La Cámara de Diputados aprobó un proyecto de resolución mediante el cual solicitó al Presidente de la República el envío de un proyecto de ley sobre “educación sexoafectiva integral” (del 19º distrito, votó a favor el diputado Felipe Camaño).
Como una autosolicitud, el proyecto fue presentado por diputadas del mismo sector político de su destinatario. Claramente, con su aprobación, se pretende pavimentar el camino de entrada para un eventual proyecto de educación sexual, que ya se encuentra en la mente (y probablemente en los computadores) de distintas autoridades del Gobierno.
No obstante, esto es una acción más de una agenda que — lejos de querer establecer una simple política pública — desea provocar un cambio cultural vía Estado. Acompañado con el calificativo de “integral”, pretende elaborar un determinado modelo de educación sexual, que ignora toda consideración moral y religiosa; se vincula con las teorías del género; y tiene un claro enfoque hedonista.
Uno de los hitos más importantes de esta empresa fue la presentación de cuatro mociones con el objetivo de establecer un marco normativo en educación sexual. En 2020, fueron refundidas en un solo proyecto. Traicionando la supuesta neutralidad de este modelo, se establecían como obligatorios una serie de principios vinculantes para los programas de educación sexual, de todos los establecimientos de enseñanza. Uno de estos era su carácter «laico», mediante el cual se dejaba fuera toda consideración religiosa o moral acerca de la sexualidad. Este, junto a otros principios, afectaban el derecho preferente y deber de los padres a educar a sus hijos, la libertad de enseñanza, entre otros derechos. Finalmente, el proyecto fue rechazado por la Cámara baja.
El intento de modificación cultural a través del Estado mostró su faceta más desatada en la propuesta de la Convención. En esta, la educación sexual se estableció como derecho fundamental de “toda persona”, y su enfoque en el placer y en las teorías del género se mostraron casi sin eufemismos (“disfrute pleno y libre de la sexualidad”, “reconocimiento de las diversas identidades y expresiones del género y la sexualidad”, entre otras expresiones del art. 40 del proyecto).
Puede que ahora estemos viviendo uno de los hitos más significativos de este pretendido cambio cultural “desde arriba”, protagonizado — esta vez — por el Ejecutivo. El Ministerio de Educación se encuentra realizando las “Jornadas Nacionales hacia una Educación No Sexista”. Adicionalmente, es posible recordar que el mismo Marco Antonio Avila enfatizó en la supuesta necesidad de avanzar en una “alfabetización en sexualidad”. También, se debe tener en cuenta la distribución de cuadernos de JUNAEB, en los que se invoca el concepto de “educación no sexista” y se explica el acrónimo “LGBTQIA+” consistente en las «orientaciones sexoafectivas» y las “identidades de género no convencionales”.
Si uno analiza con detención los sucesos anteriores (ocurridos en un tiempo de no más de 6 años), puede concluir que, tal vez, el concepto más apropiado para vincularlos es el que ocupó el presidente del Colegio de Profesores, respecto al accionar de JUNAEB: el “cambio cultural”. Para este (intencionado) fenómeno, no importan las convicciones de las personas, ni tampoco los proyectos educativos. Lo único que merece valor es su modelo de sexualidad.
ESI, es un engaño y una falacia. Pues si fuera INTEGRAL (I), integraría la BIOLOGÍA, la moral y lo afectivo. Pero sólo admite a la ideología. Dejando fuera lo demás.