Roberto Astaburuaga: “Chesterton y Huxley se quedaron cortos”

El precio de la locura progresista es caro. Arruina vidas, constriñe libertades y desnaturaliza sociedades. Jugando a ser dioses, Chile es un ratón más de su laboratorio. Por nuestra lejanía, las monstruosidades del primer mundo tardan en llegar. Y cuando llegan, uno recuerda esa famosa frase de Chesterton, la de las espadas y el pasto verde, y piensa que el viejo inglés se quedó corto con la analogía.

El primer mundo, construido sobre la civilización clásica y modelo de orden, desarrollo y prosperidad, se ha convertido en una auténtica vergüenza. Ni la economía más sustentable es capaz de compensar las leyes más absurdas. La leyenda de Calígula nombrando a su caballo como cónsul es un elogio a la racionalidad comparado a los absurdos casos de países europeos.

En Inglaterra, poco antes de Navidad, se multó a una mujer por rezar en silencio ante un abortorio. A inicios de este mes, se multó a un hombre por rezar en silencio frente al abortorio al que, 22 años antes, llevó a su ex novia para que abortara a su hijo. ¡Rezar en silencio! ¿La ley lo permite? Sí. Desde el 13 de octubre de 2022 existe una Ordenanza de Protección de Espacios Públicos, la cual prohíbe, entre otras, la lectura de las Sagradas Escrituras o persignarse. ¿Una novedad? No. Una sentencia del Tribunal Supremo del Reino Unido, en diciembre del año pasado, estableció que el gobierno de Irlanda del Norte puede castigar a quien, por ejemplo, rece en silencio dentro del “perímetro protegido” de un abortorio. ¡Delitos de pensamiento! Por supuesto, esto no importará hasta que sean otros los criterios que se elijan para censurar. Como el Ministerio de la Verdad de Huxley, los gobiernos progresistas prefieren regodearse en imponer su verdad, sustentada en una falsa libertad.

En Canadá, la eutanasia se legalizó en 2016 para los mayores de 18 años con una condición grave e irreversible y cuya muerte fuese razonablemente previsible (proyecto de ley C-14). En 2021, se amplió permitiendo la eutanasia por enfermedad mental. Si bien para agosto de 2021 se contaban más de 10.000 personas a las que se les aplicó la eutanasia, esta podría ampliarse nuevamente en 2023 a quienes no sufren una enfermedad terminal. Ha sido tal el nivel de preocupación que tres expertos en derechos humanos de la ONU señalaron que dicha ley violaba la Declaración Universal de los Derechos Humanos. La ley se ha descrito como “probablemente la mayor amenaza existencial para las personas discapacitadas desde el programa nazi en Alemania en la década de 1930”. ¿Eutanasia a voluntad? Más bien, eutanasia aún contra su voluntad.

Francia, a inicios del año pasado, aprobó una ley que agregaba un nuevo delito en el Código Penal, que sanciona “las prácticas, conductas o expresiones reiteradas encaminadas a modificar o reprimir la orientación sexual o la identidad de género, real o supuesta, de una persona y que tengan por efecto menoscabar su capacidad física o psíquica”. Los doctores que intenten tratar la orientación sexual o la identidad de género arriesgan dos años de prisión, 30.000 euros de multa y suspensión del ejercicio de la profesión por un máximo de 10 años. El “robo de la infancia”, como se le llamó a las transiciones tempranas de género por un medio centenar de personas de distintas profesiones, afecta también a los padres, pues no podrán oponerse. Si es que un padre quiere impedir la transición de género de su hijo, arriesga la revocación total o parcial de la patria potestad. Triste realidad que deja a los padres como espectadores impotentes ante el dolor de sus hijos.

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