Si bien el Presidente no ha pisado el palito sobre revelar su postura para el plebiscito del 17 de diciembre, ya en la recta final del segundo proceso, y con las observaciones dejando varios temas resueltos y cerrados, la presión aparecerá cada vez más seguido. La izquierda va por el Rechazo. Boric va por el Rechazo, aunque esta vez se esfuerce por mantener la neutralidad. Pero ¿y sus ministros?
¿La ministra de la Mujer, Antonia Orellana, se podrá morder la lengua cuando le pregunten por la norma sobre “quien” está por nacer, por la definición de niño o por qué el texto no ocupa un lenguaje inclusivo?
¿El ministro de Educación, Nicolás Cataldo, sabrá cumplir las normas en educación que obligan al Estado a “garantizar la continuidad del servicio educativo” (literal e) del art. 16.24)? ¿Cuál será su reacción cuando las autoridades de las instituciones educacionales adopten “las medidas necesarias para prevenir o sancionar actos que afecten gravemente el orden o la convivencia”? ¿Estará dispuesto a seguir con la ideologización de los niños, continuando la línea del ex ministro Ávila, cuando los padres contarán con el recurso de protección para hacer primar el derecho preferente de educar a sus hijos y determinar qué es lo mejor para ellos?
¿La ministra de la Secretaría General de Gobierno, Camila Vallejo, seguirá sonriendo con su Comisión contra la Desinformación, cuando deba cumplir una Constitución que le prohíbe al Estado “establecer ideas u opiniones como únicas u oficiales” como también “sancionar la expresión de ideas u opiniones contrarias a la manifestada por el Estado, sus organismos, autoridades o funcionarios?” (literal a) del art. 16.14)?
¿Cómo cumplirá la ministra del Interior y Seguridad Pública, Carolina Tohá, el mandato constitucional de expulsar a los extranjeros en el menor tiempo posible y hacerse cargo de las estrictas normas que obligan al Estado a velar por la seguridad de la población?
Y lo mismo ocurre con Grau (Economía), Cordero (Justicia), Jara (Trabajo y Previsión Social), etc. Este Gobierno, similar al de un consejo de curso de 1º medio por su inmadurez, desorden y voluntarismo, ha sido incapaz de mantener la disciplina interna de sus dos coaliciones. ¿Lucharán esta vez por el Rechazo con la misma energía con la que promovieron el Apruebo la vez pasada? ¿Volverán a sacar el comodín del 11-S, en clave plebiscito 1988, para decir que No? ¿El Partido Socialista seguirá escuchando los cantos de sirena del Partido Comunista haciéndose cómplice de un tercer proceso constitucional con Asamblea Constituyente, al igual que lo fue la Convención? ¿Será capaz la izquierda de repetir la épica de la derecha de la vez pasada?
Boric no dirá jamás que va por el En Contra. Pero está solo. Sus ministros no le obedecen. La imprudencia les traiciona, la rabia de dos derrotas dolorosas seguidas los ciega y la indecisión ante el mal menor los paraliza. Esta vez sí tendrán que quedarse callados.