Cada vez que se abre un libro del príncipe de las paradojas, el gordo Chesterton, saltan sorpresas al menos una vez cada dos páginas. Asombrosas frases desconcertantes por doquier, como aquella afirmación de que «el objetivo principal de todos los socialistas honestos, en este momento, es evitar la venida del socialismo»[1], o la descripción del capitalismo con el intraducible juego de palabras unbusinesslike bussiness. No sé si será por la idiotización del mundo millenial, incapaz de entender el verdadero humor (porque Homero Simpson y las vulgaridades de los comediantes nacionales normalmente no requieren de sinapsis para producir risa), pero muchas personas me han dicho que tiene fama de ser muy «denshoh»[2] ―como irónicamente dijo hace pocos días José Eulalio Medianoche― o que derechamente no lo entienden.      

La utopía de los usureros es una colección de artículos escritos entre 1913 y 1915 para el Daily Herald, un diario socialista en el cual nuestro gordo amigo golpeaba por igual al capitalismo y al socialismo. Uno de los propósitos de esta colección de artículos parece haber sido el mostrar la conexión ideológica entre ambos, aunque más apaleado resulte en esta ocasión el capitalismo, como es obvio por el título del libro. «Debemos pegarle al capitalismo, y pegarle duro, por la pura y simple razón de que se está agigantando y haciendo cada vez más fuerte»[3]. Chesterton barre con las locuras de la vida económica y cultural de estas utopías de los usureros que son nuestras sociedades, exponiendo con rigor e ironía los efectos de la mentalidad capitalista en el arte, la cultura, la vida familiar, el trabajo y las condiciones laborales. En todos esos aspectos se aprecia el desdén moderno por lo que es verdaderamente humano y las crueldades a que puede llevar la codicia.

Profetizaba estas cosas con esperanza de que no se cumplan, o de que al menos a medio camino la sociedad eche marcha atrás:

A menudo mienten sobre su riqueza actual, como generalmente mienten sobre su pobreza pasada. Pero cuando dicen que van por una «política social constructiva» no mienten. Realmente están apostando por una política social constructiva. Y nosotros debemos ir por una política social igualmente destructiva; y destruir, mientras está a medio construir, la cosa maldita que ellos construyen.

En nuestros días, eso que Chesterton llama «la cosa maldita» es un sistema cuya construcción está acabada.

¿Qué diría nuestro autor si viera que nuestras ciudades ya no tienen plazas con iglesias y mercados donde nos relacionamos, sino malls que han hecho quebrar a miles de negocios pequeños y hacen trabajar los domingos a sus empleados? Una de las críticas que llama la atención de este texto de nuestro gordo amigo es que señala que en la utopía de los usureros «los feriados», holy-days, «han sido destruidos»[4]: se ha declarado la «guerra a las vacaciones»[5]. «El emblemático empleador especial de hoy, sobre todo el empleador modelo (que es de la peor calaña) tiene en su corazón hambriento y malvado un odio sincero a los feriados»[6].

Si la pluma de Chesterton disparó con tanta crudeza contra el uso del arte con fines publicitarios, ¿qué diría si viera nuestras calles, nuestros aparatos y nuestros buzones de email atiborrados de publicidad? Por lo demás, los avisos publicitarios actuales ni siquiera instrumentalizan obras de arte, banalizándolas, como en tiempos de Chesterton, sino que cosifican el cuerpo de la mujer. De esta manera, se nos ofrece en todas partes la venta de cosas superfluas, para que los «hombres (…) sean forzados a comprar aquello que no quieren»[7].

Esa utopía tan criticada por Chesterton tiene en su base la tolerancia y promoción de la usura, que enriquece a los plutócratas (así los llamaba el propio Chesterton) a costa de otros… usura que existe en todo préstamo de dinero a interés. El buen Gilbert señala que el capitalista siempre buscará justificar el negocio usurario partiendo un pelo en dos con sutiles distinciones:

La condena católica a la usura, tal como se define en los concilios dogmáticos, atraviesa todas las clases. Pero es absolutamente necesario que el capitalista distinga con más delicadeza entre dos tipos de usura; la que encuentra útil y la que no. La religión del Estado Servil no debe tener dogmas ni definiciones. No puede permitirse tener definiciones. Porque las definiciones son cosas muy terribles: hacen las dos cosas que la mayoría de los hombres, especialmente los hombres cómodos, no pueden soportar. Luchan; y luchan justamente.[8]

¿Qué diría Chesterton si viera que hoy no solamente se ha tolerado el interés, sino que se asume justo? ¿Qué diría si viera que hoy esta «cosa maldita» está tan acabada que se asume la justicia de su forma más antinatural, que es el anatocismo? ¿Qué diría si viera que la mayoría de los hombres de nuestro tiempo no pueden llegar a ser dueños nunca de una casa (por mucho que sus «condiciones», su «calidad de vida», sean mejores que antes)? Hoy muchas personas pasan sus vidas pagando arriendos o créditos hipotecarios, hasta el punto de que «la prisión higiénica» (es decir, las cárceles modernas, cuyas condiciones externas son mucho mejores que antes) «y la fábrica servil llegarán a ser tan parecidas la una a la otra que el pobre difícilmente sabrá si en un momento determinado está expiando una ofensa o meramente pagando el arriendo»[9]. Y es que una vida propiamente humana exige un cierto espacio propio, un ámbito de libertad (ese es el sentido del lema distributista de «tres acres y una vaca»), lo que distingue a una persona libre de un esclavo:  .

Los grandes empleadores con frecuencia harán algo con el fin de desarrollar lo que llaman “las condiciones” de sus trabajadores; pero un trabajador puede tener sus condiciones tan cuidadosamente arregladas como un caballo de carreras, y aun así no tener más propiedad suya que la que tiene un caballo de carreras.[10]

Hoy todo gira alrededor de lo material, la política es económica y la economía es ama y señora de las ciencias… Con cierta frecuencia hay quienes dicen que estos problemas son el «precio de la libertad». Con todo, seguro a ellos Chesterton les habría respondido que el capitalismo no es sinónimo de libertad, sino de oligopolios que devoran con la competencia salvaje la libertad de los pequeños,  un sistema de cuasi esclavitud que está protegido y respaldado ―¡vaya paradoja!― por un Estado todopoderoso (de ahí que un autor haya definido el capitalismo no como sana libertad económica, sino como «usura patrocinada por el Estado»[11], «la santificación filosófica y política de la usura»[12]). Y con esa conexión entre Estado asfixiante y usura esclavizadora cierra nuestro gordo amigo su brillante ensayo:

Tal es la sociedad que creo que construirán a menos que podamos derribarla tan rápido como la construyen. Todo en ella, tolerable o intolerable, sólo tendrá un uso; y ese uso es lo que nuestros ancestros solían llamar (…) usura. Su arte puede ser bueno o malo, pero será será una publicidad para los usureros; su literatura puede ser buena o mala, pero apelará al patrocinio de los usureros; su selección científica seleccionará de acuerdo a las necesidades de los usureros; su religión será lo suficientemente caritativa para perdonar a los usureros; su sistema penal será lo suficientemente cruel para aplastar a todos los críticos de los usureros: su verdad será la esclavitud; y su título será, muy posiblemente, el de socialismo.[13]

Puedes leer el texto original de GK Chesterton haciendo click aquí.

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[1] Chesterton, G.K. (2002): Utopia of Usurers, IHS Press, Norfolk, p. 44. Las traducciones del texto de Chesterton son nuestras (hemos de decir que en más de una ocasión nos hemos tomado la libertad de no apegarnos a la literalidad del texto).

[2] Medianoche, José Eulalio (2021): «Leer a Chesterton», columna publicada en https://josemedianoche.wordpress.com/ (consultado el 23 de abril de 2021). 

[3] Chesterton, G.K. (2002), op. cit., p. 15.

[4] Ibid., p. 29.

[5] Ibid., p. 26.

[6] Ibid.

[7] Ibid., p. 25.

[8] Ibid., p. 31.

[9] Ibid., p. 41.

[10] Ibid.

[11] Jones, E.M. (2014): Barren Metal: a history of capitalism as the conflict between labor and usury, Fidelity Press, South Bend, p. 29.

[12] Ibid., p. 20.

[13] Chesterton, G.K. (2002), op. cit., p. 46.

Reseña: «La utopía de los usureros» de GK Chesterton por Vicente Hargous e Ignacio Suazo

2 comentarios en «Reseña: «La utopía de los usureros» de GK Chesterton por Vicente Hargous e Ignacio Suazo»

  1. Otro analista Católico que hace una crítica y reseña de la tolerancia a la usura, es E. Michel Jones, en su libro «Barren Metal: A History of Capitalism as the Conflict between Labor and Usury» (Metal estéril: Historia del capitalismo como el conflicto entre trabajo y usura, esta vez con una perspectiva desde el siglo XXI, dónde se están llegando a niveles surreales de capitalismo y financierismo avorazador.

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