Esta semana en la columna Constituyente del diario El Líbero, nuestro abogado del Área Constitucional analiza el carácter identitario de la propuesta de nueva Constitución emanada de la Convención Constitucional.

“El pueblo unido, avanza sin partidos” gritaron algunos convencionales al terminar el último Pleno de votación de las indicaciones de armonización. No hay más sesiones ni votaciones ni discursos. La Convención cumple el mandato constitucional y entregará un borrador de Constitución. Los 155 convencionales estuvieron (supuestamente) un año entero poniéndose de acuerdo sobre las normas dignas de ser llamadas constitucionales y le toca a la ciudadanía pronunciarse. 

A dos meses, el resultado sigue incierto y cada bando busca fórmulas intermedias para convencer a los del frente. Los anti Convención coquetean con el centro y la izquierda republicana haciéndole ver que son rechazistas que no salen del clóset del “apruebo para reformar”. Los pro Convención acusan a la derecha de vender cajas vacías con su “rechazar para reformar”. Las encuestas no ayudan: al no ser suficientemente representativas, son un llamado para no dormirse en los laureles para unos y una luz de esperanza para otros. 

Convención y Constitución. Palabras que, unidas para unos, auguran una derrota y separadas para otros, son la fórmula del éxito. Semejanzas y diferencias entre ambas han sido discutidas y analizadas. Una de ellas es su carácter identitario: una docena de colectivos plasmaron su visión del Estado y del poder, de la sociedad y de los derechos. Tarea titánica. Ecologistas, socialistas, regionalistas, unicameralistas, feministas, indigenistas, y tantas posturas a favor o en contra según número de capítulos del borrador o de artículos. Tuvieron que ponerse de acuerdo, y lo lograron. Si la derecha alcanzaba el tercio, el sueño de la Constitución minimalista habría sido posible, pero no por ser una síntesis perfecta, sino por la imposibilidad de llegar a acuerdos. En eso, la izquierda se lo debe a la derecha. 

¿Fueron acuerdos? ¿Realmente hubo discusiones, cesiones de posiciones y análisis de riesgos? Puede ser que hayan existido acuerdos, aunque sin registro de cómo se llegaron a ellos -la famosa cocina-, y solo sabemos que se respetaron por el resultado de las votaciones, pero la forma en que se llegó a ellos, seguirá siendo un misterio. 

Una Convención identitaria tiene una vida corta y los últimos meses daba señales de que el dique no aguantaba. Los ecologistas no estaban dispuestos a que los socialistas les rechazaran más informes. Los pueblos originarios tenían su propia guerra civil y en el último Pleno denunciaron a viva voz que varios convencionales daban discursos para Youtube y Twitter, pero nada más.

>> Leer la columna completa en El Libero

Roberto Astaburuaga: Desarmonía identitaria

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