Roberto Astaburuaga: “Las Olimpiadas entre lo divino y lo profano”

Uno esperaría que los Juegos Olímpicos fuesen noticia en estos días sólo por las competencias deportivas y la actualización del medallero. Pero la blasfema ceremonia de inauguración ha sido la razón para poner sobre la mesa la constante burla a lo sagrado del cristianismo en Occidente, convirtiéndolo en un nuevo deporte olímpico.

Autoridades estatales y eclesiásticas expresaron su rechazo contra la ridiculización que se hizo de “La Última Cena”, entre ellos, 25 cardenales y obispos católicos, el viceprimer ministro eslovaco o la institución religiosa Al Azhar, principal referencia islámica sunita. La organización olímpica pidió perdón y afirmó que no hubo intención de faltar el respeto a ningún grupo religioso. Una afrenta similar sufrió el surfista brasileño Joao Chianca, quien denunció en una publicación en sus redes sociales -posteriormente eliminada- que se le prohibió tener la imagen del Cristo Redentor en sus tablas de surf, ya que los Juegos Olímpicos apuntan a la neutralidad total en materia religiosa. En los JJ.OO. no hay contradicción en que la neutralidad religiosa implica prohibir referencias cristianas a los deportistas y permitir burlas a la persona más importante de los cristianos.

Sin embargo, los deportistas, de distintas nacionalidades y categorías deportivas, no han tenido temor en manifestar públicamente su fe. La medallista de oro estadounidense en 1.500 metros estilo libre, Katie Ledecky, ha señalado la importancia que tiene para ella su fe católica. La sudafricana Tatjana Smith, medalla de oro en 100 metros en natación, mostró una camisa con el listado de personas a las que agradecía, comenzando por: “Dios-Jesús-Espíritu Santo”. Con una medalla de plata en natación, el británico Adam Peaty publicó en su Instagram un versículo del libro de los Proverbios: “Confía en Yahvé de todo corazón y no te fíes de tu inteligencia; reconócelo en todos tus caminos y él enderezará tus sendas”. El surfista brasileño Gabriel Medina, luego de clasificar a los cuartos de final, y la brasilera ganadora del bronce en skate callejero femenino, Rayssa Leal, hicieron publicaciones similares. El guatemalteco Jean Pierre Brol, que ganó medalla de bronce en tiro, luego agradeció a Dios por el triunfo y contó que antes de empezar una competencia le pedía que le diese sabiduría y templanza. O el famoso tenista Novak Djokovic, quien ha mostrado constantemente su cruz ortodoxa. Y así quizás en tantos otros casos.

¿Qué habrán pensado todos estos deportistas en la inauguración parisina? Como dijo San Juan Pablo II: “Francia, hija mayor de la Iglesia, ¿qué hiciste de tu bautismo?”. Mientras los cristianos son perseguidos en Oriente, en Occidente son objeto de burla. Pero si allá la sangre de mártires es semilla de nuevos cristianos, acá pocos alzan la voz… ¿serán los cristianos orientales los que salven a sus hermanos occidentales?

Lo que ha ocurrido en París no se reduce simplemente a la “batalla cultural” contra grupos ideológicos que intentan imponer su agenda abortista y transgénero en cada rincón que encuentran. Tampoco se trata de una crisis del cristianismo, en cuanto pilar de la civilización occidental, como si sólo valiera su legado cultural, quitando cualquier elemento trascendente. Es más profundo. Es una cuestión de religión, de fe, con la que el deportista olímpico se identifica, vive y se emociona aún más que con el deporte que practica.

Como dijo Novak: “Antes de ser un atleta, soy un cristiano ortodoxo. Mi espalda siempre está custodiada por Dios y los ángeles”.

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