Les compartimos esta carta publicada el 19 de diciembre en La Tercera escrita por el miembro de nuestro directorio Cristóbal Aguilera.
Señor Director:
En su columna de ayer en La Tercera, Pablo Ortúzar se refiere a la preocupante situación de la familia. Los factores que explican su deterioro son diversos: la cultura individualista que impera, las condiciones laborales que deben soportar los padres, entre otros. A la vez, la clase política ha ido olvidando la importancia social de la familia: ¿cuántos senadores o diputados realmente piensan que la estabilidad de la comunidad política depende de la estabilidad de la comunidad familiar?
Ortúzar termina refiriéndose al rol subsidiario del Estado en esta materia. Normalmente –y por culpa de la tergiversación de este principio– se piensa que este rol significa mera ausencia y abstención. Sin embargo, si bien es cierto que el Estado no debe –ni puede– suplir a la familia en la consecución de sus fines, el rol subsidiario cobra su mayor sentido cuando se enfatiza –como lo hace Ortúzar– en su faz positiva: el Estado debe ayudar, asistir a las familias para que efectivamente cumplan sus fines.
El fortalecimiento de la familia es el principal y más urgente desafío que enfrenta nuestra sociedad. Y, en medio del debate constitucional que vivimos y los cambios que se avecinan, no hay mejor aliado para realizar este desafío que el principio de subsidiariedad.