La semana pasada, con ocasión del Día de la Mujer, vimos con mucha intensidad una avalancha comunicacional por parte de la agenda pro aborto. Un frente político que, sin tener una necesidad pública real (más bien todo lo contrario), logra clavar su bandera, formular propuestas y hacerse oír. ¿Cuál es el futuro de su causa? No lo sabemos, pero sí tenemos certeza de que no descansarán hasta lograr la legalización del aborto libre como un “derecho”, como recientemente acaba de ocurrir en Francia.
El pasado 5 de febrero, el Partido La Libertad Avanza -el Partido de Javier Milei- ingresó en el Congreso de la Nación de Argentina un proyecto de ley para derogar la ley de aborto vigente en el país transandino. Una iniciativa frente a la cual el feminismo pro aborto argentino ha puesto el grito en el cielo, y por supuesto que la noticia generó un revuelo importante, sobre todo en dicho país. Es cierto que desde Chile es difícil alcanzar un grado de comprensión cabal del ambiente político en el que el proyecto se presentó, y por ende no es fácil saber si habrá agua en la piscina para aprobar una iniciativa como esa. No obstante, representa sin duda un gesto políticamente relevante la sola presentación de la moción. No se trata, por lo demás, del primer gesto en el mismo sentido procedente del mundo que rodea al “Peluca”: hace menos de un año, Victoria Villarruel -actual vicepresidenta de Argentina- señaló que “hay que derogar la ley de aborto”.
Chile, por contraste, se vio enfrentado hace poco a un proceso constitucional en el cual no pareció haber espacio ni siquiera para debatir una prohibición del aborto por vía constitucional: se asumió transversalmente que ese tema no sería planteado. Incluso teniendo una abrumadora mayoría pro vida, fue extremadamente difícil reconocer -con más claridad que en la Constitución vigente y sin espacio para ambigüedades- que el que está por nacer es un “quién”, una persona. Obviamente las circunstancias chilenas no son las mismas, y en muchas ocasiones la prudencia puede aconsejar guardar silencio, o usar una estrategia que permita a largo plazo conseguir el objetivo buscado… A veces no es posible hacer más, pero en ocasiones pareciera que los chilenos que creemos que el que está por nacer es persona -y, en consecuencia, que el aborto directo es un homicidio- tiramos la toalla. Desde la ley de aborto en tres causales parece que los pañuelos celestes están dormidos, despertando sólo ocasionalmente para evitar el avance de los pañuelos verdes, que amenazan con una eventual ley de aborto sin causales dentro de cierto plazo.
En Estados Unidos tardaron cincuenta años en dar vuelta el fallo de Roe v. Wade. ¿Cómo lo consiguieron? Primero, mediante una consolidación de la unidad de las distintas organizaciones y políticos pro vida, dejando de lado peleas de egos. Segundo, y no menos importante, no cediendo la premisa según la cual el aborto es legítimo o que es un “derecho”, en ningún caso; es decir, sin permitir que el progresismo les moviera el cerco del debate: académicos, políticos y activistas nunca cedieron frente al argumento central, por muy agresivo que sea el ambiente contra ellos. Algo parecido ha ocurrido en Argentina: “Acá no se rinde nadie” fue la consigna que difundió la activista Lupe Batallán luego de la aprobación de la ley de aborto. Han actuado en consecuencia. Todavía sin resultados visibles, pero al menos la causa se mantiene viva.
Milei tiene muchos aspectos altamente cuestionables como figura política -Trump tampoco era monedita de oro para el sector prolife estadounidense (basta con ver declaraciones de académicos como Robert P. George o George Weigel)-, pero lo importante no es el caudillo, sino la bandera. Para que la lucha por la vida no muera, es necesario que viva, y para que viva es necesario que exista alguna lucha. Aunque sea mediante gestos simbólicos como el de Argentina. Hay que hacer lío. Lo que no nos puede pasar es caer en el silencio frente a la cultura de la muerte, porque el silencio es propio de lo que no vive: el silencio es la muerte. Tenemos la hoja de ruta en otros países; sólo hay que seguirla: el combate sin descanso frente a la injusticia.