Cuando el pueblo de Israel se alejó de Dios para rendir culto a Baal, apareció un profeta, Elías, quien mediante el poder de su sacerdocio, profetizó que no caería lluvia ni rocío hasta que el pueblo volviera nuevamente a su Dios. Comenzó así la dura sequía que habría de afligir a Israel por tres años (1 Re. 17, 1-7). ¡Cuánta actualidad tiene esta escena para el Chile de hoy!
Nos envuelve un aire de incertidumbre y, como sabemos, “el miedo tiende trampas a la gente” (Pr. 19, 25). Entre nosotros intentamos llegar a acuerdos y, sin embargo, tristemente palpamos cómo cada intento de diálogo deriva en discusiones mayores que las anteriores. “El pueblo camina en las tinieblas” (Is. 9,1), pues donde no hay un buen gobernante, el pueblo no sabe qué hacer (Pr. 29,19). Han atacado e intentado destruir nuestros principales valores: el derecho a la vida, la familia como núcleo fundamental de la sociedad y la libertad de religión. Se han metido con nuestros niños bombardeándolos de ideologías, además de buscar quitar el rol primordial de los padres de educar a sus hijos. Por otra parte, se han burlado de nuestra religión y se esfuerzan por quitar a Dios de nuestra sociedad. Vemos, en última instancia, cómo nuestro país escoge el camino del mal y la muerte (cf. Dt. 30, 15).
Todo lo anterior, no obstante, no nos quita la esperanza. Pues sabemos que, aunque Israel despreció a Dios, Él no se olvidó de su Pueblo. Elías mandó a Ajan: “anda y otea el mar”. Sólo a la séptima vez que este subió vió “una nubecilla como la palma de una mano, que sube del mar (…). En unos instantes los cielos se oscurecieron a causa de las nubes y el viento, y sobrevino una lluvia torrencial” (1Re. 18, 41-46).
La tradición de la Iglesia ha visto en esa nube una prefiguración de María y, en particular, de la Virgen del Carmen. Por ella nos vino la Salvación, por ella nos vienen torrentes de gracias, pues ella dio el “sí”, cuando nosotros decíamos “no” a Dios. Por eso a la Virgen del Carmen se la llama también Stella Maris: Ella es signo de esperanza y nos anuncia la pronta venida de Cristo en medio del oleaje y tormentas del mar.
Han sido meses difíciles como país, y humanamente no vemos luces en el camino. Quizás por eso es el mejor momento para recordar lo que decía San Bernardo: “¡Oh tú que te sientes lejos de la tierra firme, arrastrado por las olas de este mundo, en medio de las borrascas y de las tempestades, si no quieres zozobrar, no quites los ojos de la luz de esta Estrella, invoca a María!”.
La gozosa certeza de que ella, que ha acompañado y bendecido a nuestro país a lo largo de su existencia, una vez más, nos tiende amorosamente su escapulario para protegernos de los peligros de la tormenta y guiarnos finalmente a puerto:
Tú que eres la armadura fuerte del que lucha, cuando la guerra enfurece, danos la defensa de tu escapulario. En las dudas danos consejos prudentes, en las adversidades danos tu consuelo: ¡Estrella del Mar! (extracto Flos Carmeli)
Que hermoso es esto.
Ahora arrecia la lucha contra el mal.
La Virgen Santísima ya ha hablado muchas veces con dulzura.
Pero ahora cabalgará en guerra contra el mal. Y su inmaculado corazón triunfará