Ya comienzan los preparativos de la gran huelga feminista del 8M de este viernes. Los medios de prensa han destacado que “existe la sensación de que este 8M será masivo”, y que hay una gran expectación sobre el desplante que tendrá el “gobierno feminista” —que se espera que participe directamente en la conmemoración de este año—, y de su ministra Orellana.
Para las que no asistiremos, a medida que se va acercando la tan esperada fecha comienzan a revolotear las sorprendidas preguntas de amigas y compañeras: “¿Por qué no vas? ¿Cuáles son tus razones para no ir?”. A ninguna se le ocurre preguntarle a las que sí asistirán “¿por qué vas a la marcha?”. Para ir, no hacen falta razones —la asistencia tiene el status de una cuasi obligación moral—, pero para no ir se necesitan razones graves: hay que justificarse, excusarse. No importa el por qué: “la marcha va”.
Y es que estas preguntas vienen generalmente acompañadas de otra interpelación: “pero si crees en la igualdad de la mujer…” o “pero si crees que la mujer sufre ciertas injusticias…” o “si crees en la dignidad de la mujer…”; exclaman con indignación “¡Cómo no vas a ir!”. Es aquí donde se plantea una falacia de falso dilema: si eres pro-mujer, vas a la marcha, y si no vas…
Sin embargo, conociendo cómo es la conmemoración del 8M de cada año, queda de manifiesto la deshonestidad de esta falsa dicotomía. No es cierto que ir a la marcha sea el sinónimo de apoyar a la mujer. Muchas mujeres se sienten incómodas, porque lo que se reivindica ahí no es, en realidad, a la mujer (o, al menos, “no solo” a la mujer), sino una multitud de otras cosas con las que las mujeres podemos estar legítimamente en desacuerdo. ¿Por qué, si alguna quiere manifestarse en favor de las mujeres este viernes, necesariamente tiene que comulgar con todas las otras causas que se levantan en los carteles de las que marchan a su lado?
Este año, la vocera de la Coordinadora Feminista 8M, Carolina Rubilar, en una entrevista ya levantó algunas banderas adicionales. En primer lugar, el sujeto de lucha de las manifestaciones no son solo las mujeres en cuanto tales sino que para Rubilar son “las mujeres y las disidencias”. Además, dice que luchan en contra del “genocidio perpetrado por Israel hacia el pueblo palestino”, la “ultraderecha” que “sigue avanzando en nuestro continente”, del “gobierno de facto” de Perú que “ha perpetrado diversos crímenes contra el pueblo peruano” y de la “derecha tradicional conservadora”. Estas son posturas en las que, independientemente si uno está de acuerdo con ellas o no, o en parte sí o en parte no, no se remiten directamente al sujeto en cuestión: las mujeres.
Sin embargo, esta multiplicidad de causas anexas recién mencionadas no son las más relevantes a la hora tomar la decisión de no asistir. La más grave de todas es que en la marcha que dice conmemorar a la mujer se exige la legalización de un crimen que es todo lo contrario al ser de la mujer, a su capacidad de dar vida: el aborto libre. En ese sentido, para muchas mujeres resulta completamente violento participar de una marcha en que el color verde resalta entre el morado. Siendo que somos pro-mujeres, ¿cómo vamos a apoyar una marcha que aboga por un acto que, lejos de ser un derecho, destruye a la mujer desde sus más íntimas entrañas? Decía Gabriela Mistral: “la mujer será igual al hombre cuando no tenga seno para amamantar y no se haga en su cuerpo la captación de la vida» (Gabriela Mistral. Escritos políticos.).
Pues bien, la introducción de todas estas luchas diluyen por completo a la mujer como sujeto, y su significado. Como vimos en la entrevista, a la Coordinadora Feminista no le parece necesario que el sujeto de la marcha del Día Internacional de la Mujer sean las mujeres, y que en esta se conmemore lo que es más propio nuestro: nuestra capacidad maravillosa de dar vida en todos los ámbitos. Pero esto no es una novedad: Judith Butler ya decía que no debe haber una expectativa de que las acciones feministas deban “construirse desde una identidad estable” (El género en disputa): parece que nuestra identidad femenina no es relevante, y así ellas mismas invisibilizan su propia condición de mujer .
Siendo así las cosas, ¿para qué marchar junto con consignas que son ajenas y contrarias a nosotras como mujeres, y que diluyen nuestra identidad? Pareciera que, en realidad, deberíamos hacer la pregunta contraria a la que me hacían mis amigas: ¿por qué vas a ir a la marcha?