar a su hijo. El dudoso ejemplo no es una razón atendible porque el fin no justifica los medios, y evidencia que la ley de aborto vigente no protege la vida del que está por nacer. Agradezco al profesor De la Maza (sábado) por conceder el punto.

Es curioso, no obstante, que cierto sector de la academia asuma la bandera de la autonomía para avanzar su agenda y luego abrace una suerte de determinismo histórico para oponerse a su revisión. Las conquistas del progresismo no constituyen obstáculos insalvables para la corrección de las injusticias (pensemos en el reciente fallo de la Corte Suprema de Estados Unidos en el caso Dobbs). Hace un par de años era extremadamente improbable pensar que en Chile existiría la oportunidad cierta para terminar con la aberración del aborto. Hoy están los votos y el peso de una responsabilidad moral histórica.

Álvaro Ferrer Del Valle

Director Ejecutivo de Comunidad y Justicia

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Vicente Hargous: «Soft Law» y Derechos Humanos: ¡Levantar el velo!

Cada vez se hace más evidente la influencia que tienen los organismos internacionales y ONG de derechos humanos en la discusión pública nacional. Y este sin duda será un nudo clave en el debate del Consejo Constitucional recientemente iniciado, porque hay quienes quieren omitir el asunto del soft law en la Constitución y dar el mayor rango y jerarquía posible al Derecho Internacional de los Derechos Humanos, en desmedro de la dignidad humana, de los derechos inherentes de la persona e, incluso, de la literalidad misma de los tratados internacionales.

Existe en nuestros días un (ab)uso de los derechos humanos, que sirven de herramienta para una agenda política. Dicho abuso es en realidad la falacia de autoridad de la apelación al “derecho internacional de los derechos humanos” o a unos supuestos “estándares internacionales”. Para verlo no hace falta creer en teorías conspiranoicas. No hace falta creer que una élite globalista secularizada quiere imponer un sistema de control social, ni caer en el discurso de “no más ONU” (pues la Asamblea General de Naciones Unidas no es el problema). Para comprenderlo tampoco es necesario creer en un marxismo internacional confabulado en la oscuridad para promover sus ideas. No es una conspiración, pero sin duda se trata de una herramienta política, que consta por hechos absolutamente ciertos que están a la vista: organismos (cuyos miembros nadie sabe bien cómo llegaron ahí ni quién los elige), que hacen “recomendaciones” de mucho peso político y apariencia de seriedad, que en realidad no pasan de ser lugares comunes de causas progresistas. Se trata de un tremendo tinglado politiquero de contenido panfletario, pero disfrazado con ropajes jurídicos. Algunos de estos organismos son simplemente ONG que tienen mucha influencia (como Amnistía Internacional), pero muchos son entidades oficiales (comités de derechos humanos, fondos, programas o agencias de la ONU).

Cada vez que se presenta un proyecto de ley progresista (autonomía sexual de los niños, feminismo, aborto, etc.) se repite el discurso: “Estamos en deuda con (inserte aquí la minoría afectada respectiva)”, “debemos adecuar nuestra legislación a los estándares internacionales”. “Estándares internacionales”… frase siempre dicha con llamativa veneración y obediencia servil. Al oírla se dobla toda rodilla en la izquierda, en la derecha y en los abismos. La derecha teme y tiembla frente a este argumento de autoridad, que les parece irrefutable, como los papers en inglés llenos de gráficos que la izquierda no entiende.

El tinglado de los “estándares internacionales” se desploma al más leve soplido de viento que exponga su contenido. Las opiniones de estos órganos no son vinculantes (a diferencia de los tratados, que no son explícitos en estas materias: no existe ningún tratado internacional que consagre un derecho al aborto, ni el derecho a la identidad de género de los niños). Las “recomendaciones” no dejan lugar a dudas: lo que se “recomienda” no es la protección de la dignidad humana, sino agendas ideológicas.

Veamos ejemplos concretos de los últimos años. La Convención sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación contra la Mujer (CEDAW) crea un comité (el Comité Cedaw). ¿Quién se va a oponer a los derechos de las mujeres? No parecería sensato. Los problemas llegan cuando el susodicho comité pasa de contrabando una batería de políticas progresistas. Basta con sólo mirar las Observaciones finales sobre el séptimo informe periódico de Chile del año 2018 (después de la ley de aborto y antes del 18-O): aprobar por ley la “filiación y patria potestad para parejas del mismo sexo”, eliminar o restringir la objeción de conciencia institucional y personal en el aborto, aprobar el “matrimonio” entre personas del mismo sexo (no era ley en ese momento) y el aborto libre, “capacitar” a los jueces en estas causas, crear un “ministerio para la población indígena”(!) en “diálogo con las mujeres indígenas para asegurar su plena participación en el proceso”(!)… En fin, un sinnúmero de medidas que no tienen nada que ver con los derechos reales de las mujeres ni con la dignidad inherente de la persona humana y que no tiene ninguna relación con aquello que Chile ratificó. Alguno dirá que es un caso aislado, pero no es así.

Más ejemplos: el Comité de Derechos del Niño, ha señalado olímpicamente que el derecho a la identidad de los niños comprende la identidad sexual (Observación General 14, párr. 55), el relator especial de las Naciones Unidas sobre el derecho a la educación se ha referido a los padres como “barreras” que deben ser removidas para que todos los niños accedan a la educación sexual integral (ESI)… y no digamos nada de la grosera lectura sui generis sobre el derecho a la vida que hizo la Corte Interamericana en el caso Artavia Murillo. El contrabando se repite una y otra vez, siempre por la vía del soft law, y no de lo que los tratados establecen.

Llegó la hora de levantar el velo que cubre el venerado tinglado internacional, desenmascarar a los burócratas de estos comités: los “estándares internacionales” no pasan de ser un conjunto de panfletos políticos parciales teñidos de lenguaje jurídico. En consecuencia, sobre los consejeros constitucionales recae el deber ineludible de ponerlos en su lugar: limitar su uso con plena sujeción al derecho interno, a la soberanía nacional y a la dignidad intrínseca de la persona humana.

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Álvaro Ferrer: “¿Qué significa?”

Señor Director:

Respondo al profesor Íñigo de la Maza (jueves): proteger, etimológicamente, significa cubrir o resguardar del daño exterior; para el nasciturus implica evitar los daños que le impedirían vivir y nacer. Estos son muchos y variados y no todos pueden ni deben evitarse. Pero hay un piso al que obliga el sentido común: omitir aquellos actos que deliberada y directamente procuran matarlo.

La ley que autoriza e incluso garantiza como prestación de salud los actos que directamente intentan y causan la muerte del que está por nacer (sea como fin o como medio) hace todo menos protegerlo. Es una aberración moral, sanitaria y jurídica. Eso es la ley de aborto vigente en Chile y, como injusticia gravísima, debe ser derogada.

Álvaro Ferrer del Valle

Director Ejecutivo de Comunidad y Justicia

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