A días del inicio del mandato de Gabriel Boric como Presidente de la República, nuestro asesor reflexiona sobre cómo será su relación ideológica con la Convención Constitucional en una columna de la sección voces del diario La Tercera.
Tocará a la historia definir si este cambio epocal tuvo lugar con el movimiento estudiantil, con el segundo mando de Bachelet, durante la revolución de octubre, con el triunfo del Apruebo, con este cambio de mando… Pero hay una cosa clara: pasamos por una crisis propia de las etapas de cambio.
Guste o no, durante esta crisis nos embarcamos en la aventura constitucional y le entregamos el poder a Gabriel Boric. El Presidente más joven de la historia de nuestra (aún) República. Un gobierno joven e idealista, adornado con la retórica de los cambios y con perspectiva en un nuevo Chile. En primera vuelta, su discurso le habló al votante del Frente Amplio, jugando con la camiseta del dirigente estudiantil; en segunda vuelta le habló a una izquierda más moderada y al centro, jugando con chaqueta, camisa y anteojos, apoyándose en el perfil de quien contra viento y marea firmó el acuerdo del 15 noviembre. Supo tener cintura para conjugar la mística de la campaña de los arbóreos con esos dos perfiles. Pero ahora deberá aterrizar al mundanal barro de la política cotidiana, con sus números y complicaciones, y surgen muchas interrogantes. La principal de ellas es qué va a hacer el Presidente con el mamarracho plurinacional, inclusivo, indigenista y ecofeminista que probablemente salga de la Convención.
Paradójicamente, si quisiera seguir los objetivos del dirigente estudiantil (que probablemente son los del verdadero Boric) tendrá que vestirse con el disfraz del estadista serio, guardar en el clóset a los comunistas y portarse bien hasta la fecha del plebiscito (probablemente en septiembre de este año). Eso aclararía bastantes puntos acerca del gabinete que salió a la luz pública en enero, sobre todo respecto de Mario Marcel, cuya trayectoria y seriedad sirve para sobarle el lomo a la derecha economicista que estaba aterrada con el triunfo del presidente electo: “puso a Marcel en Hacienda, ¡podemos seguir jugando golf!”. Por supuesto, eso no obsta que en otros ministerios que a esa misma derecha no le importan (Mujer, Justicia, Educación, Cultura…) haya puesto a sus amigos (el caso de Defensa, en cambio, puede verse como un lujito que sabía que sería tolerado). En cualquier caso, se trata de una pantalla para tranquilizar a los incautos.
Contra lo que esa misma derecha economicista suele pensar, la Convención no solamente propondrá un texto desastroso económicamente. Primero, incluirá el aborto libre como un “derecho”, sin plazos ni causales, con prohibición de poner obstáculos a su acceso (en otras palabras, no más objeción de conciencia, ni personal ni institucional). Algunos podrían pensar que esos temas “valóricos” no son los más relevantes, y esa es justamente una manifestación más de la miopía del economicismo, que lleva perdiendo terreno desde hace 30 años. Justamente por eso no entienden cómo opera esta nueva izquierda, que ya no es la de Marx, sino la de Laclau y Mouffe.
El texto constitucional será, como ya podemos adivinar a partir del tono del debate y de las normas ya aprobadas en comisiones y en el Pleno, un intento de construir la hegemonía total. La derecha abandonó las universidades, la cultura, el arte, la educación pública, las organizaciones, los territorios; y ahora la propuesta constitucional será uno de tantos mecanismos a través de los cuales se podrá imponer coercitivamente la ideología hegemónica: sanciones para los que se opongan a ella en público (“discursos de odio”), adoctrinamiento obligatorio en la enseñanza (sobre todo en materias de género y sexualidad, a través de la ESI, pero también en la enseñanza de historia y “derechos humanos”, con una visión única claramente sesgada), control de los medios de comunicación, restricción de la religión (en la fórmula de “Estado laico” cabe todo, pero no parece descabellado pensar que en adelante se impondrá como una suerte de ateísmo social que reduzca la religión a los rincones privados de la conciencia solamente). Todo esto, acompañado de un estatismo radical, un Estado plurinacional que nos traerá en el futuro inestabilidad permanente por amenazas de secesión, falta de certeza jurídica. En fin, un panorama refundacional no muy feliz.
Todo eso forma parte del ideario mismo que dio origen al Frente Amplio y a la nueva izquierda en general. La construcción de la hegemonía probablemente sea el gran eje de este nuevo gobierno, cuya arma más potente será la nueva Constitución, que Boric buscará legitimar a como dé lugar.