Russell Reno, editor de la influyente revista estadounidense «First Things»: “Discrepo del impulso de denunciar a nuestros antepasados como cretinos morales”
Religión, política y vida pública son temas que aborda «First Things», donde participan personas de fe católica, judía y protestante. Aquí, su director se refiere a asuntos como la cultura woke, la fe en el mundo actual y los populismos. Este lunes 28, Reno hablará en Chile sobre su visión del «retorno de los dioses fuertes», invitado por la corporación Comunidad y Justicia.
Tanto en la revista en que trabaja, como en su propia casa, Ronald Reno (62) experimenta la convivencia entre distintas creencias. Su esposa es judía y crió a sus dos hijos en esta fe. Reno creció como episcopaliano y se convirtió al catolicismo hace unos años. En su hogar conviven distintos credos, al igual que en «First Things», una influyente revista de índole intelectual en la que escriben judíos, católicos, ortodoxos y protestantes de distintas denominaciones. Es calificada como la revista estadounidense más influyente sobre religión y vida pública, un medio clave para comprender el pensamiento conservador actual.
Doctor en filosofía en Yale y académico durante décadas en la universidad jesuita de Creigthon College, el periodista y escritor dirige «First Things» desde 2011. Explica que allí «los redactores y lectores de la revista estamos unidos en dos convicciones. En primer lugar, nos preocupa que una sociedad secular carezca de peso o sustento moral y espiritual. Sin un horizonte de trascendencia, la política se convierte en un ídolo y la ideología en teología. En segundo lugar, creemos que la obediencia a la autoridad de Dios profundiza nuestra humanidad»
Tras celebrar Thanksgiving con su familia («en Baltimore, donde nací y crecí. Es una festividad muy importante y familiar»), Reno viajó a Chile para impartir, este lunes 28 a las 18:00 horas, una conferencia que celebra el décimo aniversario de la corporación Comunidad y Justicia, dirigida por el abogado Álvaro Ferrer. En la ocasión se lanzará la revista digital «Suroeste», que mantendrá nexos con «First Things». En un tono afable, pero agudo y preciso -nada de palabrería innecesaria-, Reno conversó con «El Mercurio» desde Nueva York.
— Hay cierto consenso en que hoy vivimos en una sociedad secular. Pero a juicio de «First Things», «no hay evidencia empírica de esa afirmación, al menos en Estados Unidos. Los estadounidenses parecen ser incorregiblemente religiosos». ¿Por qué cree que sucede eso?
“G. K. Chesterton observó que la estadounidense es una nación con ‘alma de iglesia’. Quizás el idealismo moral estadounidense nos impulse a estar abiertos a la trascendencia. A un nivel más mundano, podría decirse que la política estadounidense no experimentó la batalla altartrono versus liberalismo, que caracterizó a muchas sociedades europeas. El socialismo secular tampoco se impuso en Estados Unidos. En pocas palabras, el cristianismo tenía pocos enemigos. Eso está cambiando hoy en día. La revolución sexual ve al cristianismo tradicional como su enemigo».
— ¿No habría que reconocer un pasado intolerante de parte de religiones como la católica y protestante?
“Discrepo y soy hostil al impulso moderno de denunciar a nuestros antepasados como cretinos morales. El pluralismo trajo muchas cosas buenas, pero a un gran costo. Nuestras sociedades son más ‘planas’ que en el pasado, pues el pluralismo nos anima a centrarnos en las preocupaciones materiales que todos compartimos, lo que llamo los ‘dioses del hogar’”.
El César y Dios
—“La religión cautiva de la vida pública tiene poca utilidad pública», señalaba el número inaugural de «First Things». ¿Por qué no es sano mezclar «la ciudad de Dios» y la «ciudad del hombre» si tienen puntos de encuentro?”
“La religión frena el poder mundano. Debemos dar al César lo que es del César y nada más. Cuando la iglesia se convierte en un puntal del poder establecido, se vuelve mundana. La sal pierde su sabor. Dios exige nuestros corazones, mentes y almas y ningún sistema político debería pedir la fe de la manera total en que Dios la pide”
— La vida pública tiene mucho que ver con la cultura. Y el movimiento woke está hoy muy presente en los medios de comunicación, la cúpula empresarial y la esfera cultural. Si se supone que el estadounidense medio es religioso, ¿no revela eso un debilitamiento religioso?
“Sí, el mundo woke representa una variedad de movimientos de identidad y liberación, todos ellos utópicos. En este sentido, están relacionados con el marxismo, que era hostil a la trascendencia. La toma de gran parte de la cultura pública por parte de activistas woke hace que la sociedad sea cada vez más anticristiana. Sucede en gran parte porque en la última generación, las universidades se han convertido en una iglesia secular”.
—Dice que el progresismo “insiste en un nuevo futuro del cual es muy pesimista”.
“Hoy se derriban las estatuas, pero no se levantan. Se denuncia a Occidente, pero no se ofrece ninguna alternativa. Los jóvenes creen que el mundo está condenado a una catástrofe climática. Muchos insisten en que la sociedad es ‘sistémicamente’ racista o, de alguna otra manera, malvada en su propio ADN. Ya no está esa vieja confianza del comunismo de tener la ‘historia’ de su lado».
—Una de las bases del liberalismo clásico es la libertad de religión, de educación y de expresión. ¿Cree que el movimiento woke amenaza esas libertades? ¿Por qué no ha existido una reacción mayor del mundo liberal?
“Yo participo del punto de vista de Leo Strauss. El liberalismo por sí solo no puede sostenerse. Requiere tradiciones y valores preliberales, como el honor, el valor y el espíritu. El movimiento woke gana poder, pues propone ‘dioses fuertes’ como la equidad y la justicia, sin los cuales la libertad queda vacía. Ante esto, los liberales de nuestro tiempo no ofrecen ninguna alternativa. Nuestro trabajo es llenar este vacío. En pocas palabras, la fe en Cristo es el fundamento más seguro de la libertad personal. Y una población religiosa es el fundamento más seguro para una sociedad libre”.
Oligarquía global
—Usted subrayó hace poco que “la Organización Mundial del Comercio y otros pilares de la economía global actual fueron construidos por los gobiernos, no por los mercados. Utilizar el poder del gobierno para limitar el capitalismo debe formar parte de cualquier conservadurismo que tenga en cuenta la vida de los ciudadanos de a pie”. ¿Llama a una decidida intervención estatal? ¿Cuál es el límite?
“El Estado debe intervenir cuando la prudencia lo exija. Lo que necesitamos es un buen juicio sobre las realidades económicas, sociales y políticas, no principios sucedáneos que pretendan establecer límites. Vivimos en una época en la que las corporaciones globales son más ricas que los países soberanos. Esto amenaza con transformar nuestros países en provincias de una oligarquía remota y desvinculada. Valoro la soberanía política -una condición necesaria para la democracia-, más que los mercados libres. Debemos hacer algo para acabar con el poder de la oligarquía globalizada”.
—A su juicio, el énfasis en una sociedad abierta, sin fronteras entre naciones, géneros y otros conceptos, sería la “imposición de una élite”. ¿Por qué?
“Al principio, la ambición era diseñar un mundo en el que el totalitarismo fuera imposible, y un mundo abierto del que el dios fuerte hubiera sido desterrado. Con el tiempo, se hizo evidente que un mundo sin fronteras está más abierto al comercio, más disponible para los mercados. Y se hizo evidente que las personas desarraigadas y desorientadas son más fáciles de dominar. Así, nuestra élite tecnocrática ha desarrollado poderosos intereses en la ‘apertura ilimitada”.
Dioses fuertes
—Su libro “Return of the Strong Gods”, habla sobre un posible cambio de época, con un hombre en busca de «dioses fuertes», como mostraría la guerra de Ucrania. ¿Qué entiende por “dioses fuertes”?
“Es una metáfora y se refiere a las tradiciones, las comunidades y las verdades que nos inspiran amor y lealtad. Los dioses fuertes anclan nuestras vidas: la fe, la familia y la bandera son ejemplos clave”.
—¿Esta búsqueda no arriesga caer en fatídicos nacionalismos o populismos?
“Desde la caída del hombre, lo que es correcto y bueno ha sido objeto de perversión y mal uso. Claro que los dioses fuertes pueden volverse perversos, como sugiere. Pero la libertad también puede ser mal utilizada. Una sociedad libre puede convertirse en una sociedad de mera licencia y la tolerancia puede convertirse en indiferencia. La igualdad puede convertirse en un principio de nivelación brutal que justifique males terribles, como muestra la historia. No hay un sistema perfecto, no se puede escapar de la necesidad de la virtud”.
—En Estados Unidos existen prestigiosas universidades católicas, como Georgetown o Notre Dame. Usted tiene una visión crítica del mundo universitario y señala que en esos centros también se extiende una peligrosa cultura académica. ¿En qué sentido?
“Esas universidades católicas se benefician de su afiliación a la Iglesia. Ponen freno a los peores excesos del movimiento woke y protegen, hasta cierto punto, a los que disienten. Pero hay que hacer las paces con el radicalismo cultural progresista si se quiere sobrevivir como universidad de élite. Notre Dame y Georgetown buscan estar en buenos términos con la revolución sexual, por ejemplo. Dadas las realidades sociales de 2022, tal vez es inevitable, pero uno desearía más coraje y un poco más de espíritu de lucha”.
>> Texto en El Mercurio (disponible bajo suscripción)