Roberto Astaburuaga: “Las municipalidades y sus programas de identidad de género para niños”
Con cada nueva sesión, la Comisión Investigadora sobre los tratamientos transafirmativos a niños va desenredando la madeja de instituciones involucradas en lavarle el cerebro a chicos y grandes, promover la idea de que se puede transicionar de un sexo a otro -¡desde los 3 años!- y que puede terminar en hormonas y cirugías. Es cierto que hay una crisis de seguridad, otra de economía, una más de corrupción y elecciones a la vuelta de la esquina… pero estamos hablando de nuestros niños, de su integridad, de su vida, de su futuro.
Y es muy grave lo que se ha revelado. Que hay más de 2.500 niños han ingresado al PAIG; que, sólo en la red pública, más de 600 están recibiendo hormonas, y hay tres casos que son desde los 9 años; que hay padres “resistentes” que han perdido a sus hijos por orden de un tribunal de familia; que existe una derivación desde ¡un jardín infantil!; que hasta Poncio Pilatos se pondría rojo de vergüenza con el lavado de manos del Minsal, ISP y Cenabast; que el Mineduc diseña protocolos para derivar niños desde las escuelas al PAIG; que no hay seguridad de la existencia y contenido de los consentimientos informados de los padres; que hay, al menos, 42 casos de adolescentes con operaciones de reasignación de sexo.
Y la semana pasada, las municipalidades salieron al baile. En la sesión del lunes 7, la Comisión Investigadora recibió a la Subsecretaria de la Niñez, Verónica Silva, quien señaló que existen municipalidades con programas de identidad de género para niños propios. Es decir, se abre una nueva caja: ¿Cuántas municipalidades son? ¿Que tipo de atención entregan? ¿Incluyen entrega de hormonas… a través de las Farmacias Populares, por ejemplo? ¿Cuántos niños han pasado por esos programas? ¿Cuál es el presupuesto que han destinado las municipalidades a financiar este activismo ideológico con “capacitaciones”, convenios e “insumos”?
Porque existen ejemplos. La Municipalidad de Santiago tiene una Guía de orientación en salud para personas “de la diversidad”, y los niños “trans” de 14 años que requieran acceder a terapia hormonal “deben ser derivados por el Cesfam, donde se señale “paciente trans requiere evaluación y terapia de hormonización para proceso de tránsito”; o el Programa de Atención Temprana para la Primera Infancia Diversa (ATEPID) de la Municipalidad de Macul, destinado a niños entre 0 y 9 años; o el convenio de la Municipalidad de Recoleta con una reconocida organización trans para que los menores reciban hormonas a través de su Farmacia Popular. Y así, ¿cuántas más? ¿cuántas Oficinas municipales de la Diversidad realizan derivaciones de niños al PAIG? ¿Cuántos municipios de la Red Nacional de Municipalidades por la Diversidad, inclusión y no discriminación (Red Diversa) tienen este tipo de programas similares al PAIG y entregan hormonas mediante las Farmacias Populares -las que también son objeto de una Comisión Investigadora? ¿Cómo los municipios, lugares de ayuda y orientación a los vecinos, se convirtieron en cajas pagadoras de programas ideológicos que dañan a los niños?
La semana pasada la agrupación Do No Harm informó que, en Estados Unidos, entre 2019 y 2023, se habían realizado más de 5.700 menores se habían hecho operaciones de reasignación de sexo y más de 8.500 habían recibido tratamientos hormonales… ¿y en Chile?
La red de hospitales, liceos, municipalidades, programas sociales de niñez, organizaciones y académicos activistas opera en dar un sustento integral a una ideología que hace que la medicina dañe y no sane, que la educación adoctrine y no enseñe, que la sociedad y el Estado abandonen y no ayuden. La Comisión Investigadora tiene la oportunidad de dar los primeros pasos en reparar el daño cometido a miles de niños y buscar responsables, para que se les aplique todo el peso de la ley.
Javier Mena expone sobre la judicialización de padres que se oponen a las “terapias afirmativas” para sus hijos
El integrante de nuestra organización habló sobre los desafíos que enfrenta Chile en relación con los casos de niños con disforia de género en un conversatorio organizado por la Asociación para la Promoción de los Derechos Civiles (PRODECI) de Argentina.
El jueves 3 de octubre, nuestro abogado Javier Mena y la psicóloga y directora de la Escuela de Psicología de la Universidad Finis Terrae Carolina Barriga participaron en un conversatorio virtual organizado por la Asociación para la Promoción de los Derechos Civiles (PRODECI) de Argentina. El evento, titulado “Disforia de género: problemáticas jurídicas y psicológicas en la experiencia de Chile”, reunió a 55 personas conectadas interesadas en conocer más sobre este tema en el contexto chileno.
Durante el conversatorio, nuestro abogado Javier Mena compartió la experiencia de nuestra corporación en la defensa de los derechos de los padres en casos de disforia de género y destacó cómo, en varias ocasiones, el Estado ha intervenido en la relación entre padres e hijos, cuestionando o anulando las decisiones parentales y promoviendo enfoques “transafirmativos” sin considerar las normas vigentes, la evidencia científica que descarta sus beneficios y, fundamentalmente, el bienestar integral del menor.
“Solo lo que estimen los padres y las psicólogas tratantes es aquello que responde verdaderamente a las necesidades y al bien del menor de edad”.
Javier Mena, abogado de Comunidad y Justicia
“Es el Estado el que se presenta aquí como el principal objetor a la pretensión de los padres de cuidar a sus hijos”, afirmó Javier Mena. Además, explicó que, en muchos casos, las instituciones educativas o centros de salud estatales presentan requerimientos legales en contra de los padres por supuesta vulneración de derechos, simplemente por no aceptar una transición social o médica prematura de sus hijos.
Por su parte, Carolina Barriga complementó la exposición describiendo las diferencias clave entre la terapia afirmativa y la exploratoria. “La terapia afirmativa parte de la premisa de que el niño está en el cuerpo equivocado, mientras que la terapia exploratoria ofrece un enfoque más profundo para analizar la situación antes de tomar decisiones irreversibles”, señaló Barriga.
El conversatorio fue organizado por PRODECI, una asociación civil argentina dedicada a la promoción de los derechos humanos, la vida y la familia. PRODECI conoció a los ponentes tras nuestro conversatorio titulado “La cuestión trans: análisis integral y crítico de la disforia de género y sus tratamientos”. El evento concluyó con un agradecimiento a los expositores y una invitación a organizar futuros encuentros para profundizar en el análisis de los múltiples aspectos de la disforia de género.
Agenda legislativa: 7 al 11 de octubre
Roberto Astaburuaga: “Los chilenos creen más en el cielo que en el infierno”
Según la última encuesta CEP, los chilenos creen más en el cielo que el infierno. La vida, la muerte, la religión y la familia ocupan buena parte de las preguntas y vale tener en consideración las respuestas para arrojar un poco de luz sobre el Chile de hoy y las crisis que vive.
Por un lado, han disminuido quienes creen en el cielo y en el infierno, en que la vida tiene sentido porque Dios existe y en la vida después de la muerte, pero aumentó la creencia en la energía espiritual en las montañas, los árboles y los cristales, en la reencarnación, en el karma y los que creen en el mal del ojo duplican a los que no.
Por otro lado, la relación con Dios es personal, prescindiendo de confesiones religiosas, lo que se manifiesta en diferentes aristas relacionadas con la Iglesia Católica y las iglesias evangélicas. En este sentido, aumentó la cantidad de personas que no están de acuerdo con que la religión es hoy tan relevante para la vida como lo fue en el pasado (48%), un 50% considera que la religión es poco o nada importante en la sociedad, debido a que es una fuente de escándalos y desconfianza o es irrelevante. La irrelevancia y desconfianza en la religión también se puede explicar por la disminución de la confianza en la Iglesia Católica y en las iglesias evangélicas -lo que también se refleja en el aumento de quienes nunca asisten a servicios religiosos- y en la bajísima confianza en los sacerdotes y pastores.
Esta irrelevancia y desconfianza se manifiesta en la postura sobre los temas “valóricos”. El 75% de los encuestados está muy de acuerdo o de acuerdo en que las autoridades religiosas no deberían tratar de influir en la forma en que votan las personas y un 72% cree que no deberían influir en las decisiones del gobierno.
Lo anterior es inseparable con la legitimación del aborto, porque entre 1999 y 2024 disminuyó el número de quienes aprueban la prohibición total (de un 55% a un 15%), y aumentó el de quienes lo aprueban en casos especiales (de un 35% a un 50%) y en cualquier caso (de un 10% a un 34%). La eutanasia también ha sido validada entre 2017 y 2024, aumentando su permisión total (de un 14% a un 29%), manteniendo estable su permisión en casos especiales (57%) y disminuyendo quienes creen en su prohibición total (de22% a 11%).
Llama la atención el aumento de quienes aceptan el aborto si una familia tiene muy bajos ingresos y no puede financiar tener más hijos: entre 1998 y 2024 quienes se oponían bajaron de 81% a 50% y quienes lo consideran correcto subieron de un 16% a un 46%. Por último, entre 2011 y 2024 aumentó de un 26% a un 60% quienes están de acuerdo en que una pareja del mismo sexo puede criar tan bien a un niño como una pareja heterosexual y disminuyó en el mismo porcentaje quienes creen lo contrario (de 58% a 25%).
Estas opiniones se contraponen a la defensa y promoción que el cristianismo ha dado sobre el derecho a la vida desde su inicio hasta su término natural y a la conformación heterosexual e indisoluble del matrimonio. Llaman la atención las cifras sobre la actual crisis de natalidad (1,2 hijos por mujer).
Todo lo anterior merece análisis en diferentes niveles y capas de profundidad. Las confesiones religiosas se encuentran ante una sociedad que desconfía de ellas, que prefiere que hablen en iglesias vacías, mientras la cultura, la educación y las leyes avanzan en sentido opuesto a los bienes que defienden y promueven. Pero más grave aún es el retorno a un paganismo y a la ausencia de trascendencia. La oposición al aborto y a la eutanasia debe estar acompañada del reencantamiento a la juventud de la persona de Jesús, de la necesidad de la Iglesia y de la idea de formar una familia.
La crisis de desarticulación del matrimonio tiene como consecuencia directa la disminución de la natalidad e indirectamente alcanza a todo ámbito de la sociedad. Según la CEP, la familia fue, por lejos, el aspecto que más define la identidad personal de un individuo. Y si los cimientos son frágiles, el edificio se tambalea.
Gustavo Baehr y Roberto Astaburuaga: “Ley de convivencia escolar, circular 812 y PAIG”
Recientemente, el Presidente de la República hizo presente la urgencia suma al proyecto de ley de convivencia escolar. La iniciativa fue despachada de la Comisión de Educación de la Cámara, por lo que su discusión en la sala es inminente.
Nadie pone en duda los problemas que afectan la convivencia educativa. No obstante, llama la atención la obsesión del Ejecutivo y de un grupo importante de parlamentarios oficialistas de incluir cuestiones ideológicas en proyectos que pretenden solucionar inconvenientes reales.
Nos explicamos. Entre otras disposiciones, la iniciativa establece un nuevo “piso mínimo” a los reglamentos internos de los establecimientos educacionales (actualmente esto está regulado por normas administrativas, no legales). Entre las reformas obligatorias que un colegio tendría que hacer a sus reglamentos, se encuentra una bastante particular. Los establecimientos deberán promover, en sus reglamentos, el “respeto” y el “reconocimiento” de la “identidad sexoafectiva y de género”.
Además, el proyecto incorpora algunas categorías de discriminación arbitraria. ¿Se omitió una referencia a la sexualidad y a la autopercepción de género? Como se puede suponer, no. La iniciativa incluyó una referencia a la “identidad sexual” de los niños, siendo la primera referencia a este elemento en la ley general de educación.
¿Por qué resulta preocupante todo esto? Una parte considerable de las acciones transafirmativas a nivel social e individual (es decir, aquellas que buscan reforzar la autopercepción del menor, en lugar de indagar en las causas de dicha situación) tienen en común la invocación de causas como el “respeto”, el “reconocimiento” o la “no discriminación” a la “infancia trans”, por lo que es razonable suponer que, con la entrada en vigencia del proyecto de ley, estas cuestionables acciones aumentarán.
Basta mirar lo que ha ocurrido en la circular 812 de la Superintendencia de Educación que obliga a todos los funcionarios de un establecimiento educacional a reconocer el nombre social de un niño o adolescente, cuando lo pida el padre, la madre o el apoderado, cuando el niño es menor de 14 años o por s la sola solicitud del adolescente, cuando tenga más de 14 años.
Y todo lo anterior, teniendo como telón de fondo, la indagatoria que realiza la Comisión Investigadora de la Cámara sobre el Programa de Acompañamiento a la Identidad de Género (PAIG), que entrega apoyo a la transición social desde los 3 hasta los 17 años. En la sesión de la semana pasada, la Subsecretaría de Educación Parvularia informó que se está elaborando un protocolo de derivación desde los establecimientos educacionales hacia el PAIG. Conocidos son los casos de padres judicializados por oponerse a que sus hijos ingresen a este programa o que reciban apoyo en su transición escolar dentro de los establecimientos educacionales, y que han terminado separados de sus hijos por orden un tribunal de familia, por considerar que existe una vulneración del “derecho a la identidad de género” del menor.
La circular 812, el PAIG y la ideologización del proyecto de ley de convivencia escolar no son cuestiones aisladas y desconectadas, sino que responden a una intención claramente definida y diseñada de inducir a los niños desde su más tierna infancia a hacerse preguntas que no se plantearían por sí mismos. La intervención ideológica del Estado afectará a los niños, porque la transición social tiene efectos psicológicos y quienes acceden a ella tiene mayor probabilidad de pasar a la vía médica (hormonas y operaciones), como señaló el Informe Cass.
Pensemos en un profesor que, ante la evidencia surgida en este último tiempo, evalúa seriamente no llamar, con su nombre social, a un niño con disforia de género, o en un colegio que no acepta que un adolescente use el baño de mujeres o se rehúsa a recibir cuentos sobre género para los niños más chicos, como ordena el PAIG ¿Qué ocurrirá con ese profesor? ¿A qué se arriesga ese colegio? Se expondrá a sanciones injustas y descomunales por el incumplimiento de la circular 812, del reglamento interno del establecimiento o por resistirse a que su hijo sea derivado al PAIG, según el protocolo del Mineduc. El reciente caso de cancelación a un profesor universitario por opinar que los colegios no son seguros para los niños porque pueden iniciar su proceso de transición desde los 3 años, debería ser ejemplo suficiente del extremo al que el lobby trans está dispuesto a llegar.
*Gustavo Baehr Neira y Roberto Astaburuaga Briseño – Abogados de Comunidad y Justicia
Agenda legislativa: 30 de septiembre al 04 de octubre
Rosa Puelma: “Natalidad y matrimonio”
La grave baja de natalidad que aqueja a nuestro país empeora cada año. Así lo señalan las últimas cifras del INE en su boletín de estadísticas vitales coyunturales del mes de agosto. Al paso que vamos, las consecuencias, que ya son catastróficas, se encrudecerán cada vez más, probablemente de un modo que no hemos visto hasta ahora. En ese sentido, no está de más recordar el llamado que hizo el arzobispo de Santiago, Fernando Chomali, hace algunas semanas, afirmando que la crisis de la natalidad “debiese hacernos reflexionar sobre qué estamos haciendo los chilenos para fortalecer a la familia (y a todos sus miembros), reconociendo y preservando el don de las mujeres para dar vida”. Monseñor Chomali insistió en esta interpelación en su homilía de la celebración del Te Deum del 18 de septiembre: “La alarmante caída en la tasa de la natalidad en nuestro país nos enrostra esto. Ello exige sentido de urgencia (…) ¡Será difícil aumentar la natalidad con jóvenes sin oportunidades en su camino!”.
La gravedad de esta crisis ha sido ocasión para hacerse la gran pregunta: ¿cuáles son las razones que han llevado a tantos chilenos a no ser padres? Me quiero detener en una que es especialmente desoladora: se afirma, con toda razón, que los padres se encuentran cada vez más solos. La maternidad es un proceso solitario, muchas veces vivido desde el aislamiento. Las madres cada vez cuentan con menos redes de apoyo, por lo que les falta el soporte necesario para enfrentar la gran tarea de criar a sus hijos. Es por esto que muchos, ante las desesperanzadoras estadísticas sobre la natalidad, han subrayado la importancia de que existan más comunidades que acompañen en el proceso de crianza, y políticas públicas que las incentiven, y -en el caso de ser necesario- las creen.
Sin dejar de ser esto cierto, la verdad es que, si se toma ese diagnóstico, la causa de fondo del problema permanece aún oculta. La red de apoyo que más hace falta para tener hijos de manera segura y protegida, es el matrimonio; y, sin embargo, el matrimonio ha sido el gran ausente en la discusión. Este es el “elefante en la sala”: el rol que cumple la unión y la participación de ambos cónyuges en la crianza es simplemente irremplazable, insustituible. Lamentablemente, ninguna política pública puede remediar la ausencia de aquel que se compromete, por toda la vida, en el proyecto común de formar una familia.
Teniendo esa realidad a la vista, no es de sorprender que en Chile la maternidad sea tan solitaria y llena de riesgos si, según los datos del Registro Civil, un 75,5% de los nacimientos se producen fuera de la institución matrimonial. Es más, en el mencionado boletín publicado hace algunos días por el INE, se aprecia una preocupante caída en picada del número de matrimonios en los últimos tres años, y, al mismo tiempo, un crecimiento de los acuerdos de unión civil. Estos datos sobre el matrimonio deben ser considerados a la hora de dilucidar las causas de nuestra crisis demográfica, datos que van acompañados de una legislación que cada vez horada más la institución matrimonial, haciéndola más plástica, perecedera, y sin significado. Promover esta legislación y lamentarse que pocos niños vienen al mundo, es un sinsentido.
Sin embargo, está claro que no sólo son importantes los datos a la hora de enfrentar este problema. Hay que tomarse muy en serio el relato que se ha generado en torno a la cuestión de la natalidad. No será posible que cambiemos el rumbo demográfico si es que nos seguimos refiriendo a la maternidad como un fenómeno individual. La maternidad -y su compañera olvidada, la paternidad- no es una “decisión individualísima de la mujer”: es una disposición de dos personas, el padre y la madre, a recibir la vida.
Además, el problema de la natalidad no se resuelve sólo por tener más hijos, despreocupándose de ellos luego de su nacimiento. El “problema de la natalidad” no es sólo demográfico o estadístico, sino sustantivo. Es fundamental que los niños crezcan y se eduquen para lograr su perfección. Es tan grave la crisis de natalidad como la crisis de falta de educación, y ambas tienen la misma causa: la inestabilidad familiar y la desintegración de sus lazos. Es por esto que la apertura del padre y la madre a recibir la vida debe extenderse a la crianza presente y educación activa de los hijos.
El matrimonio tiene una función social de generación, pero también de sustento material y formación espiritual y moral. En este sentido, el matrimonio es la institución que por excelencia garantiza el bien de los hijos. No basta con preguntarse por las razones de la disminución de la natalidad, sino que también deben analizarse las razones de la corta duración de los matrimonios y las dificultades para la educación de los hijos.
El matrimonio ha sido el gran ausente en la reflexión pública sobre el problema de la natalidad, pero sin matrimonio no puede haber crecimiento demográfico sostenible. Antes y además de instituciones y políticas públicas -que pueden ser de invaluable apoyo-, necesitamos matrimonios: esa es la base fundamental de la familia y de todo el orden social.
Agenda legislativa: 23 al 27 de septiembre
Roberto Astaburuaga advierte sobre los riesgos de la hormonización aplicada por el Minsal en Radio Agricultura
En una entrevista en el espacio “Llegó la Hora”, nuestro asesor legislativo presentó los últimos avances de la comisión investigadora del Programa de Acompañamiento a la Identidad de Género (PAIG), destacando las graves irregularidades en la hormonización de menores y la creciente judicialización de padres que se oponen a estas medidas.
El pasado viernes 13 de septiembre, nuestro asesor legislativo, Roberto Astaburuaga, participó en el espacio “Llegó la Hora” de Radio Agricultura. Allí habló sobre las actualizaciones más recientes de la comisión investigadora de la Cámara de Diputados que estudia la aplicación del Programa de Acompañamiento a la Identidad de Género (PAIG) del Ministerio de Salud. Este ha permitido la hormonización de menores de edad y la vulneración de los derechos de los padres, quienes están siendo judicializados por oponerse a estas medidas.
Durante la entrevista, Roberto Astaburuaga destacó el avance de la comisión investigadora, que ya ha realizado cinco sesiones y ha citado a diversas autoridades, incluyendo a la ministra de Salud y al Director del Instituto de Salud Pública (ISP). La investigación ha revelado datos alarmantes sobre el Programa de Acompañamiento a la Identidad de Género (PAIG), implementado en 37 hospitales del país desde abril de 2023.
“No importa el consentimiento de los padres para autorizar. Es decir, que al padre se le informa, no es que se le pida autorización para ingresar al programa”.
Roberto Astaburuaga
Según los hallazgos de la comisión, varios menores han sido sometidos a tratamientos hormonales desde los nueve años sin el consentimiento explícito de sus padres, a pesar de que el ISP no ha autorizado el uso de estos medicamentos en menores de edad. “Estamos viendo cómo los padres están siendo judicializados por resistirse a estas decisiones, lo que constituye una clara violación de sus derechos fundamentales,” afirmó nuestro abogado.
Roberto Astaburuaga, también, mencionó el impacto del informe Cass, un estudio británico que pone en duda la eficacia de la hormonización en menores y advierte sobre los efectos irreversibles de estos tratamientos. “El informe Cass es un claro indicativo de que no hay evidencia científica sólida que respalde la hormonización de menores como una solución beneficiosa. Esto nos obliga a reconsiderar de inmediato la forma en que se está aplicando el PAIG”, añadió.
Roberto Astaburuaga: “Los embriones guardados en un freezer”
Hace pocos meses, un fallo de la Corte Suprema de Alabama señaló que los no nacidos son niños, independiente de su etapa de desarrollo, ubicación física u otra característica, pero recibió críticas por desafiar la comprensión convencional de la relación jurídica con los embriones congelados y la forma de equilibrar los derechos de los progenitores con los “supuestos” derechos de los embriones, ya que esto traería complicaciones los tratamientos de fecundación asistida y a quienes tienen embriones criopreservados. Prueba de lo anterior es que clínicas de Alabama han detenido los tratamientos de FIV, para no sufrir consecuencias penales o civiles.
Conviene tener a la vista que la Convención sobre los Derechos del Niño establece desde cuando se es niño en su art. 1º “se entiende por niño todo ser humano menor de dieciocho años de edad”, que, leído en conjunto con el párrafo 10º del preámbulo –“el niño (…) necesita protección y cuidado especiales (…) tanto antes como después del nacimiento”, permiten sostener que tal categoría aplica desde antes del nacimiento. La cuestión lleva, entonces, a revisar si es que el que está por nacer es un ser humano. Si lo es, entonces, es un niño.
La RAE define humano como “Dicho de un ser: que tiene naturaleza de hombre (ser racional).”, y define naturaleza como “principio generador del desarrollo armónico y la plenitud de cada ser, en cuanto tal ser, siguiendo su propia e independiente evolución”. La ciencia ha demostrado que, desde la fecundación, comienza un proceso ordenado e irreversible del ser en gestación, que avanza por las distintas etapas del desarrollo embrionario y en las posteriores al nacimiento. Así las cosas, el embrión es un ser.
Luego, la RAE define hombre como “ser animado racional, varón o mujer”, es decir, “dotado de alma” y “dotado de razón”. Alma se define como “Principio que da forma y organiza el dinamismo vegetativo, sensitivo e intelectual de la vida.”, característica que cumple el embrión, como vimos al revisar la definición de naturaleza, y en cuanto a la razón, goza de ella, aunque no la ejerza hasta que tenga un desarrollo material y psicológico que le permita manifestarla, pues, de lo contrario, no cabría considerar a los recién nacidos e infantes como seres racionales, y por tanto, como personas. Por tanto, si el embrión cumple con los dos elementos de la definición de hombre (alma y racionalidad) y cumple con la definición de naturaleza, se concluye que es un ser, un ser humano.
Y si es un ser humano, conforme a la Convención sobre Derechos del Niño, es un niño, y por tanto, es persona. Si es persona, goza de derechos, entre ellos, el derecho a la vida y a su integridad física, lo que en el caso de la criopreservación incluye su derecho a desarrollarse en un ambiente idóneo para su crecimiento. Así, más que hablar de “derechos de los progenitores” y “supuestos” derechos de los embriones, se trata de “derechos de los embriones”, es decir, niños, y supuestos “derechos” de los progenitores, pues, en realidad, ellos tienen el deber de tratar a sus niños, nacidos y no nacidos, como sujetos de derechos, y no tanto un derecho a disponer de ellos como si se trataran de cosas que pueden ser guardadas en un congelador, como si fuera una cosa más entre el helado y la bolsa de hielo en el freezer.