«la gran esperanza de la encíclica es que todo conocimiento racional –humanístico o científico– puede trascender a su dimensión técnica y convertirse en saber sapiencial. En otras palabras, la investigación puede hacer de nosotros no sólo un experto, sino un sabio»
¿Tiene algo que decir una encíclica dedicada a la relación entre fe y razón a la comprensión y la defensa de los DD.HH.? Si el estudio de los DD.HH. tiene la pretensión de ser una disciplina sistemática y científica, capaz de iluminar un aspecto de lo humano, entonces la respuesta es un rotundo sí. Dicho de otro modo: si los DD.HH. son racionales, entonces la fe, que es otra manera de iluminar la realidad, tiene algo que decir sobre ellos.
En lo fundamental, el documento apunta a que la razón se perfecciona ella misma gracias a la fe, volviéndose “más aguda y perspicaz” (párr. 107). Pero este cambio es más que un simple cambio aditivo: la fe ayuda a que la razón sea transformada integralmente. Es que la gran esperanza de la encíclica es que todo conocimiento racional –humanístico o científico– puede trascender a su dimensión técnica y convertirse en saber sapiencial. En otras palabras, la investigación puede hacer de nosotros no sólo un experto, sino un sabio.
Tener esto en mente nos debiera llevar a tener una actitud distinta frente a la actividad racional, pues lo importante ya no será tanto acumular información técnica (siempre necesaria de ser actualizada), sino buscar que ella nos abra a la contemplación del Hombre –y porque no– del Misterio de Dios.
Para lograr dar ese paso de la abundante información contingente y fungible al conocimiento necesario y perenne, “Fides et Ratio” da al menos seis consejos emanados de la experiencia de la fe:
1. El conocimiento es un camino, no un descanso (párr. 18). Toda formulación humana, si bien capta un aspecto de la realidad, es contingente: siempre puede ser planteada de otra forma. Debe entonces evitarse la “soberbia filosófica” de erigir la propia perspectiva incompleta en lectura universal (párr. 4).
2. El conocimiento nunca es fruto del puro esfuerzo personal. Siempre somos inspirados y ayudados por otros (cfr. párr. 18).
3. La razón debe reconocer a Dios en “su trascendencia soberana y su amor providente en el manejo del mundo” (párr. 18).
4. La actividad intelectual debe orientarse a entender el sentido último de la realidad (párr. 83).
5. Debemos conservar la esperanza de que el hombre es capaz, con esfuerzo constancia, realmente de entender la verdad de las cosas (cfr. párr. 83).
6. La actividad intelectual, especialmente la filosofía, debe cultivar una actitud auténticamente metafísica, en el sentido de reconocer la existencia de una realidad más allá de los datos meramente fácticos o empíricos (párr. 83).
Ahora bien ¿Cómo podemos llevar estas improntas al estudio y sobre todo, a la aplicación DD.HH.? Sin pretender agotar el tema, creemos que ellas invitan a desarrollar una doble actitud de confianza y humildad.
Confianza, pues el ser humano es capaz de verdad. Puede comprender el sentido último de la realidad y acceder a la esencia de las cosas. En ese plano, no podemos olvidar que el Sistema Internacional de los DD.HH. Y toda la ley positiva, están orientados a un hecho que las trasciende: la dignidad humana. Por ello, quienes trabajamos en su defensa y promoción, debemos recordar que el concepto de DD.HH. no puede quedar confinado al sistema legal. Más aún: nuestra vida entera debe ser un ejemplo de respeto a la dignidad humana. Alta y ardua tarea.
Humildad, pues si bien la capacidad de la razón puede llevarnos a niveles de comprensión de la realidad asombrosos, incluso el más robusto sistema de pensamiento es limitado. Por otra parte, nadie puede arrogarse verdaderamente la autoría de tal o cual argumento, pues pocos campos son tan comunitarios como el del conocimiento. Realmente, si podemos ver algo, es porque estamos parados en hombres de gigantes.
Ser conscientes de este punto, nos debería llevar a ser más dialogantes y serenos a la hora de discutir, sabiendo que –al decir de Aristóteles– “el ser puede ser dicho de muchas formas”. También debiera ayudar a inmunizarnos de egos personales, sabiendo que todo lo que sabemos, lo sabemos por alguien. En una esfera donde el debate y las rencillas intelectuales son el pan de cada día, ser conscientes de estas limitaciones nos debiera llevar a tener una actitud más cordial y receptiva hacia los argumentos ajenos.
Fides et Ratio tiene mucho decir en la mejor comprensión de los DD.HH., pero no es el único campo en el que tiene algo de aportar. Sin duda, recomendamos vivamente su lectura a todos quienes se dedican a la investigación y divulgación de cualquier ámbito del conocimiento.