Los invitamos a leer esta excelente columna de nuestros asesor legislativo, Vicente Hargous, publicado por el medio digital Controversia, este lunes 21 de septiembre.
Te escribo a ti, porque tengo una preocupación sincera por lo que va a pasar en Chile. Quería escribirte, aunque el tema sea incómodo, sobre el plebiscito que se nos viene el 25 de octubre. No vengo a venderte la pomada con uno u otro bando: no es mi objetivo decirte que votes apruebo o rechazo, sino que reflexiones un poco. Obviamente tengo una postura personal, que te transparento desde ya: voy por el rechazo… pero eso no quita que podamos conversar.
Por una parte, sobran quienes quieren engatusarnos con sus ideologías: visiones simplistas de la realidad, que identifican un elemento concreto como la causa de todos los males. Muchos vendedores de utopías circulan hoy por Chile, a ambos lados del camino. Tengamos cuidado: algunos de ellos están como ciegos y son incapaces de ver fuera de la gnosis salvadora que ellos creen tener, y quizás otros tienen intereses para presentarse a la eventual Convención constituyente.
Pero por otra parte hay otros que nos llaman a la ‘mesura’, a las posiciones ‘moderadas’, al ‘equilibrio’. Esta postura puede ser atractiva, pero mira… pensémoslo un poco: ¿qué pretendemos con nuestro voto? ¿qué queremos con una Constitución? El defecto del llamado a la ‘moderación’ es que, aunque parece sensato, pone los ojos en los medios, pasando por alto que el fin es el que causa la forma. —Que si la Convención Constituyente es mixta, que si es simple, que si los candidatos, que si los acuerdos van a ser por dos tercios, que si habrá acuerdos o si habrá aplanadoras… todo eso es importante, pero su importancia es medial, no final.
¿Qué queremos lograr? La pantomima ridícula del veleidoso zigzagueante, al igual que la del cordero ideologizado con voto ‘del partido’, representa exactamente lo contrario de lo que debe ser tu actitud y mi actitud frente a decisiones así, donde nos jugamos parte no menor de las normas que regulan la vida pública nacional y el Estado (porque ojo: la eventual nueva Constitución no es un pacto social que va a refundar Chile, sino solamente una norma que, por la relevancia de su contenido, es más rígida que las demás). Lo que debemos buscar no es una mayor representación de opiniones, sino el bien común. Puede que el diálogo y el contraste de opiniones nos ayude a conocer qué es lo mejor, pero no es algo que busquemos como un fin. El consenso porque sí, los acuerdos por los acuerdos, no sirven, porque de hecho ocurre y ha ocurrido que lleven al error, a soluciones que nos pueden hacer mucho daño.
¿Sabes lo que nos jugamos en este plebiscito? Si apuntamos al bien común, no debemos buscar únicamente consensos (ni tampoco contentarnos con evitar desastres económicos), sino también tratar de asegurar ciertos mínimos, ciertos valores que “no son negociables”. Nos jugamos una estructura del Estado, pero también una visión de la persona humana, de la familia, de las sociedades menores, de la naturaleza humana y de los derechos inherentes a la persona humana. Nos jugamos la protección de la vida desde la concepción hasta la muerte natural, de la familia como núcleo fundamental de la sociedad, de la libertad de enseñanza, del derecho preferente y el deber de los padres en la educación de los hijos. Todas esas cosas están en la Constitución actual… y existe un riesgo de que sean eliminadas. Obviamente, hay que ponderar ese riesgo con otros elementos que también tienen relevancia para el bien común, pero no puede ser que no consideremos para nada esos elementos, que son buenos y esenciales para un orden político justo.
Yo también veo que el problema político y social que tenemos es gordo, y que no se va a arreglar con soluciones parchecuristas. Y también creo que nuestro sistema necesita aire, necesita inyectar más solidaridad, más regionalización y un enfoque prioritario en los más vulnerables, y tal vez si el espíritu de nuestra Constitución hubiese tenido más elementos en esa línea no estaríamos donde estamos… pero ¿será necesario eliminar todo para conseguir esos cambios? ¿tenemos certeza de que esos cambios van a quedar en la nueva Constitución? Una deliberación prudente requiere salir de las ideologías y mirar más allá de la económico, pero también considerar los riesgos de los elementos culturales y sociales que podemos perder.
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