“No he hecho lo suficiente”. La voz de la conciencia de Oskar Schindler lo acusa implacablemente. “Si hubiera salvado a más…”. No hizo nada malo, y eso es precisamente lo que le remuerde la conciencia: no hizo todo lo que pudo para salvar más vidas de judíos polacos, en el marco de la política de extermino de la Alemania Nazi. Salvó muchas, por cierto, y eso está bien, pero no hizo todo lo que pudo. En esta escena de la película Schindler’s List (1993) la actuación de Liam Neeson muestra con una fuerza extraordinaria el carácter inviolable -¡sagrado!- de la dignidad de la persona humana.
La defensa de la vida de cada ser humano, de cada individuo de la especie humana, justifica todo esfuerzo, por exagerado que pueda parecer, se eleva por sobre los cálculos mezquinos de las consecuencias partidistas de las élites, por sobre los precios de los éxitos y las peleas de egos de los protagonistas del curso de la esfera pública. “Si no hubiese hecho esto, habría salvado a diez más… diez personas ¡diez personas más!”. Schindler salvó a muchos, muchísimos, más de mil, pero al final vio claro que podría haber salvado a más.
La aberrante práctica de poner un precio a cada vida humana le hace ver que todo es nada si se compara con el valor invaluable de una sola persona. “Si hubiese hecho esto, habría salvado a una persona más… ¡una más!”. No hizo todo lo que pudo para salvar a más personas. Se dio cuenta de que, muchos o pocos, cada ser humano ¡cada uno! valía ese esfuerzo extraordinario que no hizo, ese esfuerzo para salvar a más, aunque fuera a uno más… “Podría haber salvado a una persona más, y no lo hice”.
“Podría haber salvado a más”. ¿Y qué tiene que ver esto con nuestro querido Chile? Tenemos a la fecha una norma inicua -que no es ley, sino pura fuerza– que permite matar seres humanos inocentes -los más inocentes de todos, que son los niños que no han nacido-, sin más requisitos que la voluntad de su madre y la concurrencia de alguna de las famosas tres causales. Frente a este panorama se presenta -¡por fin!- la oportunidad de restablecer el orden de la justicia, pues la composición del Consejo Constitucional da al sector pro-vida votos suficientes.
A los consejeros los presionarán y los están presionando para no derogar la ley de aborto, definida tras un doloroso y largo debate democrático. Les dirán que van a apresar a las mujeres enfrentadas a situaciones dramáticas. Pero nadie pretende encerrar en la cárcel a una mujer que en un caso realmente complejo se vea presionada hasta el punto de no serle exigible una conducta alternativa conforme a derecho -y esa es la razón por la que, antes de la ley de aborto en tres causales, no existían mujeres presas por causarse un aborto-, pero sí que el aborto sea una conducta ilícita, un hecho claramente sancionado por la protección irrestricta de los niños que están por nacer. Algunos podrían mantener la norma vigente sobre protección de la vida del que está por nacer (que ya interpretó el Tribunal Constitucional permitiendo el aborto), o dejando una protección especial del no nacido con otra fórmula, pero la pregunta que deben hacerse los consejeros debería apuntar únicamente a salvar más vidas y a hacerlo ahora.
“Podría haber salvado a más”. ¿Cuántos niños más tienen que morir por la tibieza de quienes no quieren parecer extremos?… ¿Dejarán que sigan matando inocentes para mostrarse moderados? ¿Qué harían si fuesen víctimas del exterminio Nazi? ¿Cuál es la diferencia? ¿No son incluso más inocentes todavía los niños no nacidos? No hay posturas intermedias: salvarlos o dejar que sigan muriendo. Ojalá los consejeros, sobre los que pesa la grave responsabilidad de salvar vidas, no lleguen al final de la película lamentándose como Oskar Schindler: “podría haber salvado a más”.