Roberto Astaburuaga: “Comunistas provida”
La ministra Antonia Orellana anunció hace algunos meses que el Gobierno más feminista de la historia de Chile presentaría un proyecto para que el aborto fuese legal dentro de un determinado plazo. En realidad, lo único que se debiese “abortar” es la idea de ampliar el aborto.
Primero, porque el hecho del embarazo refuta lo que el movimiento abortista niega. La verdad es que los niños que aún no nacen sí son personas, y a esa verdad se puede llegar por la razón (y sobran argumentos de toda clase de disciplinas que lo demuestran), pero también por la experiencia. Y la experiencia de la maternidad hace trizas la ideología, como lo muestran las alegres noticias que comparten dos renombradas comunistas y promotoras del aborto, Camila Vallejo, vocera de Gobierno, y Karol Cariola, presidenta de la Cámara de Diputados. Mientras la ministra Vallejo, madre por segunda vez con 7 meses, mostró una ecografía cuando llevaba 3 meses de embarazo y contó que estaban “muy felices porque una nueva personita se integrará a la familia”, la diputada Cariola, de 26 semanas de embarazo (ya se ven las pataditas y los ojos se abren), espera a su primer hijo y declaró la semana pasada: “solo queremos que todo resulte bien y que nuestro hijo llegue sanito”.
Si ellas esperan un hijo -no un conjunto de células-, un sujeto de derechos -no un bien jurídico de mayor importancia, como se calificó en la nefasta sentencia del Tribunal Constitucional-, ¿qué es lo que diferencia su caso de otros? ¿La sola voluntad de la madre? Si Orellana, Vallejo y Cariola tuvieran una reunión, y las dos últimas les mostraran las últimas ecografías, la primera les preguntaría ¿ya decidiste si va a ser persona o no?, o probablemente, ante la brutal realidad que se impone, se preocuparía y diría ¿cómo está tu hijo? Puede ser que no, pero la contradicción sería absurdamente evidente, y si quisiera ser coherente, o nunca debería referirse al embarazo de su compañera del comité político como “su hijo”, o debería reconocer que promover la ampliación del aborto es legitimar el homicidio de una persona cuyo único crimen fue estar dentro del vientre materno.
Segundo, porque el aborto no es una solución. ¿El embarazo es el problema? No. ¿Las dificultades económicas, la presión de terceros o el temor al futuro? Sí. El aborto no soluciona los problemas reales, sino que les agrega uno nuevo, tanto por los efectos físicos y psicológicos que acarrean en la mujer. Las madres que abortan seguirán sin el apoyo económico y social que realmente necesitan. Si las feministas realmente quisieran ayudar a esas madres impulsarían otras medidas que apunten a enfrentar las causas que llevan al aborto. El Gobierno, en lugar de proponer un apoyo real o de hacerle la vida más difícil a los objetores busca conseguir un aplauso de su 30%, por una cuestión absolutamente ideológica.
Tercero, porque es el mes de la Navidad. Si eventualmente se presentara un proyecto de ley para ampliar el aborto en el mes que se celebra el nacimiento de un niño es un insulto macabro. Por supuesto que no deja de serlo si ingresa en cualquier otro mes del año, aunque no debería sorprendernos si lo presentan el 25 de diciembre. Mientras en los hogares de millones de chilenos se arman los pesebres para celebrar en familia el nacimiento de Cristo, el Gobierno, cual Herodes, firma y manda al Congreso el proyecto de ley para ampliar el aborto, que no es otra cosa que enfrentar a la madre contra su hijo no nacido, en lugar de ayudarla.
Esperemos que esas madres con embarazos difíciles tengan un apoyo real del Gobierno, y, como dicen las nuevas comunistas provida, que todo les resulte bien, que sus hijos lleguen sanitos y que estas nuevas personitas se integren en sus familias. Sería un milagro y un regalo de la Navidad.
Gustavo Baehr expone sobre las modificaciones propuestas por el Mineduc a las clases de Religión
Nuestro abogado del Área Legislativa abordó los cambios que se plantean en la regulación de la asignatura en los colegios de nuestro país.
El pasado miércoles 27 de noviembre, nuestro abogado del Área Legislativa, Gustavo Baehr, expuso sobre las modificaciones propuestas por el Ministerio de Educación al Decreto 924, que regula las clases de Religión en los establecimientos educacionales de Chile, en una reunión organizada por las Oficinas Municipales de Asuntos Religiosos (OMARES) en la Municipalidad de Maipú.
Durante su presentación, explicó algunos de los desafíos ocasionados a raíz de los cambios planteados por el Mineduc a la oferta de clases, al título de profesor de religión, al certificado de idoneidad, a la carga de trabajo y a la injerencia de la autoridad religiosa, entre otras. En la instancia, Gustavo Baehr aseguró que “hemos acompañado y seguiremos informando a las distintas confesiones religiosas y a las iglesias sobre este tema tan relevante que vulnera la libertad religiosa en nuestro país, pues desconoce a las confesiones religiosas el derecho a evaluar la idoneidad de sus docentes”.
“Hemos acompañado y seguiremos informando a las distintas confesiones religiosas y a las iglesias sobre este tema tan relevante que vulnera la libertad religiosa en nuestro país, pues desconoce a las confesiones religiosas el derecho a evaluar la idoneidad de sus docentes”.
En la reunión participaron el presidente de las Oficinas Municipales de Asuntos Religiosos, Hector Torres; la concejala electa por Colina, Lorena Rojas; el concejal electo por Quilicura, Claudio Saez; el concejal electo por Maipú, Airel Ramos; y representantes de las Oficinas Municipales de Asuntos Religiosos de distintas comunas del país, entre otros invitados.
Agenda legislativa: 25 al 29 de noviembre
Roberto Astaburuaga: “El PAIG y el deber de los padres de no dañar a sus hijos”
El PAIG (Programa de Apoyo a la Identidad de Género) para niños entre 3 a 17 años puede quedar sin financiamiento, si es que la Cámara rechaza la decisión del Senado que repuso los recursos. Y hay buenas razones para guardar este programa en el cajón. El daño que le produce a los niños es la principal razón.
Históricamente, la derecha ha reclamado el derecho preferente de los padres de educar a sus hijos como una de sus banderas de lucha. Así fue durante la Convención y fue una de las grandes razones de la victoria del Rechazo. Pero es necesario revisar un par de cosas sobre este derecho, para entender bien qué es lo que se defiende.
Es evidente que, por regla general, todos los padres buscan el bien de sus hijos. Les enseñan desde sus primeros años, los corrigen, los acompañan, los orientan. Buscan su bien. Los protegen, los cuidan. Se sacrifican por ellos. Pero, lamentablemente, los padres también se equivocan. Algunas veces voluntariamente y otras no. Todos los padres cometen errores y pueden enmendarlos. La crianza y educación de un hijo es un desafío constante, diario. Algunos de esos errores les causan un daño a sus hijos. No todo lo que enseñan los padres es, necesariamente, correcto o bueno solo por el hecho de que sean los padres quienes lo hagan. En términos jurídicos, hay que revisar tanto al sujeto del derecho (los padres), como el objeto del derecho (la educación), para saber si es que al destinatario (los hijos), se le está generando un daño o un beneficio.
Enseñarle a un hijo a robar, a mentir o cualquier acto que consideramos reprochable no está amparado por el derecho. Un padre no puede defenderse de que le enseña a su hijo a mentir porque es su padre. En ese caso, no está ejerciendo su derecho como padre. Al revés, le está causando un daño. Lo mismo ocurre si es que autoriza que otro le enseñe a estafar o matar. De hecho, los padres antes de alegar el respeto a su derecho a educar a sus hijos, que se ejerce cuando el Estado u otros lo vulneran, tienen un deber, un deber de educarlos y criarlos.
Los padres buscan lo mejor a sus hijos, no porque tengan un derecho a hacerlo, sino porque tienen un deber de hacerlo,están obligados a velar por ellos. Es ineludible y es algo natural o instintivo. Cuando alguien impide que los padres puedan cumplir con ese deber, es que pueden alegar la existencia de un derecho. El deber precede al derecho. Porque tienen el deber de criar, tienen el derecho a que se respete el cumplimiento de ese deber.
Como parte de ese deber, los padres cuidan a sus hijos, especialmente en lo que se refiere a su salud y bienestar. A los padres no les gusta ver a sus hijos sufrir, les duele el dolor de sus hijos, se lamentan con y por ellos, y buscan las vías para aliviar ese sufrimiento. Como quieren que no sufran más, siempre buscarán la vía más segura, la idónea, la que les dé las mejores garantías de que sus hijos estarán bien. ¿Qué padres elegirían para el dolor de sus hijos una opción mediocre o directamente mala? ¡Ninguno! No estarían cumpliendo su deber de cuidar a sus hijos. Elegirán siempre lo mejor, aun cuando los hijos no lo entiendan o no quieran. Los padres llevan a sus hijos al doctor, aun cuando ellos no quieran y tratan de llevarlos al mejor doctor.
¿Qué padre llevaría a su hijo a un doctor, si sabe que no es seguro o que no es recomendable? ¿Un padre le daría a su hijo un remedio, si se ha alertado sobre sus peligrosos y dañinos efectos secundarios? ¿Acaso permitiría que su hijo reciba un tratamiento, en apariencia novedoso y seguro, cuando desde otras partes del mundo, doctores que partieron con ese tratamiento están alertando que no es seguro o que no es efectivo? Supongamos que ese tratamiento, en realidad, no tiene un respaldo científico y que los países que partieron ocupándolo, ahora están retrocediendo. Supongamos que se han levantado alertas, ya no solo en el extranjero, sino que también en Chile, sobre lo que está sucediendo. Supongamos que lo cierto es que este tratamiento causa un daño a los niños. ¿Podríamos decir que los padres están cumpliendo su deber de criar y cuidar a sus hijos, si es que los someten a ese tratamiento, a un tratamiento que los daña? Probablemente no. Y por ende, tampoco podríamos decir que si lo hacen se amparan en su derecho a educar a sus hijos. Porque los padres tienen el deber de cuidar a sus hijos y no tienen el derecho a dañarlos.
La pregunta que queda es: ¿el PAIG daña a los niños? Sí. Definitivamente, sí. Daña a los niños. Les mete una idea que no existía en su cabeza. Imagínese que un día llega su hijo y le pregunta si él es una mujer. Es como si llegara y le preguntara si es adoptado, si usted es su verdadero padre. Evidentemente, es algo que impacta en el niño. La Dra. Ugarte, endocrinóloga pediátrica que expuso ante la Comisión Investigadora de la Cámara que revisó este programa, señaló que con la transición social, que es lo que hace el PAIG, se “modifica la experiencia de vida del niño, el curso espontáneo del proceso de desarrollo psicosexual y la maduración cerebral”. Señaló que los documentos normativos chilenos que respaldan al PAIG tienen un respaldo científico extremadamente pobre y de mala calidad. Por último, dijo que los trabajos en los que se basan las instituciones internacionales que recomiendan la transición social, como la del PAIG, son en poblaciones de estudio muy chicas, con seguimientos a muy corto plazo, de muy mala calidad y con fallas metodológicas importantes.
¿Acaso es recomendable que el Estado siga financiando el PAIG, con todos estos antecedentes? Como se ve, el problema no es solo sobre el derecho de los padres a que autoricen a sus hijos a que ingresen a un programa que les genera un daño, que impacta directamente, por ejemplo, en su maduración cerebral. Difícilmente se puede argumentar que un padre, si supiera realmente lo que le hará el PAIG a su hijo, estaría dispuesto a que ingrese a él. Lo más probable es que no.
Los padres no tienen derecho a dañar a sus hijos, sino que tienen el deber de criarlos y educarlos. Y el PAIG es un programa estatal que les causa un daño y debe dejar de ser financiado, por el bien de los niños.
Roberto Astaburuaga en FMN: “La Ministra de Salud admitió no poder garantizar la veracidad de las cifras del PAIG”
En entrevista con Francisco Cansino de la Fundación Nueva Mente, nuestro asesor legislativo habló sobre las falencias en la supervisión estatal, las derivaciones escolares al PAIG (Programa de Acompañamiento a la Identidad de Género) y los riesgos físicos de los “tratamientos afirmativos”.
El 19 de noviembre, en una entrevista con Francisco Cancino para Fundación Nuevamente, nuestro asesor legislativo Roberto Astaduruaga habló sobre las inconsistencias y conflictos en la aplicación de los programas de identidad de género en menores, la falta de control estatal en hospitales autogestionados, las discrepancias en la información ministerial, los desafíos judiciales que enfrentan los padres y los riesgos físicos de tratamientos afirmativos, como la hormonización temprana.
Durante la conversación, Roberto Astaburuaga destacó que la Ministra de Salud, Ximena Aguilera, reconoció en la Comisión Investigadora que los datos sobre terapias hormonales y cirugías de reasignación de sexo en menores son incompletos. La información proporcionada provino de correos enviados a hospitales, sin un análisis directo de los casos, lo que genera inconsistencias sobre la cantidad de menores intervenidos y los procedimientos realizados. “La ministra misma admitió que no podría garantizar la veracidad de las cifras entregadas”, afirmó.
También, habló sobre un caso reconocido por el Ministro de Educación, Nicolás Cataldo, quien admitió la derivación de un menor desde un jardín infantil al PAIG. “Es alarmante que un niño de menos de cinco años sea derivado a un programa de esta naturaleza sin claridad sobre los criterios aplicados”, agregó.
“Quienes acceden a la transición social tienen mayores posibilidades de avanzar a la vía médica, como tratamientos hormonales o cirugías”.
En cuanto al presupuesto 2025, Roberto Astaburuaga enfatizó que prohibir el financiamiento de estas terapias en menores es un paso necesario para evitar daños irreparables.
Finalmente, nuestro abogado nombró los riesgos físicos asociados a estas “terapias”, como la infertilidad y la reducción de la densidad ósea, así como la falta de evidencia científica sólida que respalde beneficios a largo plazo. Citando ejemplos de otros países que han restringido estos tratamientos, instó a replantear las políticas actuales para priorizar el bienestar integral de los menores.
Roberto Astaburuaga analiza el protocolo de transición de género en reportaje de CIPER
En un reportaje de CIPER Chile, nuestro abogado critica las bases ideológicas de los protocolos “transafirmativos” aplicados en Chile. Explica la falta de evidencia científica que respalde estas intervenciones y pone en duda el enfoque radical de transformación social promovido por el PAIG.
En el reportaje “NNA y sus familias cumplen cuatro meses a la espera de protocolo del Minsal para continuar con sus transiciones de género”, publicado por CIPER Chile, nuestro abogado legislativo Roberto Astaburuaga plantea una reflexión crítica sobre los procedimientos actuales del Programa de Acompañamiento a la Identidad de Género (PAIG).
A continuación, compartimos la participación de Roberto Astaburuaga:
Coincide el abogado Roberto Astaburuaga, de Comunidad y Justicia, para quien, “si bien en la discusión actual no se ha abordado el tema antropológico de fondo, los procedimientos de transición son absolutamente ideológicos y no tienen evidencia científica sólida que respalde el enfoque transafirmativo que proponen (…). En este sentido, la radicalidad de las intervenciones sociales del PAIG en la familia (se habla de educarlas, entrenarlas, denunciarlas si se oponen y calificarlas como resistentes) o en la educación (‘sensibilización’ de compañeros de curso, apoderados, profesores, directivos, alumnos de prebásica, etc.), manifiestan que hay una intención de transformación social muy radical, más que de una atención de salud basada en evidencia científica sólida”.
“Si bien en la discusión actual no se ha abordado el tema antropológico de fondo, los procedimientos de transición son absolutamente ideológicos y no tienen evidencia científica sólida que respalde el enfoque transafirmativo que proponen”.
Agenda legislativa: 18 al 22 de noviembre
Roberto Astaburuaga: “El informe final de la comisión investigadora sobre los niños identificados trans”
Hoy, la Comisión Investigadora Nº 57 de la Cámara de Diputados que investiga los tratamientos transafirmativos a menores de edad llega a su fin. Discutirán y votarán las conclusiones y recomendaciones en un Informe Final que, si es aprobado, deberá ser ratificado por la Sala de la Cámara. Lo cierto es que lo que le está ocurriendo a más de dos mil niños y sus familias en Chile es gravísimo y escalofriante. Sin duda, estamos ante una violación sistemática de los derechos humanos de los niños, porque eso es lo que el Gobierno hace. Y quiere seguir haciéndolo.
El tema central de la Comisión Investigadora ha sido el PAIG y los tratamientos hormonales. Y cuando se empiezan a conocer los detalles, dan ganas de cerrar por fuera. Veamos los aspectos más graves.
El primero es que el enfoque género afirmativo que tiene el PAIG es una verdadera terapia de conversión. Es decir, la autopercepción del niño sobre si es hombre o mujer basta para iniciar todo un proceso de transición hacia el sexo opuesto, que parte la aparentemente inofensiva transición social, que es una verdadera cinta aceleradora para avanzar y avanzar. El PAIG es bastante claro en su objetivo: si el menor “no corresponde a población objetivo del programa, es decir no existe la expresión de una convicción por parte del NNA acerca de una identidad de género no conforme”, será referido a una Oficina Local de la Niñez, y aquellos que ingresen, de acuerdo al componente de apoyo psicosocial, se les entregará “orientación afirmando su identidad de género, validando sus emociones e incertidumbres”. ¿Quién decide que existe una expresión de esa convicción? La convicción de ser del sexo opuesto es suficiente para entrar al PAIG. Y adentro del PAIG no van a “acompañar” al niño en el descubrimiento de su supuesta identidad de género, sino que la, literalmente, la afirmarán. ¿Cómo? Dejándole vestirse con la ropa que quiera; usando el baño y camarines del sexo opuesto; validando sus emociones; chantajeando emocionalmente y “educando y sensibilizando a su familia”, etc.
El segundo es que la transición social, que es lo que hace el PAIG, es la puerta de entrada a la hormonación. Así lo dijo el Informe Cass: quienes acceden a la transición social tienen mayores posibilidades de acceder a la vía médica. Si hasta se capacitó a la red pública de salud para realizar derivaciones desde el PAIG a la terapia hormonal. ¿Eso lo incluyen en los consentimientos informados para los padres? ¿Les dicen que pueden derivar a sus hijos a hormonoterapia, la cual puede dejarlos infértiles o que pueden sufrir una castración química? ¿Cuándo la pubertad ingresó al listado de enfermedades como para congelar a un niño en el tiempo e impedir que crezca? Y de las hormonas a las cirugías, ¿cuántos pasos hay? Porque en Chile sí pasa. Un grupo de diputados de oposición presentó una denuncia ante la Fiscalía, por la realización de al menos 42 casos en los últimos 20 años… como reconoció la propia Ministra de Salud ante la Comisión Investigadora. Y seguro son más.
El tercero es el riesgo que tienen los padres de perder a sus hijos. Es una pérdida en más de un sentido, pero la más terrorífica es cuando lo ordena un tribunal de familia. Y eso fue lo que le ocurrió a Orlando, padre de tres hijas que entregó su testimonio a la Comisión Investigadora, quien se resistió a que su hija de 15 años avanzara en la transición.
Sus palabras textuales son suficientes: “En mayo, del colegio me derivaron a la Oficina de Protección de Derechos (OPD) y desde ahí fui llevado a tribunales, donde emitieron un informe que decía, entre comillas, que yo había hecho una grave vulneración de derechos, por no haber tratado a mi hija en su nueva condición. En noviembre de 2023 tuve una primera audiencia, donde, basados en un informe del CDE, reafirmaron que yo oponía cierta resistencia a la transición de género de mi hija. Entonces, debido a ese informe, el tribunal decide quitarme el cuidado personal de mi hija y derivarla a otra familia. Finalmente, en febrero, llegan a mi casa y retiran a mi hija de mi lado. (…) Ahora estoy sin ella”.
¿Seguimos con el PAIG? ¿Seguimos?