Señor Director:
Se dice que la política es el arte de lo posible, y que las actuales circunstancias impiden detener el proceso constitucional. Sería imposible, también, que el Congreso —ejerciendo su mandato constitucional— use su poder constituyente para hacer las reformas constitucionales pertinentes (salvo aquella que daría continuidad al proceso que concluyó el 4 de septiembre).
La verdad es que lo posible y lo imposible son bastante relativos cuando se trata de la conducta humana. Hace unos años se calificaba como imposible tener una asamblea constituyente, y hoy ya sería imposible evitar una segunda convención.
¿Será posible que, así como en el ayer unos corrieron el límite de lo imposible hacia la extrema izquierda, en el mañana se elija respetar el clamor popular del último plebiscito? ¿Será posible que se elija respetar el Derecho vigente, abandonando la práctica de cambiar las reglas según la agenda del momento? ¿Será posible enfocarse en corregir las injusticias estructurales dentro del marco jurídico, que en su estado actual no tiene ninguna “trampa” que lo impida? ¿Será posible sortear —por segunda vez— el riesgo de caminar por la cornisa? (recordemos que los bordes y límites de nada sirven si no existe el hábito de respetar las reglas vigentes). ¿Es posible, en definitiva, esperar que las élites caigan en la cuenta de que la discusión constitucional no es ni ha sido prioritaria para la población, ni es condición necesaria para la conducción real del país hacia el bien común?
Continuar la revolución constitucional es una imprudencia. Es posible exigir que el Congreso Nacional ejerza su potestad y realice las reformas necesarias para conducir el país al bien común, y es necesario que los representantes políticos atiendan este llamado.
Daniela Sarrás J.
Juan Ignacio Brito M.
Tomás Henríquez C.
Antonio López P.
Álvaro Paul D.
Álvaro Pezoa B.
Directorio Comunidad y Justicia
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