La ministra Antonia Orellana anunció hace algunos meses que el Gobierno más feminista de la historia de Chile presentaría un proyecto para que el aborto fuese legal dentro de un determinado plazo. En realidad, lo único que se debiese “abortar” es la idea de ampliar el aborto.
Primero, porque el hecho del embarazo refuta lo que el movimiento abortista niega. La verdad es que los niños que aún no nacen sí son personas, y a esa verdad se puede llegar por la razón (y sobran argumentos de toda clase de disciplinas que lo demuestran), pero también por la experiencia. Y la experiencia de la maternidad hace trizas la ideología, como lo muestran las alegres noticias que comparten dos renombradas comunistas y promotoras del aborto, Camila Vallejo, vocera de Gobierno, y Karol Cariola, presidenta de la Cámara de Diputados. Mientras la ministra Vallejo, madre por segunda vez con 7 meses, mostró una ecografía cuando llevaba 3 meses de embarazo y contó que estaban “muy felices porque una nueva personita se integrará a la familia”, la diputada Cariola, de 26 semanas de embarazo (ya se ven las pataditas y los ojos se abren), espera a su primer hijo y declaró la semana pasada: “solo queremos que todo resulte bien y que nuestro hijo llegue sanito”.
Si ellas esperan un hijo -no un conjunto de células-, un sujeto de derechos -no un bien jurídico de mayor importancia, como se calificó en la nefasta sentencia del Tribunal Constitucional-, ¿qué es lo que diferencia su caso de otros? ¿La sola voluntad de la madre? Si Orellana, Vallejo y Cariola tuvieran una reunión, y las dos últimas les mostraran las últimas ecografías, la primera les preguntaría ¿ya decidiste si va a ser persona o no?, o probablemente, ante la brutal realidad que se impone, se preocuparía y diría ¿cómo está tu hijo? Puede ser que no, pero la contradicción sería absurdamente evidente, y si quisiera ser coherente, o nunca debería referirse al embarazo de su compañera del comité político como “su hijo”, o debería reconocer que promover la ampliación del aborto es legitimar el homicidio de una persona cuyo único crimen fue estar dentro del vientre materno.
Segundo, porque el aborto no es una solución. ¿El embarazo es el problema? No. ¿Las dificultades económicas, la presión de terceros o el temor al futuro? Sí. El aborto no soluciona los problemas reales, sino que les agrega uno nuevo, tanto por los efectos físicos y psicológicos que acarrean en la mujer. Las madres que abortan seguirán sin el apoyo económico y social que realmente necesitan. Si las feministas realmente quisieran ayudar a esas madres impulsarían otras medidas que apunten a enfrentar las causas que llevan al aborto. El Gobierno, en lugar de proponer un apoyo real o de hacerle la vida más difícil a los objetores busca conseguir un aplauso de su 30%, por una cuestión absolutamente ideológica.
Tercero, porque es el mes de la Navidad. Si eventualmente se presentara un proyecto de ley para ampliar el aborto en el mes que se celebra el nacimiento de un niño es un insulto macabro. Por supuesto que no deja de serlo si ingresa en cualquier otro mes del año, aunque no debería sorprendernos si lo presentan el 25 de diciembre. Mientras en los hogares de millones de chilenos se arman los pesebres para celebrar en familia el nacimiento de Cristo, el Gobierno, cual Herodes, firma y manda al Congreso el proyecto de ley para ampliar el aborto, que no es otra cosa que enfrentar a la madre contra su hijo no nacido, en lugar de ayudarla.
Esperemos que esas madres con embarazos difíciles tengan un apoyo real del Gobierno, y, como dicen las nuevas comunistas provida, que todo les resulte bien, que sus hijos lleguen sanitos y que estas nuevas personitas se integren en sus familias. Sería un milagro y un regalo de la Navidad.