En las últimas semanas se dieron a conocer dos documentos que prometen ser un hito en su ámbito propio y, aún más, es insospechado los efectos que pueden llegar a tener. El primer documento, publicado el 2 de abril, es la Declaración Dignitatis infinita, del Dicasterio para la Doctrina de la Fe, que aborda el concepto de dignidad humana, recordando los principios fundamentales de la doctrina cristiana y denunciando 13 situaciones concretas, graves y urgentes que atentan contra la misma. El segundo documento, publicado el 9 de abril, es el Informe Final y Recomendaciones de la Dra. Hillary Cass sobre los servicios de identidad de género para niños en el Sistema Nacional de Salud de Inglaterra, quizás el más completo que existe, sobre los daños y peligros a los que se ha les ha sometido y expuesto… y que también ocurren en Chile.

El punto en común de ambos documentos, además del similar tiempo de elaboración (5 años aprox.), es la preocupación por la forma en que se trata la identidad de género.

Dignitas infinita afirma que la dignidad humana «le corresponde a cada persona humana, más allá de toda circunstancia y en cualquier estado o situación en que se encuentre» (Nº1), lo que es «una verdad que responde a la naturaleza humana más allá de cualquier cambio cultural» (Nº6), y será este calificativo -“más allá de toda circunstancia”- el leitmotiv que estructura el documento. Sin embargo, Roma se preocupa de aclarar que la dignidad humana no se identifica con la pretensión de «imponer como “derechos” (…) ciertos deseos y preferencias que son subjetivas», ni «puede basarse en estándares meramente individuales ni identificarse únicamente con el bienestar psicofísico del individuo» (Nº 25).

En la segunda parte del documento, la Iglesia Católica denuncia la ideología de género como una violación concreta a la dignidad humana en nuestro tiempo, en el mismo grupo que la guerra, la pobreza o la trata de personas. Entre los números 55 a 60, se aborda la teoría de género y el cambio de sexo. Respecto a la teoría de género, Dignitas infinita la denuncia como una colonización ideológica «extremadamente peligrosa porque borra las diferencias en su pretensión de igualar a todos», cuya «consistencia científica se debate mucho en la comunidad de expertos» (Nº 56). En línea con lo anterior, el cambio de sexo implica que la dignidad del cuerpo sea considerada inferior a la dignidad de la persona como tal, pues «el cuerpo es el lugar vivo donde se despliega y manifiesta la interioridad del alma, incluso a través de la red de relaciones humanas (…) el cuerpo humano participa de la dignidad de la persona, ya que está dotado de significados personales, especialmente en su condición sexual» (Nº 60). En conclusión, la necesidad de respetar el orden natural de la persona implica recibir lo creado como un don y custodiar nuestra humanidad, lo que significa «ante todo aceptarla y respetarla como ha sido creada».

Cuya «consistencia científica se debate mucho en la comunidad de expertos» es, quizás, el puente con el Cass Review. Pero antes, algunos antecedentes. En 2011 Reino Unido inició el uso de “bloqueadores de pubertad” inspirándose en el protocolo holandés que significa un uso desde la pubertad temprana, por lo que de un uso restringido a la investigación pasaron a estar disponibles en la práctica clínica habitual. La Dra. Cass consideró, en una entrevista a The Guardian, que se trataba de un tratamiento con beneficios inciertos sin mayor investigación, lo que contribuyó al aumento de la demanda de este tratamiento, ejecutado principalmente por el Servicio de Desarrollo de Identidad de Género (GIDS) del Servicio Nacional de Salud (NHS) en el Centro Travistock. El GIDS utilizó un enfoque transafirmativo, es decir, la identidad autopercibida del niño es el punto de partida del tratamiento. Con esto, los casos aumentaron de 97 en 2009 a 2.590 en 2018, y, disparada la demanda, las medidas de resguardo fueron insuficientes para evitar la administración de bloqueadores de pubertad y hormonas a niños de 12 años o extirpación quirúrgica de senos de adolescentes. Las listas de espera duran años.

En 2020 se encargó a la Dra. Cass la elaboración de un informe en el que analizara los servicios de identidad de género para menores de 18 años, atendido el rápido aumento de niños y jóvenes que requieren apoyo del NHS. Así, la investigación se propuso comprender las razones del aumento, el cambio en la combinación de casos e identificar el enfoque clínico y modelo de servicio. En 2022 entregó un Informe Provisional que provocó ruido y permitió advertir la gravedad y profundidad de la situación, en especial, al poner de manifiesto las lagunas de información en la base de datos sobre todos los aspectos de la atención a los niños y jóvenes en materia de género “desde la epidemiología hasta la evaluación, diagnóstico, apoyo, asesoramiento y tratamiento”. La semana pasada entregó su Informe Final, que ha implicado un remezón de proporciones.

Entre los hallazgos claves destacan el miedo que tienen algunos doctores de trabajar en este tipo de casos y ser tratados como transfóbicos si es que optan por tratamientos que requieran una evaluación integral en lugar de pasar a tratamientos transafirmativos; del centenar de estudios revisados, las revisiones sistemáticas de evidencia demostraron su mala calidad técnica, lo que significa que no existe una base de evidencia confiable sobre la cual tomar decisiones clínicas, o para que los niños y sus familias tomen decisiones libres e informadas; la justificación de la supresión temprana de la pubertad sigue sin estar clara, y hay pruebas débiles sobre el impacto en la disforia de género y la salud mental o psicosocial, y se desconoce el efecto sobre el desarrollo cognitivo y psicosexual; el uso de hormonas masculinizantes/feminizantes en menores de 18 años también presenta muchas incógnitas, a pesar de su uso prolongado en la población adulta transgénero, y la falta de datos de seguimiento a largo plazo sobre aquellos que comenzaron el tratamiento a una edad más temprana significa que no se dispone información adecuada sobre la variedad de resultados para este grupo.

Así, dentro de las principales recomendaciones, está la inclusión de pruebas de detección de afecciones del desarrollo neurológico, incluido el trastorno del espectro autista, y una evaluación de la salud mental y el uso de enfoques de tratamiento psicológico y psicofarmacológico estándares basados ​​en evidencia para apoyar el manejo de la angustia asociada a la incongruencia de género y las condiciones concurrentes, incluido el apoyo a los padres/cuidadores y hermanos.

El Informe es un balde de agua fría a la pesudo-ciencia que respaldaba la efectividad de los tratamientos de identidad de género. El costo ha sido muy alto. Y el camino para revertir y reparar será largo.

Dignitas infinita contribuye a explicitar que el problema de la identidad de género guarda relación con la comprensión del trato digno que se le debe dar al cuerpo y que no se fundamenta en cambios culturales o derechos individualistas. Aun cuando se considere que la afirmación de la identidad de género contribuya al “bienestar psicofísico del individuo”, la evidencia del Informe Cass demuestra que la paupérrima calidad de la base científica y el tratamiento ideológico y poco prudente ha generado un desastre en la infancia inglesa, y por su influencia mundial a través de las pautas internacionales, en muchísimos niños alrededor del mundo, que merece ser calificado como una grave violación a la dignidad humana y derechos humanos de los niños.

Chile no está exento de este grave crimen contra los niños. Los tratamientos hormonales con bloqueadores de pubertad y cirugías de cambio de sexo son una realidad en hospitales públicos y privados, contra el sentido común y la legislación. La clase política, el Poder Judicial y las instituciones del Estado tienen el deber de iniciar una investigación y velar, como acostumbran a decir, por el interés superior de los niños.

>> Leer columna en El Líbero

Roberto Astaburuaga: “Dignitas Infinita, Cass Review y los niños trans”

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