Área Judicial: conoce los detalles de las causas que estamos siguiendo
Comunidad y Justicia nació hace 10 años con el área judicial, que siempre ha sido el corazón de nuestro rol: la defensa efectiva de los derechos humanos ―bajo la comprensión de la Doctrina Social de la Iglesia―, tanto en tribunales como en órganos de la administración del Estado. Este mes te contamos diversos avances en las causas más relevantes que estamos siguiendo: la acción de nulidad de derecho público contra la Convención Constitucional ―por exceder la esfera de sus competencias al exigir al Congreso aprobar determinadas reformas constitucionales―, el conocido caso Las Gansas, hemos iniciado determinadas acciones legales por el sacrilegio realizado en la iglesia Nuestra Señora de Lourdes (Quinta Normal) y un tremendo avance en el proceso de Jacqueline Grosso, un caso de derecho a la vida en el Sistema Interamericano de Derechos Humanos. Además, los miembros del área judicial y nuestro director ejecutivo publicaron en el Diario Constitucional un comentario a una sentencia reciente que ordena una operación de “cambio de sexo” al Hospital de Carabineros.
La Corte Interamericana vulnera la libertad religiosa y el rol educador de los padres
Ciertamente, uno de los hitos más relevantes de este mes fue el lamentable fallo del caso Sandra Pavez versus Chile, con el cual la Corte Interamericana optó por negar la dimensión educativa de la libertad religiosa y vulnerar directamente el derecho preferente y deber de los padres de educar a sus hijos. Si te interesa saber más, puedes leer la nota publicada en nuestra página web, o este video con una breve explicación de Javier Mena, abogado litigante de nuestra Corporación.
Comentario a sentencia que ordena operación de “cambio de sexo”
El 18 de abril la Corte Suprema dictó una sentencia (Rol N° 88713-2021) en la que, confirmando una sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago, acogió un recurso de protección interpuesto en contra del Hospital de Carabineros (HOSCAR) y ordenó a esta institución programar una fecha para una histerectomía abdominal que fue solicitada por el recurrente, quien se percibe a sí mismo como un hombre transgénero. Álvaro Ferrer, Benjamín Gutiérrez y Javier Mena comentaron esta sentencia en el Diario Constitucional. Puedes leer el comentario aquí.
Acción de Nulidad de Derecho Público contra la Convención
Entre las múltiples irregularidades cometidas por la Convención, este órgano requirió al Congreso Nacional para que aprobara determinadas reformas constitucionales que ejecutarían propuestas de la Convención, entre las que se cuentan los famosos plebiscitos dirimentes. Mediante esta actuación, la Convención excedió su ámbito de competencias e infringió la prohibición constitucional de intervenir en el funcionamiento de otros órganos del Estado. En consecuencia, presentamos una demanda de nulidad de derecho público, con el objeto de invalidar dicho requerimiento. Este mes, evacuamos el traslado conferido respecto de las excepciones dilatorias de la contraparte: el juicio está entrando lentamente en tierra derecha.
Sacrilegio en el Santuario Nuestra Señora de Lourdes
A fines de marzo fue tristemente profanado el sagrario del Santuario de Nuestra Señora de Lourdes (Quinta Normal), mediante un robo de los copones donde se guardaba el Santísimo, con manifiesto desprecio hacia las Hostias consagradas, muchas de las cuales se hallaron en la calle no lejos del lugar. Como Corporación, atendida la gravedad de estos hechos ―tremendamente dolorosos y ofensivos para los católicos― y su carácter delictual (atentar contra “cosas” dedicadas al culto), presentamos una querella contra aquellos que resulten responsables. No obstante, la querella debe pasar por una etapa previa de admisibilidad antes de iniciar el proceso penal.
Caso Las Gansas
A mediados del año pasado se difundió en el programa “Las Gansas”, transmitida por La Red, una escandalosa “performance” de contenido tremendamente ofensivo para los católicos, además de ser en extremo indecente para la TV abierta. A pesar de la sanción que se aplicó al canal –la cual fue confirmada por la Corte de Apelaciones de Santiago–, uno de los participantes de la “performance” subió las grabaciones a sus redes sociales. En consecuencia, Comunidad y Justicia ha promovido una acción de protección para obtener el retiro de dichas publicaciones. Este polémico caso continúa su tramitación. Prontamente, la Corte debería ordenar traer los autos en relación, para dar pie a los alegatos de la causa.
Caso Jacqueline Grosso versus Uruguay
Un caso de enorme relevancia respecto de la dignidad de los niños que están por nacer y de los derechos de la familia es el de Jacqueline Grosso, ciudadana uruguaya de escasos recursos a la que se le provocó violentamente un aborto contra su voluntad y que sufrió un drama tremendo que sólo empeoró con el tiempo. Perdió a su hija, Victoria Jazmín, que fue considerada un desecho biológico que no pudo ni siquiera ver, por la excusa de que la ley uruguaya no considera persona a los fetos que pesan menos de 500 gramos.El caso hoy se encuentra en un proceso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la cual el mes pasado declaró parcialmente admisible la denuncia contra el Estado de Uruguay. Si te interesa saber más sobre este caso, te invitamos a revisar una breve clase preparada por nuestro equipo judicial.
Pulso de la Convención
La Convención Constitucional se encuentra por concluir su trabajo. El borrador de la eventual nueva Constitución va tomando forma y su contenido no se ve bien. Se trata de una propuesta abiertamente ideológica que establecería el aborto libre y la eutanasia como derechos y atentaría gravemente contra la familia y la libertad religiosa.
Como Comunidad y Justicia estuvimos presentes haciendo seguimiento y asesorando en la aprobación de algunos incisos sobre eutanasia en el Pleno, en propuestas sobre libertad de enseñanza y Estado Laico que fueron devueltas a comisión, y en la lamentable aprobación de un artículo sobre “familias” que desdibuja su concepto y, por tanto, desprotege a la familia.
Además, por medio de videos buscamos difundir explicaciones sobre temas relevantes. En uno, Rosario Corvalán refuta a quienes han señalado que el borrador no consagra el aborto libre, sino sólo un derecho al aborto en abstracto. Y en otro, Daniela Constantino explica en qué consiste el rol del Estado en materia educativa, tópico especialmente importante por la norma aprobada sobre educación sexual.
También hemos estado permanentemente presentes en varios medios de comunicación: Rosario Corvalán escribió sobre los conceptos de autonomía y de “familias”. Ambos publicaron una carta en El Mercurio el domingo 1 de mayo: “El Estado debe”. Por último, hemos participado de muchas actividades para informar sobre este tema: una exposición ante el presbiterio de la diócesis de San Bernardo sobre el proceso constitucional, dictada por nuestro director ejecutivo Álvaro Ferrer, un conversatorio organizado por Dignidad y Derecho (Ecuador), entrevistas en Radio Corporación y en el Canal de la Diócesis de San Bernardo (ISB), entre otras.
¡No te pierdas la edición de abril de nuestro Barómetro constitucional!
Caso Jacqueline Grosso versus Uruguay
Un caso de enorme relevancia respecto de la dignidad de los niños que están por nacer y de los derechos de la familia es el de Jacqueline Grosso, ciudadana uruguaya de escasos recursos a la que se le provocó violentamente un aborto contra su voluntad y que sufrió un drama tremendo que sólo empeoró con el tiempo. Perdió a su hija, Victoria Jazmín, que fue considerada un desecho biológico que no pudo ni siquiera ver, por la excusa de que la ley uruguaya no considera persona a los fetos que pesan menos de 500 gramos.El caso hoy se encuentra en un proceso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la cual el mes pasado declaró parcialmente admisible la denuncia contra el Estado de Uruguay.
El caso hoy se encuentra en un proceso ante la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la cual el mes pasado declaró parcialmente admisible la denuncia contra el Estado de Uruguay. Si te interesa saber más sobre este caso, te invitamos a revisar una breve clase preparada por nuestro equipo judicial.
Barómetro Constitucional Abril
Álvaro Ferrer, Benjamín Gutiérrez y Javier Mena: Comentario a sentencia Hospital de Carabineros tratamiento transafirmativo
El 30 de abril, el Diario Constitucional publicó una columna de nuestro director ejecutivo y dos abogados del área judicial de Comunidad y Justicia que aborda una sentencia de la Corte Suprema que ordena al Hospital de Carabineros a programar una histerectomía abdominal para una persona que se percibe a sí mismo como un hombre transgénero.
El 18 de abril la Corte Suprema dictó una sentencia (Rol N° 88713-2021) en la que, confirmando una sentencia de la Corte de Apelaciones de Santiago, acogió un recurso de protección interpuesto en contra del Hospital de Carabineros (HOSCAR) y ordenó a esta institución programar una fecha para una histerectomía abdominal que fue solicitada por el recurrente, quien se percibe a sí mismo como un hombre transgénero.
Lo resuelto por la Tercera Sala de la Corte Suprema –reiterando algunas consideraciones de la sentencia de la causa Rol 97.283-2020– adolece de una serie de llamativas imprecisiones y contradicciones que tienen como único resultado un confuso concepto de la “identidad de género”. En primer lugar, la Corte comienza su razonamiento con la afirmación –a partir de una forzada interpretación de los artículos 1º y 5º de la Constitución– de que el Estado de Chile ha reconocido la “identidad de género” como un derecho fundamental “implícito” inherente a la dignidad humana. Sin explicar de forma clara el contenido de este supuesto derecho, la Corte simplemente sostiene que, en este caso, “se concretiza en el ejercicio del derecho a elegir y concretar, por parte del recurrente, su identidad de género” (cons. 5º). Al mismo tiempo, el Tribunal entiende que la “identidad de género” sería un atributo de la personalidad (cons. 7º), pues así la habría consagrado la Ley Nº 21.120, la cual la entiende como una “convicción personal e interna de ser hombre o mujer, tal como la persona se percibe a sí misma”. Es decir, para la Tercera Sala de la Corte Suprema, la “identidad de género” sería un elemento inherente a la personalidad y dignidad humana, pero el supuesto derecho a dicha identidad consistiría en la “libertad de determinar su identidad de género” (cons. 6º) o en la “opción de libertad de una persona de determinar libremente su género y ejercer su derecho de igualdad” (cons. 8º).
En segundo lugar, la Corte confunde los conceptos de “identidad de género” y “orientación sexual”, al considerar que “la identidad de género constituye una de las vías más representativas del ejercicio de la igualdad ante la ley, porque refleja el derecho de todo individuo de autodeterminar su orientación sexual” (cons. 7º; la confusión también se observa en los cons. 6º y 8º).
Por último, Tribunal nos recuerda que “la transexualidad no es una enfermedad” (cons. 8º), sin embargo, admite que no se pueden desconocer “las consecuencias que de esa opción derivan para estas personas, atendida la discordancia que existe entre su cuerpo biológico y la decisión que adoptaron en relación a su orientación sexual, lo cual, evidentemente, puede ocasionar en ellas (…) patologías psíquicas, que se producen, entre otras razones, por la imposibilidad de adecuar su físico a la orientación sexual que sienten y resuelven les corresponde” (ídem.). En otras palabras, para la Corte Suprema, el autopercibirse como transgénero no sería patológico, pero estaría vinculado con serias patologías psíquicas. A la Corte no parecen importarle esas “otras razones”, que son relevantes, e incluso determinantes, para ayudar a una persona que vive con disforia de género.
En fin, las ambigüedades y confusiones contenidas en este dictamen del Máximo Tribunal solamente reflejan las contradicciones internas que existen en las premisas antropológicas y metafísicas que subyacen a los postulados de las denominadas teorías de género, que la Corte parece haber asumido como verdades incuestionables. Estas confusiones y errores quedan resumidos en una frase muy elocuente contenida en la sentencia, en la cual se afirma, como si se tratase del mismo Creador, el “derecho de todo individuo de autodeterminar su orientación sexual, desde que se reconoce en él un ser racional, capaz de decidir y elegir su existencia” (cons. 7º).
Rosario Corvalán y Roberto Astaburuaga: “El Estado debe…”
En una carta publicada en El Mercurio, nuestros abogados del área constitucional se preguntan si el Estado será capaz de cumplir cumplir con todos sus deberes y garantizar o asegurar todos los derechos que se incluyen en el nuevo texto constitucional.
“El Estado debe…”
Señor Director:
“El Estado deberá…”, “El Estado debe”, “Es deber del Estado”: 43 veces. “Derecho a”: 106 veces. Y aún faltan artículos por votar… Este super-Estado, ¿podrá cumplir tantos deberes y garantizar o asegurar tantos derechos?
Roberto Astaburuaga Briseño
Rosario Corvalán Azpiazu
Abogados Comunidad y Justicia
Juan Pablo II: Fiesta de San José Obrero
En el Día del Trabajador y la Fiesta de San José Obrero, los invitamos a leer la reflexión del Papa San Juan Pablo II, en el Regina Caeli del 01 de mayo de 1983.
1. Hoy, 1 de mayo, se celebra en todo el mundo la «Fiesta del trabajo».
Por tanto quiero dedicar este saludo dominical a todos los trabajadores, para decirles una palabra de felicitación, de solidaridad, de aprecio, de esperanza.
Mediante el trabajo el hombre se procura a sí mismo y a los propios seres queridos el cotidiano y necesario sustento; y, a la vez, da una aportación personal y calificada al progreso científico y técnico de la sociedad y, sobre todo, a la continua elevación ética de toda la humanidad. El trabajo, que representa una característica específica del hombre y una dimensión fundamental de su existencia terrena, entra en el proyecto de Dios que, al crear al hombre a su imagen, le dio el mandato de someter, de dominar la tierra (cf. Gén 1, 28). La Palabra de Dios nos ofrece lo que en mi Encíclica Laborem exercens he llamado el «Evangelio del trabajo», ese anuncio de alegría y salvación que proclama al hombre como fundamento y fin del trabajo.
2. En este día de alegría general quiero dirigir a todos los trabajadores el deseo sincero de que su dignidad, sus derechos fundamentales, su aportación insustituible al progreso de la sociedad, sean siempre y en todas partes reconocidos, salvaguardados, protegidos y respetados; que nunca se utilice el trabajo contra el hombre, sino que se desarrolle, organice y plantee de manera que permita al hombre hacerse «más hombre» y no lo degrade, deteriorando sus fuerzas y menoscabando su dignidad. Hay que actuar de tal modo que mediante el trabajo se multipliquen en la tierra no sólo los frutos de nuestra laboriosidad, sino también la solidaridad, la fraternidad, la libertad. Y quiero recordar hoy a los hermanos y hermanas, que están unidos por la fe en Cristo, todo lo que he escrito en la citada Encíclica: «El cristiano que está en actitud de escucha de la Palabra del Dios vivo, uniendo el trabajo a la oración, sepa qué puesto ocupa su trabajo no sólo en el progreso terreno, sino también en el desarrollo del reino de Dios, al que todos son llamados con la fuerza del Espíritu Santo y con la palabra del Evangelio» (Laborem exercens, 27).
Confío estos deseos a la Virgen Santísima, en este comienzo del mes que la piedad cristiana ha consagrado especialmente a su exaltación y glorificación; los confío a San José, Patrono celestial de los trabajadores, a cuya advocación y dignidad de «Artesano» la Iglesia ha querido dedicar de modo especial la liturgia del 1 de mayo.
Fuente: Vaticano
Entrevista a Tomás Henríquez: fundador y primer director ejecutivo de Comunidad y Justicia
Este mes celebramos el décimo aniversario de nuestra corporación. Han pasado muchos acontecimientos desde ese momento. En ese Chile tan diferente al que vemos hoy, Comunidad y Justicia nació con pocos medios y sin mayor experiencia, pero con convicciones firmes y una vocación clara de promover y defender los derechos humanos, especialmente de los más débiles, de toda forma de esclavitud y opresión moderna.
Con ocasión de este aniversario, les compartimos esta entrevista que Vicente Hargous realizó a nuestro fundador y primer director ejecutivo, Tomás Henríquez.
— Tomás, muchas gracias por la posibilidad de responder las inquietudes y preguntas que muchos tenemos sobre los primeros tiempos de Comunidad y Justicia. En primer lugar, pienso que a nuestros lectores les puede interesar saber un poco de ti: ¿Quién eres? ¿A qué te dedicas hoy? ¿Cuál es tu vínculo actual con nuestra corporación?
— Soy abogado de la Universidad Católica de Chile. En esa casa de estudio pasé algunos de mis mejores años y conocí a mi esposa en la Facultad de Derecho.
Hoy me desempeño como Director de Área para América Latina y el Caribe en ADF International, que es una organización dedicada a la defensa y promoción de los derechos humanos con un enfoque en la libertad religiosa, la libertad de expresión, el derecho de los padres a la educación de sus hijos y el derecho a la vida.
A ADF International llegué gracias a mi trabajo en Comunidad y Justicia debido a que siempre existió una relación de cercanía entre estas dos instituciones en las cuales he tenido el privilegio y la bendición de participar.
Fui uno de los fundadores y el primer director ejecutivo de Comunidad y Justicia. Hoy soy miembro del directorio y amigo de las causas que promueve y defiende en nuestro país.
— En nuestro país resulta muy novedosa ―al menos para la defensa de los principios que nos inspiran― la idea de una ONG que se dedica a lo público, pero sin ser un centro de estudios, un think-tank. De hecho, medio en broma, yo suelo explicarlo diciendo que somos más “tank” que “think”, para expresar nuestro énfasis en lo práctico. ¿Cómo nació eso? ¿De quién fue la idea?
— La idea fue en parte mía y en parte de otras personas. Durante mi tiempo en la Universidad Católica tuve contacto con abogados que participaron en casos y asuntos de alta connotación pública donde defendieron el derecho y la justicia desde una perspectiva auténticamente cristiana, ordenada acorde al derecho natural.
Además, siempre nos había parecido que existía el problema de que no nos dedicábamos profesionalmente a la defensa de estos asuntos y nuestros adversarios tenían esa posibilidad. Esta situación significaba una ventaja tremenda a la hora de poder enfrentar estas causas en los tribunales de justicia, en el Parlamento o en donde fuera.
Es por eso que en 2010 o 2011 con Álvaro Ferrer nos pusimos en contacto con ADF International para conocer el trabajo de esta fundación, lo que había hecho a lo largo de los años en Estados Unidos y lo que estaba empezando a hacer en el ámbito internacional. Después de conocer su realidad pensamos: “aquí existe un modelo que deberíamos tratar de replicar en Chile”.
Este modelo consiste en contar con nuestro propio grupo de abogados trabajando en estos casos de manera permanente para evitar perder por walkover. Entonces de esa observación, y al mismo tiempo de haber sostenido una reunión con un grupo de abogados del Centro Latinoamericano de Derechos Humanos (CLADH), es que terminamos cayendo en cuenta de la necesidad de crear Comunidad y Justicia.
De esta manera, me reuní con los fundadores para decirles que todos teníamos el interés de poder mantenernos vinculados a lo público, al mismo tiempo que ejercíamos nuestra profesión como abogados. Es así como surge el compromiso del directorio original de crear esta corporación con esta finalidad y que hasta el día de hoy día, gracias a Dios, cumple ya diez años de existencia.
— Y el Área Legislativa, ¿cuándo nació?
— El Área Legislativa nació el 2013 con un foco puesto netamente en la resolución de conflictos. Después, nos dimos cuenta de que el modelo que intentamos replicar estaba pensando en Estados Unidos y no mirado desde la realidad chilena, que es parecida a la de toda latinoamérica en donde el derecho se desarrolla por sobre todo a través de la legislación antes que por los precedentes judiciales.
Entonces, pueden haber casos que sientan precedentes de manera simbólica, que generan jurisprudencia que es relevante, pero en un contexto como el de nosotros no alteran de manera fundamental el panorama jurídico. Eso lo hace la ley. Es así como nos dimos cuenta de que el esfuerzo netamente judicial no bastaba y que se hacía necesario tener una oficina o un Área Legislativa.
— Pocas personas saben la historia de Comunidad y Justicia. ¿Qué los motivó a empezar? ¿Quiénes formaban parte de ese proyecto inicial?
— El proyecto inicial se forma con un grupo de egresados de la Universidad Católica que incluyen a Antonio López, actual presidente del directorio, Sebastián Rioseco, Sebastián Herrera, Guillermo Pizarro, Mariano Vergara y yo.
Primero conversé con Antonio mi idea de lo que pensaba que teníamos que crear y luego ambos convocamos al resto de los fundadores. Lo que nos unía a todos era un paso por lo público y el aprecio por el ejercicio de la profesión. No queríamos desvincularnos de estas cuestiones y entonces este era el grupo humano que de alguna forma tenía los incentivos y tenía las ganas de crear esta institución para poder cumplir con su objeto.
Otra de nuestras motivaciones fue darnos cuenta de que las discusiones que antiguamente en el país se llamaban valóricas tomaban el nombre de “derechos humanos”. Por las divisiones históricas de Chile, desde el gobierno militar en adelante, había una división muy clara en el mundo jurídico, entre los abogados que usaban la categoría de “derechos humanos” y los que usaban la categoría de “derechos fundamentales” o “derechos constitucionales”. En esa disputa por el lenguaje, nos daba la impresión de que en el discurso nacional ganaba la cuestión de los derechos humanos.
Entonces nos pareció que para poder defender la justicia era necesario el incursionar en esta área, a pesar de que había existido tanto resquemor de hacerlo en el pasado y tratar de reivindicar ―y trabajar día a día por reivindicar― el verdadero concepto de los derechos humanos. No desde un entendimiento liberal ni progresista, sino que a la luz de la Doctrina Social de la Iglesia Católica con la cual todos nosotros comulgamos.
— No parece fácil imaginar la manera de “vender esta idea” para buscar fondos, sin haber tenido nada concreto a mano, ¿cómo se financió el proyecto en esos años?
— Al principio teníamos la idea de que no íbamos a tener problemas en encontrar una cantidad enorme de gente que iba a estar disponible para aportar cantidades menores de dinero, que en la sumatoria iban a financiar la totalidad del proyecto. Eso, funcionó de alguna manera, pero obviamente nosotros no teníamos experiencia en recaudación de fondos. No estábamos conscientes de cuánto esfuerzo eso podía llegar a implicar, que a la larga terminó siendo muchísimo. Entonces, nos dimos cuenta que esa no era la manera más eficiente de financiar el curso del proyecto.
A pesar de ello, desde el primer día los directores acordamos que íbamos a poner una cuota mensual durante el primer año de existencia de la organización. Como la corporación aún no realizaba actividades, ese monto se fue acumulando como un ahorro. Hasta que llegamos al momento en que tuvimos nuestro primer gran donante o mecenas, que creyó en el proyecto a pesar de que todavía era una idea. Con ese donativo, se tomó la decisión de que ya era el momento de lanzarse a la piscina, contratar un director ejecutivo y empezar a hacer crecer la institución. Y así fue como el directorio me hizo una oferta de renunciar a mi trabajo, en aquel entonces en el Estudio Jurídico Philippi, para ponerme a trabajar como director ejecutivo de Comunidad y Justicia. Pero para convencerme de que lo hiciera, siendo que no teníamos más fondos más que para poder pagar un poco más de un mes de sueldo, es que todo el directorio se comprometió a que, si no éramos capaces de levantar el financiamiento para los meses siguientes y los años que vinieran dentro del primer mes como para poder echar a andar la bicicleta, ellos se iban a poner la mano en el bolsillo y aportarle a la corporación los fondos que faltaran para poder sustentar mi remuneración como director ejecutivo.
Con esas condiciones sobre la mesa, presenté mi renuncia y empecé a trabajar como director ejecutivo. Gracias a Dios ―y verdaderamente gracias a Dios― nunca tuvimos que cobrarle esa oferta al directorio porque a Comunidad y Justicia, desde ese día y hasta hoy, nunca le ha faltado apoyo para poder seguir trabajando día a día en lo que hace. Y eso es verdaderamente gracias a la Providencia.
— En tu opinión, ¿cuáles han sido las batallas más relevantes que Comunidad y Justicia ha dado en su historia? ¿Valió la pena haber peleado “causas perdidas”? ¿Se te ocurre algún juicio particularmente importante o que recuerdes de manera más especial?
— Creo que hemos dado muchas batallas relevantes. De hecho, creo que todos los temas que trabajamos son importantes. Comunidad y Justicia ha sido una de las fuerzas más relevantes ―me parece― en combatir, por ejemplo, el intento de desintegrar la familia e imponer una mirada autonomista extrema de los niños, bajo el nombre de autonomía progresiva, como se entendió en el proyecto de Ley de Garantías de la Niñez o en los intentos de reforma constitucional en esa materia, o así también, combatir los intentos de introducir la educación sexual integral como se promovió en los distintos proyectos de ley que han pasado por el Congreso chileno.
Creo que Comunidad y Justicia dio una batalla altamente impopular, pero estoy seguro que era lo correcto y creo que el tiempo nos dará la razón. Y también en tantos otros temas, como sobre el mal que existe en propiciar las llamadas transiciones de género respecto de menores de edad, de niños, y que creo que las acciones que tuvimos en su momento como organización redundaron en que, aun si se aprobó la Ley de Identidad de Género en su momento en Chile, logró excluirse de su alcance a los menores de edad, porque primó, al menos en ese momento, la prudencia, la cordura, acerca de no permitir o no incentivar este tipo de conducta respecto de niños, que están en pleno proceso de desarrollo personal.
— ¿Y cuáles crees que sean sus mayores triunfos?
— En lo judicial, sin duda, el haber participado en la causa que declaró inconstitucional parte de la Ley de Garantías de la Niñez, en particular lo que tenía que ver con el intento de dar primacía a la autonomía progresiva por sobre el derecho preferente de los padres de educar a sus hijos conforme a sus convicciones morales y religiosas, así como también la introducción subrepticia de las clases de educación sexual con una mirada única, que es lo que se intentaba hacer en ese proyecto de ley.
Por otro lado, durante la pandemia, creo que Comunidad y Justicia fue extremadamente valiente en cuestionar la racionalidad de algunas de las medidas restrictivas que se impusieron, y en particular, las que se imponían por sobre el derecho de toda persona y de los creyentes de poder asistir a Misa como un servicio absolutamente esencial para la vida del hombre. El haber obtenido ese fallo de parte de la Corte Suprema, obligando al Gobierno a autorizar la asistencia a los sacramentos, me parece que ha sido uno de los momentos más altos de la historia de nuestra corporación hasta el día de hoy.
— Una pregunta que muchas veces nos hacen es por qué se le quiso dar esa identidad socialcristiana. Esa visión de los derechos humanos desde la perspectiva de la doctrina social de la Iglesia. ¿Podrías contarnos más de eso? ¿Tuvo algo que ver el contexto político del momento?
— No fue tanto la contingencia, o no sé si diría que fue la contingencia, sino que fue producto de un convencimiento. Los que decidimos fundar Comunidad y Justicia estábamos seguros de que esa doctrina, el Magisterio de la Iglesia ―la Iglesia, que es experta en humanidad―, recoge, reconoce y se adecúa a la verdad de lo que es la persona humana. Y en ese sentido, nuestra visión acerca de la justicia está, por supuesto, vinculada a la verdad de quiénes somos como personas, que es la misma verdad que sostiene y defiende el Magisterio de la Iglesia. Y por eso, nos hacía todo el sentido del mundo que nuestra manera de entender los derechos humanos y la justicia, estaba evidentemente marcada también por esta perspectiva, y por eso entonces decidimos que nuestro trabajo reflejara eso.
— ¿Qué desafíos crees que enfrentará nuestra corporación en los próximos años? ¿Cuál es tu proyección sobre ella a largo plazo?
— Personalmente siempre le pedí a Dios en oración que nuestro proyecto prosperara, fructificará y creciera en la medida de que fuera un proyecto suyo. De que fuera algo que contribuyera a verdaderamente buscar la justicia y defender la dignidad de toda persona. En ese sentido, estoy convencido de que si Comunidad y Justicia hoy cumple diez años y lo hace en las condiciones que lo hace ―que son excelentes, las mejores tal vez que hemos tenido desde que existe―, ha sido por esa fidelidad. Mi expectativa y esperanza para los próximos diez o veinte años es que Dios sostenga a Comunidad y Justicia, mientras continúe siendo funcional a la búsqueda de su justicia y de defender la verdad de la persona humana y de su dignidad intrínseca. Los desafíos no se van a acabar en nuestro paso por esta tierra. Siempre va a ser de lucha, siempre va a ser de confrontación y de discrepancia con otros acerca de qué es la verdad, qué es la justicia y, en ese sentido, creo que siempre va a existir algún tema del día en que nuestra mirada o nuestra postura tenga algo que decir. Y mientras lo estemos haciendo de cara a Dios, espero que vivamos y lo veamos realizarse por muchos años más.
Roberto Astaburuaga: “Normas ¿Transitorias?”
Esta semana en la columna Constituyente del diario El Líbero, uno de nuestros abogados del Área Constitucional explica los peligros de la Comisión de Normas Transitorias que tiene por objeto regular la vigencia o derogación de las normas constitucionales e infraconstitucionales por el eventual cambio de la Constitución.
La semana pasada, el pleno de la Convención Constitucional aprobó la creación de dos nuevas comisiones que no estaban contempladas en sus reglamentos. Una de ellas es la Comisión de Normas Transitorias que tiene por objeto regular la vigencia o derogación de las normas constitucionales e infraconstitucionales (leyes, reglamentos, decretos, etc.) por el eventual cambio de la Constitución. Es decir, regulan el tránsito de una Constitución (y del ordenamiento jurídico inferior) a otra. Esta nueva comisión aparece como la última sucesora de la arena política de la Convención.
¿Qué nos puede preocupar? Básicamente, que ocurra lo mismo de lo que hemos sido testigos. Es decir, que todo lo que no se tiene que aprobar obtenga 2/3 y sea finalmente aprobado. Nos encontraremos con un (nuevo) catálogo interminable de normas transitoria, que regulan todos los temas aprobados, con el mismo nivel de especificidad y adjetivación (e incomprensión) de las normas ya aprobadas, con mandatos al Legislador imposibles de cumplir por la brevedad de sus plazos, lo irresponsable en sus gastos, la preponderancia de lo ideológico sobre lo urgente y lo restrictivo de su implementación.
No sería sorprendente que la mitad del documento de la Convención sea un programa de gobierno disfrazado de normas transitorias. El mismo ministro de la Segpres y el Presidente Boric han señalado que no pueden ejecutar su programa bajo la Constitución vigente. La pregunta que queda en el aire es ¿qué tipo de programa de gobierno tienen, si sólo se puede concretar con la Constitución de la Convención, “sea cual sea su contenido”?
La redacción y aprobación de estas normas podrían ser un balde de agua fría para las transformaciones sociales que pretenden impulsar, ya que, por fin, podría contarse con la opinión de expertos que señalen los costos de la implementación de lo aprobado. Por esto, gran parte del texto serían simples declaraciones rimbombantes y letra muerta: necesidades y deseos consagrados hay muchos, pero recursos, pocos.
Pero volviendo a lo anterior, a pesar de las palabras del vicepresidente Gaspar Domínguez sobre su convicción respecto a la duración de los mandatos de las autoridades electas, ¿podemos confiar en él? Difícil hacerlo, atendido el bajo nivel de aprobación y el aumento de la desconfianza que sistemáticamente han mostrado las encuestas.
Son muchas las materias que pueden afectar el desenvolvimiento de personas e instituciones bajo el nuevo régimen constitucional. Sobre libertad de enseñanza, ¿qué ocurrirá con el financiamiento estatal a los establecimientos educacionales subvencionados? ¿Se aprobará una norma transitoria que regule un traspaso responsable, en caso de que se mantenga el artículo sobre educación tal cual está? Respecto al aborto, ¿se derogarán los delitos de aborto del Código Penal? ¿Se eliminarán las normas del Código Sanitario que regulan la objeción de conciencia institucional, e incluso, personal? En relación a libertades económicas, ¿qué ocurrirá con las concesiones mineras? ¿Cómo se compatibiliza su vigencia con las nuevas normas sobre derechos de la naturaleza? ¿Y el derecho de los animales a una vida libre de maltrato con las industrias ganadera y salmonera? Muchas preguntas y tememos las respuestas.
No se trata de una campaña del terror, como algunos podrían decir, pues existen antecedentes que permiten presumir la forma en que las normas transitorias podrían regular determinadas materias. Por ejemplo, en el caso de la objeción de conciencia, todas las iniciativas e indicaciones que proponían su consagración se rechazaron en las comisiones y en el Pleno, por lo que es probable que estas disposiciones transitorias no permitan la vigencia de la objeción de conciencia institucional. Lo mismo puede decirse de otros temas que han sido sistemáticamente rechazados por la Convención y son conocidos por la opinión pública
Álvaro Ferrer: “10 años de Comunidad y Justicia”
Les compartimos una reflexión de nuestro director ejecutivo sobre los hitos más importantes de nuestra corporación y de Chile, para conmemorar nuestra década de vida.
Queridos amigos:
Los últimos diez años hemos visto fuertes cambios en nuestra patria y en toda Latinoamérica. La última década ha estado marcada por un claro cambio de ciclo político en Chile, aparejado a una fuerte polarización, junto al uso frecuente de violencia injusta por parte de muchos grupos y por una clara vulneración o desconocimiento del principio de autoridad. Pero también se ha caracterizado por una avalancha de ataques contra la vida, la familia y la libertad religiosa. De cara a este escenario nació nuestra Corporación en el año 2012. Un Chile en que aún no se había aprobado el Acuerdo de Unión Civil ni el aborto en tres causales, ni había permeado con tanta fuerza la ideología de género en los programas de gobierno, colegios, universidades y medios de comunicación. Quizás llegamos tarde, pero Dios quiso darnos el privilegio de poder estar en este momento histórico, en la primera línea de batallas que nadie más quería dar. Sabemos que los tiempos que nos ha tocado vivir son difíciles para los cristianos, pero son tiempos nuestros; como decía San Agustín: “sed vosotros mejores, y los tiempos serán mejores: vosotros sois el tiempo”. En ese sentido, decía Chesterton que “a cada época la salva un puñado de hombres que tienen el coraje de ser inactuales”. Con ese empeño hemos buscado siempre mojar la camiseta por lo que sabemos que es bueno y justo.
Detrás de todas las ideologías imperantes está presente un paradigma liberal centrado en la autonomía absoluta del individuo, y por ende en una pérdida del sentido de lo que es socialmente más importante. No es casualidad que la expulsión de Dios del discurso público haya tenido lugar en el mismo momento en que se ha venido abajo la familia, siempre en aras de la consigna egoísta: “¿qué les importa?”. El bien común no parece tener lugar: la religión relegada a la esfera privada, la familia vista como un asunto puramente personal, la educación como capacitación laboral, la vida como una opción desechable… En ese contexto, luchamos durante la pandemia por la libertad religiosa, materializada en el carácter presencial del culto católico y en la realidad substancial de la Eucaristía, mediante una tesis felizmente recogida por nuestra Corte Suprema. Combatimos codo a codo con organizaciones de padres para defender su rol preferente en la educación de sus hijos. Muchísimas veces ―sin odio y con pleno respeto hacia las personas― defendimos la familia natural, sin temor a ser tildados de retrógrados. Hemos seguido los debates del aborto y la eutanasia desde sus inicios, y aun hoy fiscalizamos la aplicación de la ley de aborto en tres causales y buscamos mecanismos para derogarla.
Sin embargo, sabemos que nada de esto es mérito nuestro: somos instrumentos. La Providencia ha ayudado muchísimo durante estos años y le debemos mucho a cada uno de ustedes, que nos apoyan con su oración, su trabajo o sus donaciones. Sinceramente les damos las gracias a todas las personas y organizaciones que han luchado con nosotros por los mismos bienes fundamentales que nos motivan. La gran comunidad de seguidores y amigos de Comunidad y Justicia es algo vivo, y por eso puede ir contra la corriente, como decía Chesterton.
Contamos con ustedes para ser agentes de cambio en Chile durante los próximos años, donde esperamos poder seguir combatiendo para defender la vida de los más débiles, los derechos de la familia, las libertades de enseñanza, de religión y de las conciencias, la auténtica libertad del hombre contra cualquier forma de esclavitud moderna, y los derechos de Dios en el espacio público, seguros de que sin Él no existirá orden ni paz verdadera en nuestra querida Patria.