El miércoles pasado, los diputados de la Comisión de Familia de la Cámara pudieron escuchar la presentación de la Subsecretaria de Salud y sus respuestas a las dudas sobre los programas estatales transafirmativos para menores de edad. Sus respuestas fueron consideradas insuficientes y motivó la presentación de una Comisión Investigadora. Sin embargo, lo más grave es la versión absolutamente tergiversada que se hizo del Informe Cass.
El Informe Cass encargó seis revisiones sistemáticas sobre los efectos de los bloqueadores de pubertad y la hormonación cruzada, entre otros. La subsecretaria señaló que en la primera revisión se incluyó cuatro estudios de alta calidad y citó las conclusiones sobre los positivos efectos que tendrían tales bloqueadores en la salud mental de los niños. ¿Qué no dijo? Que la revisión incluyó también otros 24 estudios que fueron calificados de baja calidad y otros 25 de mediana calidad. Por otro lado, los estudios de alta calidad no eran cuatro, era sólo uno. Y las conclusiones de dicha revisión son bastante claras: «No existen estudios de alta calidad que evalúen la supresión de la pubertad en adolescentes con disforia/incongruencia de género. No se pueden extraer conclusiones sobre el impacto en la disforia de género, la salud mental y psicosocial o el desarrollo cognitivo. La salud ósea y la altura pueden verse comprometidas durante el tratamiento».
En el caso de la revisión sobre la hormonación cruzada ocurrió algo similar. Solo citó un estudio de alta calidad y sus conclusiones, pero omitió señalar que, de la revisión de los 53 estudios sobre ese tema, 33 eran de mediana calidad y 19 de baja calidad. Y, obviamente, las conclusiones también eran distintas.
Posteriormente, señaló que al menos 10 sociedades científicas internacionales y extranjeras seguían manteniendo la terapia hormonal, a pesar de las advertencias del Informe Cass, pero omitió el listado de asociaciones científicas que han manifestado su apoyo a dicho Informe, como la Sociedad Europea de Psiquiatría Infantil y Adolescente, el Colegio de Psiquiatras del Reino Unido y el Colegio Americano de Pediatras.
Ante tal incoherencia, la reacción del diputado Kaiser, denunciando la manipulación de la información, es totalmente justa y atendible; y justifica la creación de una Comisión Investigadora.
Porque… ¿se puede confiar en una autoridad sanitaria que presenta datos de forma descontextualizada y parcial, omitiendo elementos importantísimos, y así obtener conclusiones que se ajustan a su postura? Al Minsal no le interesa preguntarse si objetivamente existe un problema con financiar un programa social destinado a menores de edad que carece de evidencia científica sólida. Les importa dar la pelea cultural, a costa de los niños. Son incapaces de entregar útiles escolares, de entregar respuestas por los casi 300 niños desaparecidos en el nuevo sistema de la niñez y ¿van a ser capaces de entregar un programa social a miles de niños que cumpla con los requisitos mínimo, como estar basado en evidencia científica sólida?
Aunque la subsecretaria insistió con que el PAIG no incluye terapia hormonada y la indicación de hormonoterapia para adolescentes en Chile no está normada, reconoció que en “en algunos casos particulares” los equipos especializados “han seguido lineamientos internacionales para la indicación de esta terapia en el contexto del libre ejercicio de la práctica médica”. ¿Cuántos caos particulares? ¿Son la excepción, como dice, o la regla general? ¿El ejercicio de la práctica médica no tiene límites y autoriza a realizar experimentos hormonales en niños y jóvenes?
Este es un Gobierno que ha hecho gárgaras con el interés superior del niño y su autonomía progresiva, con el fin al lucro y en contra del neoliberalismo, con la transparencia y la batalla por erradicar la “desinformación”. Su superioridad moral hace agua por todos lados, porque no han tenido ningún escrúpulo en autorizar tratamientos experimentales en niños y jóvenes, financiando la industria farmacéutica, con tal de defender su absurda y mortal ideología.
Son los doctores Mengele de nuestro tiempo.